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Jornadas: niñez, adolescencia y familia en la comunidad de Bahía Blanca

El pasado 3 de noviembre, participé como disertante en las Jornadas: niñez, adolescencia y familia en la comunidad de Bahía Blanca.
Estamos viviendo una época peculiar, como en realidad han sido todas  las épocas.
La consideramos peculiar, ya que algunos aspectos de su acontecer hacen que nuestra vida cotidiana adquiera algunas características que nos resultan llamativas, a veces nos incomodan otras nos deslumbran, sin duda nos sorprenden y nos contrastan con la idea del cambio permanente como ya lo decía Heráclito con su aforísmo “no se puede entrar dos veces en el mismo río”.
Las peculiaridades de la contemporaneidad muchas veces están en nuestra zona de ceguera ya que como peces, no terminamos de percibir las cualidades del agua en la que estamos inmersos. El agua del presente tiene algunos condimentos como la velocidad, la inmediatez, el individualismo, la hiperconectividad, la desigualdad, el control, la violencia, el aumento del horizonte de promedio de vida, el sálvese quién pueda, y seguramente Uds. Incorporarían más elementos a la descripción.
En función de todos esos cambios maravillosos y terribles que vamos generando desde la tecnología, los descubrimientos científicos, los modelos socio económicos, etc. es que vamos necesitando generar normas de convivencia que permitan que todos los miembros de la comunidad sean contenidos, preservados, cuidados, albergados, incluidos, considerados, protegidos y así tengan la oportunidad de dar lo mejor de sí para el conjunto.
Los recursos de cada comunidad para hacer efectivos los derechos y los deberes de todos sus miembros son las leyes sancionadas en el marco de los poderes correspondientes. Su conjunto genera las condiciones para una convivencia armónica con vistas a un futuro auspicioso para las nuevas generaciones, nuestros hijos, nietos y sus descendientes.
Este es un camino en continua transformación donde necesitamos ir recalculando, corrigiendo el rumbo y en el cual muchas veces en aras de resolver ciertos problemas generamos otros.
Por ejemplo el éxito de las campañas para erradicar el cáncer de piel evitando la exposición al sol y fomentando el uso de los protectores solares hoy pareciera haber generado un déficit generalizado de vitamina D en la población por lo que es menester focalizar en otros caminos para garantizar los niveles adecuados de la misma.
La vitamina D ayuda al cuerpo a absorber el calcio. También juega un rol en el sistema nervioso, muscular e inmunitario. Si bien se puede obtener vitamina D de diferentes maneras: la piel, la dieta y suplementos. El cuerpo la produce naturalmente al exponerse a la luz solar. Pero demasiada exposición al sol puede ocasionar envejecimiento de la piel y cáncer de piel, por lo que muchas personas hoy buscan obtener su vitamina D por otras vías.
 
Hoy nos enfocamos en lo que percibimos un déficit a nivel social, la protección  de los derechos de niños, niñas y adolescentes.
Contamos con una ley, la 26061 que ha puesto foco en el problema pero  la aplicación, implementación y puesta en práctica de la ley 26061 de protección de los derechos de niños, niñas y  adolescentes está en manos de cada uno de nosotros, tanto de las personas que se desempeñan en la Justicia, como en el Ejectutivo y en la Sociedad Civil en su conjunto.
Cada uno desempeña un rol fundamental que solo puede cobrar eficacia y eficiencia en la medida que los vínculos fluyan creativa y proactivamente articulándose con la ley que los sostiene, organiza y legitima en su accionar.
Este camino es al que pretendemos aportar particularmente hoy volviendo a considerar el problema en las circunstancias presentes, reconociendo sus peculiaridades actuales, estimulando y visibilizando los recursos que si tiene la comunidad para el sostenimiento efectivo de los Derechos Superiores del niño y el adolescente en el Municipio de Bahía Blanca, Provincia de Buenos Aires
 
