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In Memoriam Dr. Eduardo "Tato" Pavlovsky

2100410El pasado 4 de octubre murió Tato, mi terapeuta y el padre de Federico -mi mejor amigo-. Cuántas veces lo escuché hablar sobre las enseñanzas «del viejo», como él lo llamaba: estudiar todos los días, hacer ejercicios, producir, cuestionarse a uno mismo. Con Federico compartimos la residencia, una revista hospitalaria que se llamaba, Parte de Residencia, y el Capítulo Psiquiatras en Formación (PEF) de Apsa, entre tantas otras actividades e intereses.
Mi primer encuentro con Tato fue cuando filmaba, Potestad; entré en el camarín y no paraba de hablar, yo, claro. Él me miraba como si fuese un bicho raro, esperando que finalmente hiciera una pausa, pero era in´putil, cuando estoy nervioso s cuando más hablo.
En el 2008 fuimos a verlo para comenzar a realizar grupos terapéuticos. Fuimos a su casa en la calle Sucre, y ese fue el primer día que entré, sin saber que después iba a ir allí como paciente de grupo. De él recibimos las bases y herramientas grupales.
Más tarde cuando el PEF organizó el taller de formación política, Tato presentó la obra Los condenados de la tierra, de Frantz Fanon y, además, asistió como público a la presentación del libro de Mao. Sobre la contradicción. De allí surgiero dos cenas, una con el ex juez de la Corte Suprema, Dr. Raúl Zaffaroni y otra con el diputado Juan Carlos Dante Gullo. Más allá de las personalidades, fueron encuentros tensos. Con Gullo estábaos Tato, Juan (hijo de Dante), Federico y yo. Tato que estaba muy interesado en la charla, lo primero que preguntó es: Dante, ¿Qué opinás sobre el enriquecimiento de algunas personas del gobiero? Federico y yo nos queríamos esconder debajo de la mesa. Era así, Tato decía lo que pensaba.
Un día recibí a un paciente que me dijo: «Vengo de parte de Tato Pavlovsky». Ese día yo flotaba sobre la calle.
Cuando estuvo mal clínicamente, Federico me pidió que lo acompañar. Vi en él otra faceta, me trató como un doctor, me contestó lo que le preguntaba, sentí su respeto.
Más tarde se convirtió en mi terapeuta y cambió mi vida; la metáfora, el psicorama, me dieron otras posibilidades. «Uno es un ser de la posibilidad», como dice Soren Kierkegaard. El encuentro con este gran hombre hizo posible que pudiera transitar caminos maravillosos, hasta antes, desconocidos. Tato enseñaba con su ejemplo, mostraba como llevar el timón de la propia vida; estudiando trabajando, cuestionándse, aceptando contradicción.
Recuero un día en un bar en donde le conté que trabajaba diez horas por día y me respondió: «Como un taxista»; Salí temblando. Luego leí el capítulo, «La vida en el consultorio», del libro de Federico, Te tengo bajo mi piel, que relata la alieación de un psiquiatra encerrado en su consultorio, desconectado de su vida íntima y social. Y pensé, se trata de eso, de cuestionarse hasta los huesos, y aal mismo tiempo de ser cuidadoso con uno mismo.
Fueron cuatro años de terapia con Tato todos los viernes, y son quince años de intensa amistad con Federico.
Si bien aquí no pongo el énfass en la gran producción intelectual de Tato, lo que quiero expresar es la transformación que se genera en el encuentro con un sabio, con un ser de un compromiso ético extraordinario, con un obrero del conocimiento.
Siempre voy a agradecer el privilegio de haberlo conocido.
Escrito por el Dr. Alejandro Brain
Publicado en Sinopsis, revista de la Sociedad de Psiquiatras Argentinos – Año 28 – N° 56

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