"No somos tan distintos: hombres y mujeres necesitamos confiar en el otro"
El autor de Por qué los hombre no entendemos a las mujeres habla del papel de la cultura en ambos sexos y dice que el secreto para llevarse bien es adaptarse a las sorpresas que implica conocer a la pareja a lo largo del tiempo.
Plantear que las mujeres y los hombres son diferentes no es novedad. El secreto está en comprender esas diferencias para vivir, convivir, modificar, negociar, o simplemente aceptarlas. Esta es la idea que propone el psicólogo Guillermo Vilaseca, experto en masculinidad, en su nuevo libro Por qué los hombres no entendemos a las mujeres. En sus páginas, ahonda en la psicología masculina, se pregunta cómo son los hombres y, desde ahí, qué les pasa con sus hijos, con sus parejas, y consigo mismos.
–¿Cómo decidiste estudiar la masculinidad?
–Después de recibirme de psicólogo en la UBA, me di cuenta de que la mayoría de las pacientes eran mujeres, y me dije: o los hombres no tenemos ningún problema o en la psicología hay un vacio absoluto a la hora de ver qué les pasa a los varones, y es que culturalmente, a los varones no nos tiene que pasar nada.
–Además de las diferencias biológicas, ¿qué otras diferencias existen entre hombres y mujeres?
–La cultura nos plantea un plan distinto a unos y a otros, depende en qué entorno cultural hayas sido criado. Muchas veces se ha tratado de sellar el conocimiento científico de cómo están conformados los cerebros de hombre y de mujer para justificar las diferencias, que en realidad han sido más marcadas por la cultura que por la biología. El sentirse varón no es algo genético, es pura construcción cultural internalizada.
–¿Y por qué los hombres no entienden a las mujeres?
–Exactamente por lo anterior, porque somos criados de distintas formas con otros conceptos, reglas y estructuras.
–En el libro intentás derribar algunos mitos como, por ejemplo, el dicho de que los hombres son discapacitados emocionales…
–Cuando los hombres se juntan a hablar, no saben hablar de sus sentimientos. Nos vemos ancestralmente como héroes, rígidos y triunfadores. Los hombres se envuelven con una coraza para enfrentar la vida y el costo es perder la sensibilidad, la empatía, y perder la relación con la mujer, los amigos e hijos y, primero de todo, con uno mismo. Ser varón está ligado por completo con la potencia. El modelo cultural exige que sepas y puedas, que no llores y no muestres lo que te duele aunque te peguen de todos lados.
–¿Hay forma de romper esa coraza?
–Los hombres tratamos de romper el corset emocional al que estamos sujetos y que nos posiciona como seres sin llanto, proveedores en el hogar y siempre listos para el sexo. La lucha es ir contra los estereotipos, ese conjunto de valores que se le atribuyen no sólo al varón, sino también a la mujer. En general, la mujer puede despertar la sensibilidad rezagada del hombre, aunque también puede que no. Lo cierto es que muchas veces la mujer no se banca que el hombre sienta. Entonces, cuando él se conecta con el sentir, ella le dice «si vos siempre resolviste, ¿qué pasó ahora?, ¿te reblandeciste?», y se le exige que vuelva a ese lugar de proveedor y sostén, que resuelva.
–¿Hasta cuánto se puede cambiar por amor?
–Cuando se generan los conflictos es necesario saber de dónde viene cada uno, y hasta dónde cada persona tiene margen de poder modificar o manejar la idea de la aceptación de cada uno. Estar con otro implica modificarse, en la vida cotidiana uno aprende mucho de estar en contacto con el otro. Sin embargo, otra cosa muy distinta es que el otro te quiera hacer a imagen y semejanza de su deseo. Esto es algo que les pasa a los hombres y a las mujeres, y lo que se hace es cosificar al otro.
–¿El hombre siente la obligación de ser el proveedor de la familia?
–Hay dos cosas que nos definen tradicionalmente como hombres: nuestra eficacia sexual y económica. Fallar en esto supone una herida al narcisismo, a la autoestima y a la seguridad de un varón. La cultura patriarcal determina que la mujer se quede en la casa a cuidar de los chicos, y el hombre salga a trabajar y lleve el pan. Si bien hoy la mujer se ha desarrollado y salió al plano laboral, continúa existiendo un arrastre de estas cuestiones. Hoy los varones tenemos menos poder pero somos compelidos a comportarnos como si lo conserváramos, se nos exige muchísimo.
–La mujer también debe cumplir a la perfección con sus roles de buena madre, buena esposa y buena profesional…
–Lo que pasa es que la mujer sumó determinados roles que tienen que ver con su desarrollo laboral y cuando eso ocurre deben aflojar en otros.
–O las estructuras sociales y culturales deberían modificarse para que la mujer no tuviera que elegir entre la espada o la pared…
–Exacto. Creo que esa es la situación que estamos atravesando. Hoy en día los padres también luchan por los derechos de la familia. Por ejemplo, las asociaciones Anupa y Apadeshi lograron que la patria potestad pudiera ser compartida, y que ya no suceda que uno de los padres impida ver al hijo. El gran desafío es que aunque seamos distintos, eso no nos impida compartir.
