Recalculando, cambio de ruta por virus.
Hemos transcurrido cincuenta días de cuarentena.
Vamos por cincuenta jornadas quedándonos en casa. Evoco aquella adivinanza: cuantos peces entran en una ballena. Cincuenta/¡Sin cuenta!. Serán también ¡Sin cuenta! estos días transcurridos.
Hagamos un poco de memoria. Oficialmente, la cuarentena entro en vigencia a las cero horas del viernes 20 de marzo. Algunos ya habíamos optado por no salir de casa desde el lunes anterior.
El cambio de nuestras vidas cotidianas fue rotundo y hemos tenido que hacer un trabajo psíquico muy significativo para intentar adaptarnos a esta nueva realidad nacional y mundial.
Todo proceso de adaptación a lo nuevo implica una cierta dosis de estrés, tensión, desafío.
Sin duda a cada cual esta situación lo encontró en un momento particular de su vida.
¿Se acuerdan que plan tenían para ese viernes 19 de marzo, para ese fin de semana?
Lo imprevisible de la vida se hizo presente para todos instalando un clima de incontrastable incertidumbre.
Tuvimos que implementar el “quédate en casa”. ¿Cómo? Para cada uno implicó decisiones y elecciones a asumir en poco tiempo. Las mayores o menores dificultades pusieron de manifiesto al grado de flexibilidad personal, el nivel de recursos y apoyos disponibles. Las particulares características psicológicas de cada cual se pusieron en juego.
En general no contábamos con experiencia previa. Tuvimos que improvisar y crear la solución posible en ese momento. Esto ha implicado, para todos, un gran esfuerzo emocional que no es sin consecuencia. El trabajo psíquico de adaptación tensiona interiormente, produce cansancio y requiere ser tenido en cuenta para poder encontrar la manera de sobrellevarlo.
Es esperable que todos estemos habitados por ciertos niveles de miedo, temor, angustia y que la susceptibilidad aumente.
Es importante tener en cuenta que cuando la temperatura aumenta cada cual pueda sentir el calor de distinta manera, pero todos sabemos que es verano y actuamos en consecuencia, sin que nos resulte raro ni extraño.
Hoy todos estamos en un clima que hace esperable que sintamos ciertas sensaciones que nos pueden resultar extrañas, nos hagan sentir raros, con cierta sorpresa y desconcierto. Nuestras conductas son nuestra manera de actuar pero hoy con un telón de fondo que se hace omnipresente.
Si bien todos somos diferentes es posible que:
• Nos habite cierta irritabilidad
• Experimentemos cambios bruscos en el humor
• Sintamos cierta ansiedad
• Nos descubramos hiperactivos
• Tengamos dificultades para conciliar el sueño y descansar
• Surjan distracciones infrecuentes.
• Aparezcan enojos inesperados
• Tengamos tendencia a continuar con tareas sin poder hacer los paréntesis necesarios para descansar.
Cualquiera de estas conductas, propias del estrés post traumático, son esperables en estas circunstancias, lo importante es tenerlas en cuenta como síntomas de lo que le está pasando a cada uno como parte de “la procesión que va por dentro”
Es imprescindible reconocer que somos seres humanos en una situación de mucha exigencia tratando de entender un fenómeno muy novedoso y amenazante. Necesitamos aceptar lo que nos pasa, asumir sus consecuencias y ver qué hacemos con eso.
Ante el estrés cada uno necesitamos apoyo, contención, comprensión, acompañamiento y cuidado. Los que nos rodean también. Por lo tanto la posibilidad de salir adelante en esta coyuntura requiere de tolerancia, colaboración, apoyo mutuo, cooperación, cuidado recíproco y en caso sea necesario recurrir a un especialista.
Solemos escuchar que los procesos de crisis tienen sus dos caras, riesgo y oportunidad.
Para encontrar la oportunidad necesitamos reconocer el impacto que la situación tiene sobre nosotros y los otros tanto a nivel material como espiritual.
Solo a partir de darnos cuenta de la dimensión que cobra ese impacto en cada uno es que podremos accionar en la realidad particular en que se encuentra cada cual y no quedar sometido a reacciones extemporáneas que nos dejen a merced de la tormenta.
Así cuidándonos y cuidando podremos sostener vínculos solidarios y de cooperación donde apropiarse del coraje sea el camino para salir de la impotencia y construir proyectos donde la diversidad nos enriquezca en el marco de una perspectiva inclusiva que nos permita crear una esperanza colectiva.
Guillermo, en principio quiero agradecerte el envío de tu excelente trabajo y tu generosidad al compartirlo. La lectura del mismo me convocó a reflexionar no sólo acerca de la complejidad del tema, que tan claramente describís, sino también acerca de las alternativas propuestas.
Son múltiples los conceptos que desarrollás con claridad clínica y que motivaron en mí preguntas y el deseo de compartir con vos algunos respetuosos comentarios y reflexiones. Entre otras consideraciones, me pareció importante la definición de crisis que describís, en su doble significación de riesgo y de oportunidad. Aspectos que comentaré más adelante.
