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Todo por un hijo

images (1)Momento de decisión. Los dilemas que conlleva el hecho de procrear a través de la donación de óvulos o espermatozoides.
“Es muy duro cuando te dicen que tus óvulos ya no sirven. Yo tenía 41 años y venía de hacerme varios tratamientos de fertilidad. Pero cuando te dicen “hasta acá llegamos, no insistimos más con tus óvulos” es un punto muy duro. O seguís adelante con tu deseo o decidís no tener hijos. A mí, eso me pegó fuerte psicológicamente.”
Quien habla es Susana, una mujer de 46 años que no deja de mirar a su hija, una beba de 18 meses que concibió por donación de óvulos y banco de esperma. “Lo primero que se te viene a la cabeza son dos cosas: que esa criatura no va a tener tus células y en mi caso, que tampoco las tendría de un hombre a quien yo amara. Pero eso no me importó demasiado. Simplemente supe que sería todo de laboratorio. Lo único que pedí fue que el donante fuera alguien inteligente.”
La familia de Susana –padres y hermanos- no aprobaron esta decisión. Aunque nunca lo preguntó, ella supone que es por el método elegido para ser mamá. Acaso, especula, no habría sido tan problemático para ellos si el embarazo se hubiese dado incluso en una relación pasajera.
Transcurrió el embarazo rodeada y contenida por su grupo de amigas. El día del nacimiento fueron ellas quienes la acompañaron a la clínica e incluso una presenció el parto. Recién al mes de ser mamá Susana viajó hasta Entre Ríos a reunirse con los suyos. Ya con la criatura en brazos todo parece haber cambiado. “Formé una familia distinta de la que cualquiera imagina. Había estado muchos años en pareja pero nunca había querido tener hijos porque estaba muy absorbida por el trabajo. Cuando estuve cerca de los cuarenta años me planteé la maternidad que antes no había deseado. No iba a esperar a formar otra pareja para ser mamá. Eso me parecía ridículo.”
 
Hoy se sorprende cuando la gente resalta el parecido físico de su hija con ella. No sabe qué responder pero la pone feliz escucharlo.
“Por supuesto que cuando sea grande mi hija sabrá cómo vino al mundo. Ella merece saberlo y yo no podría ocultárselo. ¿Y qué me va a decir, si soy su mamá?”, inquiere.
 
Son muchos los padres que han tenido hijos por donación de gametas (óvulos o espermatozoides). Se calcula que en el mundo hay más de 5 millones de chicos que tuvieron este origen procreativo. Sin embargo, muchas veces, cuando llega el momento de responder preguntas acerca del nacimiento, suelen aparecer mierdos contenidos. ¿Todos los papás y mamás consienten contarles a sus hijos que fueron concebidos por estos procedimientos? ¿Qué los haría dudar?
Se estima que el 12% de la población en la Argentina tiene problemas de fertilidad.
Nosotros y los miedos
María Stella Lancuba es médica y dirige la clínica Cimer, donde se hacen investigaciones y tratamientos de fertilización asistida. Lancuba participó de la primera ovodonación en la Argentina en 1987, que hoy constituye la tercera parte de los procedimientos de fertilización. En una encuesta que la especialista realizó en su clínica, preguntó a las mamás si les abían dicho a sus hijos – algunos ya tienen 20 años- cómo fueron concebidos. El 51 por ciento respondió que no. ¿La razón? Dijeron que querían protegerlos de un potencial “daño social” o de “situaciones negativas intrafamiliares”. O bien de que sufran algún tipo de discriminación en la escuela, por ejemplo. O entre sus amigos. “Estas respuestas – reflexiona Lancuba- están relacionadas con el pedido que hacen las parejas acerca de que el donante tenga un parecido físico a esta familia para que no llame la atención. Mi postura es que siempre hay que decirles la verdad a los chicos acerca de su concepción. Y asesoramos sobre cómo hacerlo.”
 