–Otro de los mitos es que las mujeres están gobernadas por las hormonas y que por eso cuesta el entendimiento…
–Todo ser humano está gobernado por las hormonas. La experiencia del hombre es diferente porque recién se enfrenta a cambios importantes durante la andropausia, en cambio la mujer los enfrenta mes a mes. Sin embargo, el tema de las hormonas no es lo que determina la vida afectiva y emocionalidad de la mujer, y su disponibilidad para con lo afectivo es cultural. Cuando el hombre tiene sensaciones que tienen que ver con las hormonas no se lo llama cambio hormonal y se prefiere decir que se pusieron grandes y cascarrabias. Sin embargo, si pudiéramos aceptarlo, con un suplemento de testosterona no tendría que pasarla tan mal..
–¿La masculinidad ha sido subestimada?
–Las problemáticas que tienen que ver con la vulnerabilidad y fragilidad masculina han sido invisibilizadas. El hombre debe ser el fuerte, el que se las puede arreglar. Sin embargo, el reconocimiento de nuestras propias fragilidades es lo que puede fortalecernos.
–¿Cuál es el secreto para llevarse bien?
–El secreto fundamental es poder soportar las sorpresas que implica seguir conociendo al otro a lo largo de la vida. La posibilidad de pasarla bien en la vida tiene que ver con apropiarse de las transformaciones y que la sorpresa sea positiva. El amor no es sólo una cuestión de voluntad, pero influye mucho. En la actualidad, muchas parejas deciden separarse cuando se enfrentan a un conflicto pero, en principio, lo importante es apostar a una solución. Aunque también avalo la idea de que si no se encuentra, y la situación es incómoda y displacentera, se debe hacer un buen cierre para que ambos queden habilitados a encontrarse con el amor.
–Entonces, ¿de qué nos enamoramos?
–Nos enamoramos de lo que queremos ver en el otro. Vivimos en un mundo atravesado de imágenes y lo importante es que, más allá de aquello que queremos ver, podamos ver realmente a la persona como es y conservar el diálogo como principal herramienta.
–¿En qué etapa nos encontramos en cuanto al intercambio de roles y el compartirlos?
–Si bien los antiguos modelos culturales no murieron, los nuevos no se han instalado del todo. Pero se entrevé un nuevo modelo de masculinidad que se atreve a mostrar las emociones y apropiarse de ellas. Los modelos tradicionales de masculinidad están en crisis y la idea de que el hombre todo lo puede se derrumba.
–¿Cuáles son los planteos más comunes que los hombres realizan en su consultorio?
–Uno de los problemas es la desconexión con respecto a qué quieren de la vida. Llegan contando lo bien que les va y descubren que, si bien cumplieron con los deberes (familia, trabajo), lo que hacen no les importa nada porque estuvieron regidos por el deber ser y no por sus deseos. Otro de los casos es cuando no dan más y consultan después de haber sufrido un ACV, o un ataque de presión, demostrando el quiebre de la fantasía de que «lo pueden todo». La problemática de la infertilidad los conecta con la frustración de un nivel de potencia primario. Se dan cuenta de que les pasa algo cuando «no funcionan» y lo encaran desde lo funcional, cuando en realidad es más profundo. La relación con los hijos o con el padre y los conflictos familiares también se presentan como grandes preocupaciones masculinas.
–No somos tan distintos…
–Para nada. Somos seres humanos que necesitamos amor, cariño, confiar en el otro. Existen muchas barreras culturales que crean la sensación de divorcio, pero que no tienen ningún sentido. «
Actuar de hijo o esposa
Guillermo Vilaseca es coordinador de talleres grupales de reflexión sobre masculinidad. Antes de recibirse de psicólogo, inició la carrera de medicina, y luego fue profesor de matemática. Mientras enseñaba matemática a los chicos pensaba por qué a algunos les costaba más que a otros y fue así que comenzó a estudiar las teorías del psicólogo Jean Piaget. «Me di cuenta que cuando a alguien le enseñás algo para lo cual su estructura mental no está preparada, no lo puede enfrentar. Por eso para mí la psicología es un instrumento para resolver problemas», dice.
Al recibirse de psicólogo, notó que los problemas masculinos no estaban contemplados en la psicología. «Al hablar con amigos de lo que nos pasaba, descubrimos que sentíamos alivio de las tensiones cotidianas y con uno de mis amigos que también es psicólogo, decidimos hacer lo mismo para otra gente», cuenta el especialista.
En los grupos del taller, cuando alguien cuenta un problema, los otros integrantes aportan sus experiencias, y de esa forma intentan encontrar respuestas, qué pasa, por qué, si los planteos se deben a un modelo de repetición vincular, o algún tipo de frustración, entre otras causas.
«Al principio, los hombres llegaban al grupo y planteaban soluciones, o los ideales de cómo tendría que ser la vida, más que sus verdaderos problemas», explica Vilaseca. Fue así que en los grupos se decidió practicar el psicodrama. Así aparecen los problemas y las soluciones, «porque quienes interpretan a hijos o esposas, se dan cuenta de lo que es estar en esos lugares».
Escrito por Yésica De Santo – Publicado en el Diario Tiempo Argentino el 27/10/2013