Los nuevos varones
Los nuevos varones Hombres de todas las edades se reúnen para poder elaborar una nueva identidad. Quieren dejar de lado los privilegios de la sociedad patriarcal y ser parte de relaciones más equitativas. Una transformación difícil, pero que busca su lugar.
Las cosas que nos pasan suelen tener, por lo general, múltiples razones. Los cambios de rol e identidad en los que estamos enfrascados los hombres, también. Muchos adelantos de la humanidad, abrieron lugar a transformaciones femeninas. Los logros educativos, económicos, políticos y culturales alcanzados por las mujeres no fueron fáciles, han sido fruto de una larga y pertinaz contienda que se extendió durante los últimos dos siglos.
El paso de la modernidad a la post modernidad fue otro de los factores que plasmaron nuevos paradigmas, en los que la potencia de lo diverso y fragmentario puso en jaque viejas instituciones, incluida la del patriarcado. Ni hablar de las nuevas experiencias nacidas de la autonomía económica y laboral, en las que perdió su lugar protagónico el modelo tradicional de familia y aparecieron otros (ensambladas, monoparentales, etc.) a través de los cuales las mujeres pudieron demostrarse a sí mismas que el horizonte podía estar bastante más allá de la puerta de su casa.
Todos estos fenómenos desataron la crisis de la vieja identidad masculina. Si bien los nuevos varones todavía estamos en tránsito, el cambio ya llegó. A similitud de lo que sucede en Europa, desde 2009, en Argentina comenzaron a formarse grupos de varones denominados “anti-patriarcales” en las ciudades de La Plata, Buenos Aires, Mendoza, Rosario, San Luis y Córdoba. Desde entonces, de la mano de Internet y el desarrollo de las redes sociales, empezaron a lograr mayor visibilidad e intercomunicación.
A esto se sumaron el dictado de talleres a cargo de distintas instituciones y la publicación de libros, como el del terapeuta y escritor Guillermo Vilaseca (Por qué los hombres no entendemos a las mujeres, Ediciones B, 2014). “No estamos planteando ‘las mujeres a trabajar y los tipos a planchar’. De ninguna manera eso es lo que pedimos, lo que buscamos es que derechos humanos como la libertad y la igualdad sean aplicados a todos los miembros de la sociedad sin distinción de género”, afirma el politólogo argentino Daniel Blinder. “Se trata de ir -dice- contra los estereotipos, ese conjunto de valores que se le atribuyen no solo al varón, sino también a la mujer. Así como el hombre tiene que ser macho, traer la plata a casa, ser dominante e inteligente, se supone que la mujer es más caprichosa, dulce, aniñada y emocional. Esos lugares comunes terminan generando expectativas que definen incluso la seducción: eso es lo que la mujer espera del hombre, y viceversa”.
¿Qué hacen los varones anti-patriarcales? Lo cuenta Diego Zubiaurre, del Colectivo de La Plata: “En todas las actividades siempre hay una búsqueda de mayores libertades para varones, para mujeres y para toda aquella identidad que tengamos las personas. Tratamos de crear un espacio que realice críticas de las propias masculinidades y de un sistema desigual que genera múltiples formas de violencia, discriminación y opresión. Queremos construir con una vocación profundamente antijerárquica. El patriarcado, como todo sistema de dominación, produce y reproduce desigualdades como mecanismo de fragmentación y estratificación vertical. Las identidades masculinas hegemónicas son construidas con este mismo patrón, siendo la voluntad de poder y dominio lo que nos caracteriza. La idea es apostar a una construcción pre-figurativa a través de las relaciones de cooperación, solidaridad, afecto y confianza”.
¿Qué es ‘ser varón’?, le preguntamos a Zubiaurre. “Digamos que, como varones, nacemos con un cúmulo de privilegios que en el cotidiano se traduce en facilidades, órdenes, comodidades, casi que muchas veces vemos esas cosas como naturales en diferentes esferas: afectivas, laborales, económicas y sexuales, entre otras. Cuando hablamos de privilegios, vemos cómo se refleja una resistencia profunda, consciente o inconsciente, a reconocer que todos los varones tenemos privilegios odiosos por el simple hecho de ser varones. O, dicho de otra forma, que, en un mundo de supremacía masculina o patriarcado, hay cosas de las que disfrutamos que son injustas porque las conseguimos a costa de y en perjuicio de las mujeres. Aunque los varones no seamos culpables de haber heredado esos privilegios, sí somos responsables de lo que hacemos con lo que recibimos. Esa responsabilidad empieza por reconocer la propia situación de privilegio y continúa por tratar de cambiar las cosas renunciando a las ventajas injustas y denunciando públicamente aquellas otras de las que nos beneficiaremos de todas maneras”.
IGUALDAD Y PODER
The Global Gender Gap Report 2013, un informe que elabora el Foro Econó- mico Mundial desde 2006, concluyó que la brecha de género en América Latina y el Caribe disminuyó en un 70%. Es la región que, en este tema, más avanzó en el planeta. Semejante evolución se debe al progreso logrado en materia de participación política y, en menor grado, de igualdad económica.
