¿Por qué no podemos hacer el amor sin palabras?

En efecto, el arrebato amoroso consiste en el monólogo que cada uno sostiene con el reflejo de su propia imagen. El amor, en cambio, comienza con la diferencia. Hacer el amor es una experiencia que excede al encuentro íntimo y sexual entre dos personas. Hacer el amor es también y tan bien el hacer inmanente a ese encuentro amoroso; el amor es un hacer que pide signos, requiere de señales, de gestos, de actos: el amor se demuestra. Una caricia sin sentido deja a la mujer sin semblante. Porque si ella es la dueña del enigma, de la sombra, de aquello más allá de la ley, el hombre, en cambio, es quien la ampara con las palabras que sólo ella puede causar.
Por esto es muy distinto cuando un hombre le hace el verso a una mujer que cuando un hombre hace verso de Una mujer. Es que lapalabra tiene sus riesgos. Porque si la primera formulación no va más allá de la demanda (más o menos velada, más o menos hábil u oportuna), la segunda en cambio pone en juego un más allá que el hombre no controla. Hacer el amor es considerar que hay que hacer verso de esa experiencia, que en ese terreno de la diferencia insoslayable, donde hay una escritura imposible, es fundamental inventar algo nuevo, un espacio de escritura hablada, sentida, gozada por quienes consienten ese encuentro. La fidelidad es la decisión de admitir ese acontecimiento y por lo tanto es un hacer. Pero cuando se hace el amor, lo que resulta es algo radicalmente nuevo: un nuevo amor, un sujeto distinto. No es la sumatoria de uno y otro, sino una novedad que no puede deducirse de ninguno de los dos. Los dos han generado un efecto sujeto, como Alain Badiou dice de esta manera: “Los amantes entran como tales en la composición de un sujeto del amor que los excede a uno y a otro”.
Escrito por Sergio Zabalza y Carolina Rovere. Psicoanalistas
Publicado en Tribuna C L A R I N – 15/02/2016