Sigmund Freud en “El malestar en la cultura” nos señala como la ley es imprescindible para articular una sociedad creativa y armónica que ponga límites a tánatos y de las posibilidades para que eros nos permita, en sincronía con las redes interpersonales, generar las cosas maravillosas que podemos producir.
¿Y por qué nos habla del malestar?
Ya que para poder ajustarnos a esta convivencia potencialmente virtuosa debemos ponerle límites a ciertos impulsos, necesitamos elaborar ciertos niveles de frustración y por ese camino darle curso a lo posible que nunca es lo ideal aunque apunte a él.
En el camino de revalorizar los vínculos entre las personas y las redes de interacción entre los diferentes actores que  desempeñan sus roles profesionales en la Justicia, como en los Ejecutivos y la Sociedad Civil en su conjunto quiero que tengamos en cuenta que los hombres a más de poder gestar producciones maravillosas también somos capaces de los horrores más increíbles. Sin duda la realidad muchas veces supera la fantasía y quienes tenemos que afrontar cotidianamente estas situaciones siniestras, desagradables y dolorosas somos seres humanos que por más que tengamos una cierta distancia respecto de los hechos que nos toca ver como el abandono, los abusos, etc, sin duda nos sensibilizamos. Las situaciones que enfrentamos, por sus características, en muchos casos rompen los esquemas, los valores y muchos otros criterios personales. Esto genera una cierta incomodidad al tener que ser testigos involuntarios de hechos inimaginados e impensados. Ser testigos de escenas que rompen nuestros esquemas referenciales y que en muchas oportunidades confrontan con lo disruptivo, con el horror, no es inocuo, no es sin consecuencias.
Jaques Derridá, filósofo francés contemporáneo, tiene un hermoso libro denominado “La hospitalidad”. En él desarrolla la idea de que la gran dificultad para vincularnos con lo extranjero radica en la tácita interpelación que este contacto implica para cada uno de nosotros respecto de nuestras conductas y nuestros valores. Ellos corresponden a nuestra cultura y los hemos incorporado conciente e inconcientemente, como dice Joan Manuel Serrat, mientras “mamamos la leche temprana”.
El encuentro con el otro que come hormigas fritas a la manteca puede generarnos asco, rechazo o también curiosidad. Cuando nos encontramos con otro que no nos parece tan distinto a nosotros, pero que nos muestra pedazos de una realidad dolorosa también somos conmovidos. Frente a esto los seres humanos contamos con mecanismos de defensa que nos permiten aislarnos de lo que sentimos que nos hace daño, que nos haría colapsar, como por ejemplo: LA NEGACION. Como se suele decir esconder bajo la alfombra. Conlleva el inconveniente de que al no visibilizar el foco del problema no podemos considerar sus características y variables para contribuir a su solución en la medida de nuestras posibilidades.
Para poder visibilizar estas situaciones, reconocerlas y poder tener una participación operativa, necesitamos imprescindiblemente tener en cuenta que estamos trabajando con una población vulnerable pero que nosotros también  somos seres humanos. Por ende necesitamos tener en cuenta también nuestras vulnerabilidades.  Como nos recuerdan en el avión cada vez que inicia un vuelo, cuando caen las máscaras de oxígeno, primero nos la tenemos que poner a nosotros, para luego poder ayudar al otro, al semejante.
¿Le pediríamos a Lionel Messi  que salga a la cancha y haga goles sin que entrene, ni duerma, ni se alimente adecuadamente?. Pues bien tampoco ustedes pueden asumir la responsabilidad de ser eficaces en un terreno donde tienen que tomar contacto con situaciones dolorosas en forma permanente sin tener en cuenta el tema del impacto emocional que esto genera en cada uno. No me puedo meter a la pileta sin mojarme, y si el agua esta fría no puedo dejar de sentirlo salvo que me ponga un traje de neoprene que me protege pero me quita sensibilidad.
El trauma producto del impacto de lo doloroso que percibimos cotidianamente como testigos, observadores, es lo que en psicología se denomina “trauma vicariante”, trauma secundario o desgaste por empatía.
