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La nueva vida después de separarse

Separados: cuando hay que empezar casi todo de nuevo.
Qué pasa cuando el matrimonio se rompe y cada uno de los integrantes de la pareja decide seguir su camino solo.
Qué se gana y qué se pierde con la separación. Delicias de la vida posconyugal.
Adiós. Chau. ¿Qué pasa cuando el matrimonio, esa institución tan fuerte, se desvanece, se rompe? ¿Qué cambios —superficiales, profundos— se producen en la vida cotidiana?
El matrimonio da pertenencia, mucho más cuanto más pegota y simbiótica sea la relación. Se es el «esposo de» o «la mujer de». «Divorciarse es dejar de pertenecer a ese estado que da un sentimiento de ser», dice el licenciado en psicología Norberto Inda, docente de la UBA en la cátedra «La condición masculina». «Con el divorcio desaparece ese vínculo».
El lazo roto suelta también comodidades, costumbres asentadas en la cotidianidad, pactos tácitos. «Las personas recuperan autonomía», analiza Guillermo Vilaseca, miembro de la Asociación Internacional de Psicoterapia de Grupo y alma pater del sitio http://www.varones.com.ar/. Qué hacer con esa autonomía. Esa es la cuestión.
Padres y madres: tan lejos, tan cerca. Escribe Rubén en el sitio de la Asociación de Nuevos Padres (http://www.anupa.com.ar/): «Quiero decirles que después de 8 meses de separación, estoy comenzando el difícil trance del divorcio, soy padre de una nena. Mi mayor preocupación ha pasado a ser: ¿cómo lograr ser padre a distancia y no solamente la persona con la que mi hija espera divertirse?».
Si el problema masculino es la lejanía, el femenino es la extrema cercanía. «En muchos casos, cuando la que se va es la figura paterna, la mujer tiene que establecer en la casa nuevos códigos, nuevas reglas. Eso es un aprendizaje en permanente cambio», dice Irene Frieboes, psicóloga social, de la ONG «Lugar de mujer» (teléfono: 4961-8081).
Pequeñas delicias de la vida posconyugal. Son tonterías, sí, pero sumadas se confabulan para hacer de la vida de la persona separada algo todavía más áspero. «Hay hombres muy colgados de la mujer en término de lo doméstico —dice Inda—. Para quien delegaba todo en su compañera, una tarea como planchar puede ser un cimbronazo importante. Hasta que procesan la pérdida suelen vivir muy mal, en lugares nada potables».
Inda está hablando de los no-saben-hacer-ni-un-huevo-frito, que los hay, y que ven el mundo derrumbarse cuando para cocinar unos fideos se les plantea el dilema: ¿el agua debe estar hirviendo o fría?
Las mujeres —generalizando, ni hace falta decirlo— se pueden complicar con una puerta que chirria.
«De mi clientela, el 80% es mujer, y de ese grupo, el 70% es gente divorciada», cuenta Daniel Alonso, creador del negocio de arreglos hogareños «Marido se alquila». Dice Alonso: «Uno de los dramas de las mujeres es el depósito del baño, que se desborda o pierde. También están los famosos cueritos, las cintas de persianas…».
Amigos eran tus amigos. Con las amistades suele suceder que se firmen pactos de lealtad. El psicoterapeuta Inda comenta que algunos amigos se polarizan y plantean: «Si la veo a ella, que me dice que él es el máximo atorrante, ¿cómo lo voy a seguir frecuentando a él?».
Si los amigos son del matrimonio, el problema es otro para quien se queda solo/a: puede ser visto como un enemigo de la pareja que sobrevivió en pie. «El que está solo es una amenaza potencial».
Frieboes, en cambio, lo ve de esta manera: «Por un lado, quedan los verdaderos amigos. Por otro, se empieza con gente nueva». Los métodos de búsqueda son variados: chats, avisos en sitios para solos y solas o reuniones en lugares especializados. Uno de ellos son los encuentros «Para conocernos» (segundos y cuartos domingos de cada mes en un bar de Soler y Coronel Díaz).
Dice la psicóloga Nélida Motta, que los organiza: «Quien concurre a estos espacios no busca pareja: busca conectarse»
Belleza y felicidad. «El matrimonio tiene algo patético: la creencia de que ya está todo conquistado, que no le tengo que gustar al otro —dice Inda—. En general, las mujeres separadas se ponen más lindas. Tienen que gustarle a alguien, y no a ese imbécil que tenían al lado».
¿Sale el hombre de cacería? El sexólogo Juan Carlos Kutsnetzoff observa que el hombre está más dispuesto a la variedad de relaciones. «Las mujeres están más cercanas a las relaciones únicas. Claro que esto varía de persona en persona».
Lo que el psicólogo Vilaseca escucha mucho es la sorpresa de los divorciados de mediana edad por la disposición de las mujeres a relacionarse. «Los que se ‘trabajaban una mina’ ahora están fascinados con esta nueva forma de relación que lleva a replantearse la masculinidad».
A brillar, mi amor. Superado el dolor, el resentimiento, los hijos se pueden beneficiar con un padre que dejó de ser el sujeto que los domingos asomaba la cabeza desde atrás del diario para dirigirles palabras desganadas. Para la mayoría de los expertos consultados, unos y otros pueden recuperar cualidades escondidas bajo el deseo —o el mandato— de complacer al otro. «Por algo no hay fiesta de divorcio», cita Inda a un amigo divorciado que aludía al duelo. En algunos casos, debería.
Gabriel Giubellino
Diario Clarín
Domingo 31 de agosto de 2003

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