¿Ya pocos se preocupan por escribir bien y cultivar la lectura?
En los últimos años, me he dedicado a enseñar escritura no literaria a estudiantes de grado y postgrado de las universidades de Harvard y Yale y la Escuela de Periodismo de Columbia. Todos los semestres espero no tener nada que enseñarles a mis alumnos porque ya saben escribir.
Y cada semestre descubro, una vez más, que no saben escribir de manera clara y simple, y con atención y apertura a sus propios pensamientos y sentimientos y el mundo que los rodea.
Ese tipo de escritura –clara, directa, humana- y las lecturas en que se basa son la base misma de las humanidades, un conjunto de disciplinas que básicamente es un intento de analizar y comprender la actividad cultural, social e histórica de nuestra especie a través del medio del lenguaje.
Son tiempos difíciles para la enseñanza de humanidades. Eso señala un nuevo informe de la Academia de Artes y Ciencias de los EE.UU., y lo corrobora la experiencia de casi todos los que enseñan en una universidad. Los estudiantes dicen que se sienten presionados –por sus padres, por la deuda que contraen, por la sociedad en general- a elegir carreras que estiman los llevarán por el camino más directo a un buen empleo. Con demasiada frecuencia, eso significa obviar las humanidades.
En otras palabras, hay un énfasis vocacional cada vez más estrecho en la forma en que alumnos y padres eligen qué estudiar en la universidad. El resultado es que la cantidad de alumnos que egresan de humanidades se ha reducido marcadamente. En el Pomona College –donde yo estudié-, este año egresaron 16 estudiantes con especialización en letras de un alumnado de 1.560, un porcentaje mínimo. En 1991, 165 alumnos egresaron de Yale con un título en literatura inglesa. Para 2012, la cantidad se había reducido a 62. En 1992, las dos principales especializaciones de Yale eran historia y letras. En 2013, son economía y ciencias políticas. Los padres siempre se preocupan cuando sus hijos eligen especializarse en letras.
¿Para qué sirve una especialización en letras?
En cierto sentido, la mejor respuesta es “esperen y vean qué pasa”, respuesta que no satisface a nadie pero que es una respuesta real que refleja la versatilidad de pensamiento y lenguaje que brinda el estudiar literatura.
Estudiar humanidades debería ser como estar parado con colegas y alumnos sobre la cubierta de un barco que recorre la infinita costa de la experiencia humana. Pero, con la especialización y la estrechez técnica que hoy se encuentra en un curso de grado, uno siente que las personas se han recluido en diminutas cabinas en las entrañas del barco, desde las cuales sólo pueden ver un pequeño fragmento de lo que podría ser la costa o un banco de niebla o el lomo de una ballena.
Hay una postura mental algo literal en el alejamiento reciente de las humanidades. Esto sugiere una serie de cosas: 1) el apuro por conseguir que la educación rinda frutos presupone que vale la pena adquirir sólo las habilidades aplicables de forma más inmediata (si bien eso no explica la popularidad actual de las ciencias políticas); 2) las humanidades suelen explicar muy mal cuál es su importancia; 3) las humanidades suelen enseñarse mal. No hay que elegir sólo una de estas explicaciones.
Las tres son válidas.
Lo que muchos alumnos no saben –y lo que muchos de sus profesores no han podido transmitirles- es lo valioso que resulta el don principal que aportan las humanidades. Ese don es la claridad de pensamiento y escritura y un amor de por vida a la literatura.
Escribir bien era un principio fundamental de las humanidades, tan esencial como el conocimiento de la matemática o la estadística en las ciencias.
Pero escribir bien no es sólo una habilidad utilitaria. Tiene que ver con desarrollar gracia racional y energía en la conversación con el mundo que nos rodea.
Nadie ha encontrado la manera de ponerle un signo pesos a este tipo de conocimiento y dudo que alguien alguna vez lo haga. Pero todos los que lo poseen –independientemente de cómo y cuándo lo hayan adquirido- saben que es un legado poco común y precioso.
Escrito por Verlyn Klinkenborg (The N e w Y o r k T i m e s, 2013)
Traducido por Elisa Carnelli
Publicado en C L A R I N 21/07/2013