Ahora, hacia adentro de los hogares, o individualmente, estos enormes cambios estructurales todavía no proyectaron su imagen. El estudio mide la brecha de género en cuatro esferas: 1) salud y supervivencia; 2) logros educativos; 3) participación política; 4) igualdad económica. Nicaragua sigue siendo el país más avanzado de la región en cuanto a igualdad de género, ocupa el 10º lugar en el índice mundial, y es el 5º en el pilar de participación política. Cuba tiene el mayor porcentaje de mujeres en el parlamento y avanzó cuatro posiciones en 2013, hasta el 15º lugar. México subió 16 lugares, hasta el 68º, en tanto que Brasil se mantuvo en su posición 62º. Nicaragua, Bolivia y Ecuador son los que más han avanzado de los 110 países que se han incluido en el informe desde 2006. Argentina ocupó el sitio número 34°, dos puestos por debajo de 2012, cuando ocupaba el 32°. Islandia es el país de mayor igualdad del mundo seguido por Finlandia, Noruega y Suecia, que han cerrado ahora más del 80% su brecha de género. Alemania, en 14º lugar, va a la cabeza de las economías del G20. Mientras que la nación BRICS (formada por los países emergentes con mayor potencial económico: Brasil, India, Rusia y Sudáfrica) de más alta clasificación es Sudáfrica, en 17º lugar. A nivel mundial, mejoran los indicadores de brecha de género en materia de salud y supervivencia y educación, área esta última que 25 países ya cerraron totalmente.
Sin embargo, la deuda se mantiene en lo relativo a igualdad económica y participación política que se ha cerrado sólo en un 60% y un 21%, respectivamente. En este último ítem se ha producido un fuerte avance en América del Sur, donde hay cuatro jefas de Estado: Laura Chinchilla (Costa Rica); Cristina Fernández de Kirchner (Argentina); Dilma Rousseff, (Brasil); y Michelle Bachelet (Chile). En cambio, tanto en los países emergentes como desarrollados, la presencia de mujeres en cargos de liderazgo econó- mico es limitada.
La Oficina Regional de la Organización Internacional del Trabajo para América Latina y el Caribe (OIT) estableció que tan solo el 1,8% de las compañías de la región de América Latina y el Caribe son dirigidas por mujeres, y de las 500 mayores firmas latinoamericanas, únicamente nueve tienen al frente a una ejecutiva. Un ejemplo es Petrobras, una de las petroleras más importantes del globo, que tiene como presidente a una mujer, María das Gracas Foster. Según el estudio de la OIT, la discriminación salarial subsiste en todos los campos económicos, y pocas alcanzan los máximos puestos.
Un dato sustancial sobresale en este informe: En 2014, por primera vez en la historia, el 52,9% de las mujeres formaron parte de la fuerza laboral en el continente. Dicho de otro modo, más de la mitad de las mujeres en condiciones de trabajar, trabaja. Este avance se explica por los niveles de educación alcanzados por ellas, que son superiores a los de los hombres. El 53,7% de las que están ocupadas tiene 10 o más años de estudios y el 22,3% cuenta con educación universitaria, contra el 40% y el 16%, respectivamente, de sus pares masculinos. También apunta la OIT que es en Brasil y Argentina donde se inscriben más mujeres que hombres en la universidad.
ABRAZOS
En los talleres de los grupos de varones se utilizan diferentes técnicas para desnaturalizar lo naturalizado. Una de ellas es la de los abrazos. Los hombres creen tener vedado manifestar sus emociones, abrazarse o llorar; revelar que son vulnerables; o trabajar en equipo. Al abrazarse, los hombres se liberan. Diego Zubiaurre relata que en los talleres de La Plata se reúnen para abordar temas como “la homofobia, despatriarcalización, violencias, o micromachismos. (…) Tienen la particularidad de que ponemos el cuerpo además de la palabra, que son las dos cosas que nos cuestan bastante”. Guillermo Vilaseca, por su parte, trabaja en talleres con varones y mujeres. Afirma que hay que aportar al equilibrio en las parejas. “La señora que dice ‘yo ayudo con lo que gano’, o ‘ya vas a ver cuando venga tu padre’, está hablando desde ese mismo modelo patriarcal. Esas señoras que criaban así, reproducían ese mismo modelo que las sometía. Había una reproducción del modelo en manos de quien trabajaba en la crianza. Muchas se daban cuenta cómo habían sido ellas mismas al ver a sus hijas… Es una identidad en construcción tanto para unos como para otros.
A las mujeres les pasa cuando asumen un rol más protagónico. Por ejemplo, cuando llevan una gerencia desde un modelo más autoritario, masculino, se consustancian con su rol, pierden su vínculo con los hijos, o se ausentan. No hay un modelo consolidado. Solemos hablar de “la media naranja”, pero no somos dos mitades que se juntan y formamos una sola naranja.
Somos dos individuos completos que no debemos amputarnos capacidades para estar con el otro. Hoy te encontrás con infinidad de experiencias. La gran novedad es repartir los papeles de una manera distinta. El varón puede encargarse de estar con su hijo, conectarse con la sensibilidad que esto genera y sus beneficios; una mujer, con su desarrollo profesional, y sentirse plena con eso.
Siempre digo que una palabra clave es compromiso, compromiso de ambos con el conjunto de las tareas a hacer, todos somos capaces de enfrentar esas tareas, salvo las específicas, como puede ser amamantar. Todas las demás tareas las pueden hacer cualquiera de los dos miembros de una pareja. Para mí, la idea de equipo es la que más sirve, porque habla de complementariedad y no de suplementariedad”.
¿Es sólo democratizar los vínculos o el hombre también debe experimentar otros caminos? No alcanza. Está bárbaro que tengamos horizonte inclusivo de las diferencias, que haya relaciones igualitarias, con que eso esté estipulado, que vayamos logrando que las legislaciones sostengan esto, pero creo que no podemos negar que estamos atravesados por las relaciones de poder, por esta cuestión del amo y el esclavo. No es sencillo construir una relación de poder donde alguno de los dos no sea abusivo con el otro.
Publicado en Sept. 2014 en Revista Convivimos.