¿Qué dudas o problemas se plantean sobre la donación/recepción de material genético?
Cuando una pareja infértil o una mujer sola vienen acá es porque desean tener un hijo. Las inquietudes que presentan pasan, primero, por la salud física y psicológica del donante. Este aspecto está asegurado en todos los bancos de esperma u óvulos del mundo mediante estudios exhaustivos y previos a la donación. Luego preguntan por las características físicas en lo concerniente a resguardar el mayor parecido entre ellos y el donante.
Una expresión de cuánto pesa lo genético y biológico.
Exacto. En cambio, la paternidad y la maternidad son funciones que se van construyendo a lo largo de la vida. La donación es una situación más dentro de un contexto familiar. Quedarse ligado a lo genético me parece un tema cultural más que la realidad del procedimiento. Hay que tender a una sociedad con menos prejuicios en este sentido.
 
¿La ciencia puso otro desafío, en estos casos, acerca de la identidad?
 
En el aspecto identitario, hay visiones antropológicas, médicas, biológicas, filosóficas, no pasa solamente por el gen. La identidad es algo más complejo. Y la verdad es parte de ella. Creo que el aporte inicial de los genes queda minimizado por la carga gestacional de una mamá y el afecto familiar de toda una vida.
 
La donación, ¿debería ser abierta o anónima como hasta ahora?
Estoy a favor de que sea abierta. Creo que en la Argentina se puede explorar ese terreno en los próximos años. Que una mujer quiera donarle óvulos a otra de manera directa, por ejemplo. De hecho, existe esta instancia. Sin embargo, hay prejuicios que son necesarios trabajar a nivel social. Me encantaría que hubiera bancos públicos y que se supiera quién es el donante. Hay que avanzar hacia allí.
Sortear barreras
Alberto y Andrea tienen dos hijas mellizas que nacieron con más de seis años de diferencia. Una tiene 8, la menor 2. Una patología genética de él impedía que fuera papá biológico. Cuando habían pasado once años de pareja –y desúés de haber intentado adoptar – decidieron recurrir a un banco de esperma. No fue sencillo comunicar esta decisión a sus familias y amigos. Dice Alberto: “Tener hijos para muchos hombres va asociado a su virilidad.-Cuando yo hablaba de esto, mis amigos me preguntaban: ¿No podés tener hijos? ¿Es porque no se te para? Ese tipo de cosas”.
“Vas a perder la sangre”, fue uno de los comentarios con relación a la herencia genética. “Prefiero no tener hijos antes que hacer algo así”, fue otra de las frases hirientes que se iban filtrando entre los más cercanos. “Nos encontrábamos con verdaderos paredones”, comentan Alberto y Andrea repasando aquellos días. Y aunque dolían, no dudaron en tomar la decisión de recurrir a la donación de esperma. Hoy, con el resultado puesto, él afirma: “Las siento – y son tan hijas mías – comop cualquier padre”.
 
Después de un intento fallido, en la segunda vuelta habían obtenido ocho embriones, de los cuales se usaron la mitad y los otros cuatro fueron congelados. Así, primero nació una de las nenas y esperaqron unos años para la segunda. “Y ahora cerramos la fábrica”, bromea Alberto, ya que no quedaron más embriones. Aunque Andrea se tienta con la idea de ir por el varón…”Pero en ese caso, serían medio hermanos. En cambio ellas son hermanas mellizas”, define.
 
Saben que algún  día se  hablará acerca de cómo es que son mellizas a pesar de la diferencia de edad. Y de su origen procreativo. ¿Hay temores? Dice Alberto: “Yo le tengo miedo a lo que pueda suceder en el colegio, que las carguen o molesten con algo. Porque ellas saben que yo soy su papá. Nuestras familias y nuestros amigos saben cómo vinieron al mundo. Prefieron que lo sepan por nosotros y que no se enteren por otra persona”. Andrea agrega: “Creo que estas cosas sobre la identidad son un problema que se hacen los adultos. Para los chicos, vos sos su papá o su mamá. Y no dudan.”
 
