Debate: Ni el deber ni la culpa
Tener en cuenta que un padre y su hijo varón conforman un grupo (diada) de hombres, nos permite pensar e interrogarnos respecto de un vínculo M que no pocas obras literarias, científicas y cinematográficas se han ocupado y se ocupan, poniendo en evidencia el interés y la curiosidad que esta relación despierta.
Este foco de atención aparece nítido en nuestra tarea con grupos de reflexión de varones. La dificultad para la intimidad, la sensibilidad y la expresión de los afectos, opera como modelo y tiene la posibilidad de la relación padre-hijo. Estos aspectos quedan circunscriptos a la relación con la madre/mujer, lugar donde se los volverá a buscar.
El vivir bajo un mismo techo y/o compartir algunos aspectos de la cotidianeidad nos puede permitir suponer que conocemos al otro. Pero cuántos padres se transforman en detectives interrogadores, cuántos hijos se viven el todo lo que Ud. diga podrá ser tomado en su contra están perdiendo sus historias. El acento queda puesto en determinar cómo actuar y no en la idea de adquirir confianza para sortear situaciones.
Desde el ir conociendo al otro se puede ir construyendo una senda-espacio de intimidad compartible guiados por la gratificación mutua y no por el deber o la culpa.
En muchas oportunidades el modelo machista entrampa la paternidad en la perfección y el triunfo como imagen a transmitir en detrimento y reconocimiento de las limitaciones como elemento indispensable a tener en cuenta para construir la potencia conociendo sus restricciones.
Quedamos entonces en un estado de fragilidad para poder asumir la constante improvisación que es vivir transitando permanentemente situaciones a resolver, entre hombres.
El Cronista Comercial – Suplemento Cultural – Octubre de 1990
Me parece que el gran triunfo es educar con un vinculo de confianza mutua. Es una desafio increible y cuando se da no lo podes creer.