También me convocaste a reflexionar acerca de otra palabra a la que frecuentemente se alude al hablar de crisis, la idea de ruptura; la situación de crisis como ruptura de un estado de equilibrio previo sea éste más estable o más precario.
Mencionás en el trabajo, ya desde el inicio, que ante lo nuevo, surge la incertidumbre, que esta novedad implica tomar decisiones, hacer elecciones, que hay que tener en cuenta los recursos propios, los apoyos disponibles, que hay que improvisar, crear soluciones.
Comentás que todo ello implica un trabajo psíquico y que, ante lo raro, surgen sensaciones extrañas, desconcierto, angustia, incertidumbre “somos seres humanos tratando de entender un fenómeno novedoso, amenazante”
En tal sentido, y en relación a los efectos que tal ruptura tiene, entiendo que, ante “lo nuevo”, “lo raro”, eso que irrumpe rompiendo estados de equilibrios tanto a nivel subjetivo como social, aparece entre otros estados afectivos, la angustia. La angustia es un afecto que no miente y si nos atrevemos a preguntarnos sobre él podemos obtener cierta ganancia de saber.
Es entonces fundamental si queremos hacer algo con ese malestar que nos produce eso nuevo, eso que atemoriza y desconcierta, poder construir una otra posibilidad. Hacer ese trabajo psíquico que vos mencionás, no retroceder ante la oportunidad de adquirir un mayor conocimiento acerca de nuestra subjetividad, contactarnos con nuestros fantasmas, poner palabras a lo que nos acontece, reflexionar, también con los otros, poder hacer algún procesamiento a nivel simbólico.
También se me ocurre, en relación con las crisis, el concepto de desamparo. Me parece que en toda crisis funciona como un significante articulador tanto a nivel individual como colectivo. Recuerdo que Freud mencionaba que, en la historia de la humanidad, en la mayoría de las religiones, la idea de Dios surgió como una construcción humana para restituir a un padre omnipotente perdido, proyección de la omnipotencia de los padres de la infancia.
En la actualidad esa creencia ciega en un Otro “con mayúsculas” al que le pedimos todas las respuestas adquiere los nombres de la Ciencia y el Mercado. Sostenemos la creencia en que la Ciencia entroncada en ocasiones con el poder del Mercado y sus promesas de bienestar a través del consumismo hedonista y narcisista, lograrán hacer del ser humano un ser omnipotente y eterno, alejado de su desamparo originario.
Sin pretender profundizar más en este aspecto, entiendo que ante la situación de crisis actual, la humanidad sigue pidiendo respuestas excluyentes a ese Otro incuestionable de la Ciencia para que provea la vacuna milagrosa que salve a la humanidad de esta pandemia y así poder volver a esa “normalidad tranquilizadora” y ,por qué no, idealizada previa. Volver a la ilusión de las promesas de la inmortalidad, de la eterna juventud, fantasías renegatorias hoy cuestionadas por un virus que nos confronta con la muerte.
En el inesperado e incierto camino que la humanidad viene atravesando en esta pandemia, la ciencia médica, a través de distintos enfoques epidemiológicos, infectológicos, sanitaristas, entre otros, nos habla de cuarentenas, de fases, de inmunidad de rebaño…enfoques que dejan traslucir contradicciones, desacuerdos, fisuras. Propuestas erráticas, en múltiples situaciones, que no ocultan la falta de respuestas que se ajusten a las certidumbres anheladas.
Ciertos proposiciones no ocultan en sus cálculos que, algunos, unos cuantos, los más vulnerables quedarán en el camino. Aun así, la humanidad espera de la ciencia un saber, una respuesta de la que aún no se dispone. Pero, en el mejor de los casos, cuando aparezca, sería ilusorio pensar que fuese definitiva, dado que los problemas de la humanidad cambian, se reproducen y mutan como los virus.
Por supuesto esto no implica negar los beneficios inmensos que los avances de la ciencia aportan tanto a la salud como al progreso y el bienestar de la humanidad. Más bien se trata de cuestionar que exista una respuesta excluyente a la complejidad y diversidad de las cuestiones humanas que la actual Pandemia pone nuevamente al descubierto.
En cuanto al Dios del Mercado y su imperio en un mundo globalizado, me parece que este “corona” virus, ha venido a poner de manifiesto, al modo del cuento del Rey desnudo, la fragilidad de algunos estados poderosos, conducidos por reyes con o sin corona, ídolos con pie de barro, que sólo atinan, en una repetición irreflexiva, a redoblar su apuesta hegemónica invocando en vano a una lógica mercantilista generando falsas dicotomías.
No se trata de cuestionar algunos beneficios de la sociedad actual ni el uso racional de la tecnología asociados a la idea de progreso; sí de cuestionar aquellos discursos cínicos que proponen desvergonzadamente, impunemente, en nombre de su poderío que, en todo caso, en las circunstancias actuales, se sacrificarán aquellos que no forman parte del aparato productivo o que no tienen capacidad de consumo. Entre otros, los vulnerables físicamente o psíquicamente, los carenciados económicamente, los adultos mayores, los arrojados del sistema.