El hecho de tener que funcionar a la manera de un piloto de tormentas y a la vez como un experto, no es sin consecuencias. El dolor y el sufrimiento de afuera puede operar a la manera de un trauma que aparece como respuesta a la vivencia de lo otro exterior.
La reiteración lleva a producir lo que podemos denominar burn out. Quemarse por dentro. Pero que es lo que se quema, nuestra vocación respecto del trabajo y también nuestra posibilidad de ser empáticos. Pero no solo en el trabajo sino en la vida en general. A más de dificultades para dormir, dolores osteomusculares, mal humor, problemas de memoria, tendencia a ahogarnos en un vaso de agua, no encontrar la solución a cosas que no son tan complejas, etc. Es la pérdida del control sobre la propia subjetividad. Necesitamos contar con adecuadas redes de contención, saneamiento del rol profesional y autocuidado. Por esto es que postulo como esencial revalorizar los vínculos, para no caer en las soledades que fragilizan trastocando los vínculos colaborativos entre las personas al asumir sus roles en la Justicia, en los Ejecutivos y en diversas instancias de la Sociedad Civil en pos de la aplicación de la ley 26061. Es imprescindible para intentar hacer goles en nuestras canchas crear y apropiarse de redes de sostén, dialogo, contención y articulación de recursos materiales, afectivos y emocionales.
Es imprescindible que los grupos de supervisión de la tarea cotidiana no solo abarque el análisis de los casos sino también lo que podríamos llamar la terapia del rol o saneamiento del rol profesional. El foco necesita centrarse en la articulación entre la persona del operador y el profesional que es cada uno  para garantizar la salud del operador así como la continuidad de su eficacia profesional.
En este sentido es bueno recordar el otro mecanismo de defensa que Freud describió con maestría: el de condensación y desplazamiento.
Allí nos muestra cómo ante un problema que nos resulta doloroso abordar podemos poner el foco en otro conflicto y cargar las tintas en eso en vez de lidiar con lo más difícil.
En mi experiencia de trabajo para la OIT en la Triple Frontera con los encargados de afrontar problemática afines a las que hoy nos ocupan  pudimos ver cómo generar rencillas entre Brasileros, Argentinos y Paraguayos por temas interpersonales costumbristas los distraían de los problemas específicos. Cuando alinearon su misión, aceptaron lo doloroso de las situaciones a abordar y pudieron reconocer la potencia que tenían como grupo se apropiaron del sentido de la elección que los llevo a comprometerse con  la labor que de una u otra manera cada uno había elegido o lo había encontrado en la vida. Al reconocer las necesidades de cuidado y contención mutua recuperaron el sentido de sus tareas, el entusiasmo, la eficacia y la alegría.
Quiero compartir con Uds. una vivencia personal que considero facilitaría visualizar a qué denomino implicación y por qué estamos a merced de ella.
Escribir estas líneas me emocionaba, cuando termine me di cuenta de algo que siempre tuve ante mis ojos pero nunca vi con conciencia de ello: tanto mi padrino el filósofo Vicente Fatone – Rector de la Universidad del Sur-, como mi madrina, Liana Maj, hermana de mi madre tuvieron sus hijos por adopción. Ellos han sido y son compañeros de la vida que han aportado a la comunidad así como estimo que podrían haberlo hecho los hungaritos huérfanos después de la La Revolución de 1956 que mis padres se ofrecieron a albergar.
Quiero cerrar entonces con esta frase que me gusto del texto
darle curso a lo posible que nunca es lo ideal aunque apunte a él
 
 
Guillermo Augusto Vilaseca Psicólogo de la Universidad de Buenos Aires, Terapeuta EMDR, Psicodramatista, Psicólogo Social y Profesor de Matemática, Física y Cosmografía.
Fue Presidente en la Sociedad Argentina de Psicodrama.
Es ponente invitado en instituciones nacionales e internacionales.
Su interés en el desarrollo permanente de las personas lo ha llevado a Investigar y crear en áreas sensibles como: estrés post traumático; dispositivos transdisciplinarios de supervisión; talleres de varones; grupos de entrenamiento en estrategias de cambio y dispositivos de reinserción profesional además de su práctica clínica cotidiana.
Publicó el libro: » Por qué los hombres no entendemos a las mujeres».
 

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