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Historia, reflexiones y pensamientos de Byung-Chul Han

HEAVY METAL
Nacido en 1959, en Seúl, una megalópolis tecnológica de más de diez millones de habitantes, Byung-Chul Han hoy vive y escribe en la algo más tranquila Berlín, donde también dicta sus clases en la Universidad de Artes y es uno de los filósofos vivos más traducido, leído y discutido. A diferencia de otros autores, con sus intervenciones Han logró hacer trascender su obra más allá de los encorsetados círculos académicos. Por ejemplo, La Sociedad del cansancio, traducido a varios idiomas, agotó numerosas ediciones y se transformó de inmediato en un best-seller filosófico.
La carrera de Han es meteórica y brillante si además se tiene en cuenta que durante buena parte de su juventud se dedicó a estudiar metalurgia en la Universidad de Seúl. Abandonó después de provocar accidentalmente una explosión que casi lo mata -o por lo menos lo deja ciego- durante un experimento casero con sustancias químicas. Han era un nerd que se la pasaba investigando con materiales y en alguna entrevista (de las poquísimas que concedió)- reconoce que la tarea del filósofo y la del alquimista guardan estrechos y explosivos vínculos. Luego del accidente, a los 26 años y sin saber el idioma, llegó a Alemania con el pretexto de continuar sus estudios en metalurgia, siguiendo el mandato familiar. Pero sus planes en verdad eran otros: mintió a sus padres y se puso a estudiar Literatura Alemana y Teología en la Universidad de Munich. Su ritmo de lectura, algo ralentado, lo obligó a pasarse a Filosofía en la Universidad de Friburgo, donde, en 1994, finalmente se doctoró con una tesis sobre Martin Heidegger, junto a Nietzsche uno de los autores centrales en los desarrollos de Han, que en sólo nueve años adoptó un idioma hasta entonces desconocido y comenzó una prolífica carrera en pleno desarrollo.
“El lamento del individuo depresivo, Nada es posible, solamente puede manifestarse dentro de una sociedad que cree que Nada es imposible.” Han observa cómo mientras se enaltecen la hiperactividad, la aceleración, el rendimiento, la exposición y el no límite de la productividad, también crecen, a ritmo constante, el cansancio de la información, la fatiga de la atención, el burn out laboral, los trastornos de la personalidad y la depresión generalizada. En Topología de la violencia, traza una genealogía física que culmina, en la actualidad, con una descripción de los males provocados por la interiorización de la violencia bajo la sociedad de rendimiento: “La decapitación en la sociedad de la soberanía, la deformación en la sociedad disciplinaria y la depresión en la sociedad del rendimiento son estadios de la transformación topológica de la violencia. La violencia sufre una interiorización, se hace más psíquica y, con ello, se invisibiliza. Se desmarca cada vez más de la negatividad del otro o del enemigo y se dirige a uno mismo”. Para Han, la sociedad disciplinaria descripta por Michel Foucault, donde todavía rige el no, ya no da cuenta del estado actual de cosas: “Su negatividad genera locos y criminales. La sociedad de rendimiento, por el contrario, produce depresivos y fracasados”.
En La sociedad de cansancio describe cómo la fatiga infinita que acosa al hombre contemporáneo se origina cuando cada sujeto, bajo la apariencia de la libertad, de manera voluntaria, emprende un intensivo proceso de autoexplotación. Detrás del “Impossible is nothing”, del “¡Sí, se puede!” global, una maquinaria invisible diseñada como libertad empuja a cada individuo hacia la autoexplotación. Para Han, la consolidación del neoliberalismo reside en que el exceso de positividad, manifestado como un uso desinhibido de la libertad, ofrece infinitos incrementos en la tasa de rendimiento. El capital, expandido “psicopolíticamente” en la mente de cada individuo, sería ampliamente más poderoso y rendidor que cualquier forma de coacción externa, disciplinaria.
Así, arrojado de manera carcelaria a su propia y obligada libertad, el sujeto de rendimiento contemporáneo implosiona ante una carrera absurda por la mejora, el consumo y la atención sobre sí. La libertad tan anhelada, se transforma en un nuevo esclavismo bajo la sociedad neoliberal, que la convierte en su principal insumo. La sociedad de rendimiento prescinde de cualquier tipo de negativa coerción externa: los sujetos de rendimiento se abalanzan gustosos y convencidos hacia su propia autoexplotación: “La positividad del poder es mucho más eficiente que la negatividad del deber”, advierte.
Atrapado en su rueda de hamster narcisista, donde gira cada vez más rápido sin saber bien hacia dónde ni por qué, el sujeto de rendimiento, un Yo hipertrofiado, sufre la violencia de la positividad que se expresa en aquellas enfermedades, cada vez más frecuentes, que provienen del propio sujeto. Al respecto, Han advierte que un severo “trastorno en la estructura de la gratificación”, asociado a la ausencia de un “otro”, obliga a producir cada vez más. Se trabaja “en lo abierto”, sin formas conclusivas que detengan la curva de optimización que devora el corazón de los autoexplotados. Como resultado, el Yo se hunde en una repetición narcisista y nunca se encuentra satisfecho: “En esta sociedad de obligación, cada cual lleva consigo su campo de trabajo forzado. Y lo particular de este último consiste en que allí se es prisionero y celador, víctima y verdugo a la vez”.
“Para incrementar la productividad, no se superan resistencia corporales, sino que se optimizan procesos psíquicos y mentales. El disciplinamiento corporal cede ante la optimización mental.” Las cada vez más difundidas técnicas de mejora neuronal (“neuroenhancement”) encubren la existencia de una verdadera “sociedad del dopaje” en la cual el ser humano es constantemente provocado a la optimización. Su contrapartida: la sociedad del cansancio y la depresión.
Escrito por Ignacio Navarro, publicado en R A D A R

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