En suma, en la actual Pandemia, el mundo invoca repetitivamente, compulsivamante, a sus actuales dioses, la ciencia y el mercado, exigiéndoles, implorándoles una respuesta. Sus múltiples mensajeros reniegan de sus limitaciones y apuestan al predomonio sin más de uno sobre otro desconociendo que tal vez la respuesta no es posible sino se tiene en cuenta además una ética humanista que promueva una responsabilidad subjetiva y solidaria con el semejante.
En tal sentido, retomo los argumentos que vos desarrollás a lo largo del trabajo y reafirmás en la conclusión:
“Para que haya una oportunidad necesitamos reconocer el impacto que la situación tiene sobre nosotros y los otros en lo material y espiritual: tenemos que aceptar lo que nos pasa, para asumir lo que nos pasa y ver que hacemos con eso”.
“… cuidándonos y cuidando –vínculos solidarios y de cooperación donde apropiarse del coraje sea el camino para salir de la impotencia y construir proyectos donde la diversidad nos enriquezca en el marco de una perspectiva inclusiva que nos permita crear una esperanza colectiva.”
A mi entender, a través de estos comentarios, lejos de hacer una añoranza del pasado, que pretenda volver al equilibrio perdido, a modo de repetición, propones como alternativa a los discursos predominantes, apostar a la dignidad subjetiva, a un trabajo psíquico sobre la propia subjetividad, a la responsabilidad en el plano de lo singular pero también a la responsabilidad y solidaridad en lo colectivo, desde una lógica opuesta a la desubjetivación de un “cientificismo” deshumanizante o las promesas de la “lógica mercantilista”.
Nuestro desamparo es constitutivo, nacemos prematuros y dependemos de un Otro primordial. Debemos tomar conciencia de que en esta situación crítica en la que se desnuda esa verdad, el otro que imaginarizamos, nuestro semejante, no es un Dios omnipotente, tampoco es un enemigo.
El lazo social se constituye en esa relación especular que precipita el par amor-identificación predominando sobre el de odio-agresividad. Una respuesta posible al desamparo implica posicionarnos responsablemente ante él, reconocerlo en nosotros y en esos otros en mutua solidaridad con nuestros semejantes.
Implicarnos en la construcción de espacios simbólicos desde una lectura crítica que reconozca los límites de lo real, relativizando certezas, que nos comprometa colectivamente desde la singularidad de nuestro deseo en la construcción, como vos bien señalás, de proyectos que permitan encontrar un sentido, una propuesta colectiva esperanzadora y aún trascendente de la inmediatez a la que el virus nos compele.
Agrego a tu conclusión un interrogante: ¿Seremos capaces de construir esta alternativa sostenida en el lazo social relativizando esos discursos hegemónicos?
Freud se preguntaba lo mismo en el Cap. VI de Psicología de las Masas: “ …” Si ese sustituto ( se refiere al sustituto del líder, nosotros podríamos remitirlo a la tiranía de los discursos Amo) podría ser proporcionado por una tendencia compartida, un deseo del que una multitud pudiera participar”.
Bueno, a éstas y otras muchas reflexiones me convocó tu trabajo. En tal sentido agradezco tu invitación y reitero las felicitaciones por las conceptualizaciones que en el mismo desarrollaste. Un fuerte abrazo. Rubén.
Lic.Rubén Ghia rubenghia@gmail.com
Muy interesante y bien descripta la temática que abordás. Es cierto, para algunos ha sido traumática y para otros, entre los que me incluyo, no lo fue tanto. No por haber pasado, obviamente por nada parecido, pero la vida siempre, por lo menos así ha sido en mi caso, te pone por delante obstáculos difíciles de superar, hasta que encontramos la forma de sortearlos. No viene al caso, ahora, describir puntualmente los temas personales. pero creo que todos los seres humanos pasamos momentos de angustia y de no saber como actuar. Pero, por lo menos a mí, me salvó la vida el psicoanálisis.
De eso se trata ahora, mi trabajo como Psicoanalista, eso le explico, con una sonrisa a mis pacientes, sacándole el acento a sus dolencias. A veces es posible y sale bien y otras no lo logro, pero es mi manera de encarar un tratamiento. Mi análisis didáctico duró 6 años y allí aprendí más a sorprenderme y aceptar, que ha quejarme y sufrir. En fin, hoy atiendo a bastantes pacientes y me resulta grato reirme con ellos cuando entienden el porqué de sus dolencias. Tengo un abanico grande de pacientes, y sigo sacándole el acento a las dificultades o problemáticas que plantean.
Eso es lo importante para mí. Algún día, tal vez podamos comentar estos temas. Por ahora esta «pandemia desagradable» nos limita, pero todo a su tiempo, el virus no nos quitará la palabra, el significante.
Te felicito nuevamente por tu verba, excelente y esclarecedor para mucha gente.
Gracias por compartirlo, Guillermo.
Atte. Lic.Guillermo Hugo Lozano