¿Cómo nací?
Así fue cómo llegaste es un libro de Silvia Jadur y Constanza Duhalde. Jadur, psicoanalista y directora del Centro Argentino de Psicología y Reproducción, sostiene: “Todos los niños preguntan o sienten curiosidad acerca de su llegada al mundo: quieren saber cómo nacieron y de qué modo y por qué fueron concebidos. Son inquietudes naturales y, en la medida en que hallan respuesta, les permiten comprender aspectos complejos de la vida y ubicarse en una historia familiar”. Sin embargo, esta situación, común a todos los chicos, puede resultar difícil en el caso de concepciones por fertilización en las que se recurre a una o dos donaciones.
 
Janur añade: “Aún cuando los padres han tenido claro desde el inicio el deseo de compartir con su hijo esta historia, puede costarles imaginar cómo hacerlo. Para otros no es tan sencillo decidirse a relatar cómo se fueron dando las diferentes situaciones y compartir el hecho de haber requerido de la colaboración médica y, a veces, de la donación de óvulos o espermatozoides para el embarazo.”
La especialista, además señala que es importante que los adultos puedan diferenciar y discriminar los derechos en cuanto al nombre y la filiación del niño referidos a una adopción, a una donación del material genético y a lo que es apropiación de niños (el robo de su identidad). “En las personas que entregan material genético no hay deseos de maternidad ni de paternidad. No hay vínculos. El donante posibilita la existencia y la creación de una familia, nada más”, remarca.-
 
Sin embargo, en el imaginario social y colectivo existe un fuerte anclaje de lo biológico como aquello que se hereda o las cosas que se quieren transmitir. Y entrar a valer las subjetividades de lo femenino y lo masculino y de lo que es un niño y una familia. “También  se ponen en juego los discursos machistas que atraviesan la procreación; el rol de ser mujer y del ser varón. Y qué les exige nuestra cultura capitalista a un varón y a una mujer, y cuál es el ideal de familia en esa sociedad.”
 
Para salir de ese corsé es necesario – dice la experta- “cambiar el paradigma cultural para que las subjetividades puedan acoger a niños cuyos  orígenes procreativos están más allá de lo biológico y lo genético”.
¿Qué implica para los padres contarles esta historia a los niños? Afirma la especialista: “Implica volver a conectarse copn estos temas, a veces dolorosos, que tal vezs se creían olvidados. Los sufrimientos, muchas veces, quedan escondidos profundamente.
Esto hace que, para numerosas parejas, acercarse al tema no sea sencillo, que se dilate, que cueste encontrar al modo y el momento”.
Y se suma el temor del rechazo. Un fantasma que sobrevuela en los casos donde hubo una donación de óvulo o esperma o de ambos materiales genéticos. Y que suele conjurarse con el razonamiento. ¿Qué nos hace padres? ¿Somos menos padres si el proceso para llegar a serlo fue tan difícil? La verdad es que los niños no se confunden al respecto. Todo niño reconoce como padres a las personas que están allí con él todos los días, quienes le dan seguridad, afecto. Lo reconocen como hijo y lo incluyen con su nombre ene l árbol genealógico familiar”.
Las autoras de “Así fue cómo llegaste” dan algunos consejos: “Lo ideal es que el relato de los orígenes acompañe  la vida familiar desde el embarazo mismo. Si se habla naturalmente desde el principio de la búsqueda que precedió al niño, de las circunstancias del embarazo, del tratamiento o de la donación de gametas, se puede ir variando el relato y reajustarlo con el paso del tiempo en función del desarrollo del niño y de su capacidad para comprender”.
La palabra sincera y la comunicación son claves en este panorama. “Conocer el propio origen es un derecho, tanto como lo es, para los adultos, elegir cuándo y cómo ser padre o ser madre, define Jadur.
Y finalmente: “La identidad de una persona no se arma de manera determinante por los genes, lo fundamental son los vínculos, el afecto, la palabra, la seguridad, la confianza, el respeto. Criar un niño es criar un sujeto para el futuro con capacidad de elegir, de pensar, para que contribuya a construir un mundo más sensible a los dolores humanos, más solidario, con más equidades, y ser recibido en las condiciones de vida digna”.
Escrito por Alba Piotto
Publicado en Revista V I V A

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