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Pablo nos cuenta su perspectiva sobre el libro "Por qué los hombres no entendemos a las mujeres

Algo de este título puede depararle una sorpresa a más de uno. Especialmente, si se trata de alguien que –para dar respuesta a esa pregunta- lo que espera es encontrarse con una lista de las presuntas razones imputables “a ellas” y, de pronto, se topa con que el autor ha elegido –en cambio- poner un espejo a mitad de camino y proponernos, a los hombres, que revisemos en cuánto nosotros mismos tenemos que ver con ese dilema original.
Desde una prosa clara, pacífica, cálida y entrañable, Guillermo instala –en su libro y para la legión de hombres de este tiempo- “el permiso para sentir y compartir lo que se siente”, sin temor a perder la integridad y, mucho menos, la identidad. Lo hace, además, apelando al juego y aportando no sólo el valioso anecdotario de consultorio, sino también el de su historia con su red vincular más íntima y personal, con lo que –aun sin proponérselo- le otorga a su obra un valor añadido fundamental: el de un mayor compromiso de honestidad intelectual.
Rápidamente puede percibirse que la propuesta parte desde el extremo opuesto al de “La mesa de los galanes”, la recordada historia del “negro” Fontanarrosa. Allí, los machos enfundados en el traje de Superman, son básicamente capaces de contar sus hazañas (las mujeres conquistadas), de discutir el partido de ayer (o el de mañana), de dictaminar sobre política o cuestiones económicas, pero siempre desde la perspectiva tristemente dominante que les otorga “el rol proveedor” y sus consignas asociadas: aguantar, contener, sostener, dominar y –muy especialmente- ganar.
Por eso, lo atractivo de la propuesta de Guillermo pasa por contar lo que ya es –y desde hace tiempo- una maravillosa realidad bajo la coordinación de su experta batuta: la escena del grupo masculino, concebida como ese espacio de fecunda interacción en el que –casi insólitamente, provocativamente, como a contramano de aquella mesa de los galanes o del mandato aquél de “los hombres no lloran”- se nos abre (al “sexo fuerte”…) la posibilidad de conectarnos con la propia afectividad, a partir de un inteligente y sensible manejo de las historias personales y del rebote profundamente enriquecedor que producen sobre un protagonista circunstancial, las resonancias que en los otros suelen despertar cada una de las narraciones originales.
Esta invitación a revisar las razones de las distancias o de las incomprensiones entre lo masculino y lo femenino, abandonando la perspectiva omnipotente o prejuiciosa y abriendo el alma a una mirada más sensible, a veces más vulnerable, pero –en cualquier caso- más profunda del propio actuar, hace –del libro de Guillermo Vilaseca- una cita imprescindible para quienes estén interesados en entender mejor y en comenzar a transitar nuevos senderos, en procura de verdades que están a las puertas de un nuevo paradigma a desplegar en el universo de relaciones entre la mujer y el hombre de nuestro tiempo.
 
PABLO N. WAISBERG
04.10.2013

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