La enfermedad no impide la salud
No existen los «enfermos», sino que hay personas que sufren una enfermedad. No se «es» enfermo, sino que se sufre una dolencia, si bien nadie merece ser esencialmente definido por ella.
Para ampliar la mirada respecto a este tema, les proponemos la lectura de este artículo
Cumplir las obligaciones es también un derecho
La enfermedad no impide la salud. La frase pertenece al ya fallecido psicólogo sanitarista Carlos Campelo, creador de los conocidos talleres del hospital Pirovano. Vale recordarla a la hora de darnos cuenta de que sufrir alguna dolencia no inhabilita que se pueda desplegar el potencial humano del que nadie carece, ese palpitar vital al que llamamos Salud, así, con mayúscula.
Quienes emprenden el camino de educarse más allá de sus problemas psicológicos o físicos, utilizando para ello lo que la sana institucionalidad puede ofrecerles, son muestra de esa capacidad humana de ser sanos, aunque se pueda sufrir alguna patología.
La salud es la vida misma, mientras que, la enfermedad, es un accidente de dicha salud, un obstáculo que se afronta con actitud, la que, sin dudas, no falta en quienes emprenden el camino de crecer sin detenerse en lo que falta, sino que, potenciando lo que existe, se le animan a la vida.
Cumplir con programas y exigencias, con horarios, con contenidos que deben ser asimilados para aprobar y recibir un título, habla de ganas, de vitalidad. Cuando nos detenemos a reflexionar sobre las cosas últimas, vemos que son esas ganas y vitalidad los indicadores más fehacientes de lo que es salud, sobre todo, salud anímica.
Por eso, el derecho a la educación se complementa con la gozoza obligación de cumplir con exigencias, en este caso, las que habilitan, al final del camino, a decir: «Me gradué», y sonreír con orgullo. Es que el derecho a poder cumplir con obligaciones es uno de los menos estudiados, pero es uno de los que más se emparientan con la dignidad, esa que tanto tiene que ver con la salud mental.
Asistir no es ser asistencialista. Ayudar no es regalar lo que no debe regalarse. Por eso, muchos agradecen que no se les vea como incapacitados y «carenciados» a los que hay que tratar con lástima, y valoran que se los vea como «pudientes», como personas que pueden más allá de sus limitaciones, y como pudientes que son, se les marque la cancha, yendo a sus casas si es necesario, teniendo en cuenta la naturaleza de su problemática, pero yendo para llevarles tarea, no para ahorrársela tratándolos de «pobrecitos».
No existen los «enfermos», sino que hay personas que sufren una enfermedad. No se «es» enfermo, sino que se sufre una dolencia, si bien nadie merece ser esencialmente definido por ella. Las personas son eso: personas, y desde allí se las ven con los desafíos que la vida les pone enfrente. La salud es aceptar ese desafío con dignidad y entusiasmo, como esos estudiantes que reciben el diploma que certifica que han optado por dar lo mejor de sí y son reconocidos por ello por quienes testimoniamos su esfuerzo con gratitud.
Escrito por Miguel Espeche
Publicado en L A N A C I O N 07/02/2013