Nuevas masculinidades
De pequeño no cultivé pasión por el fútbol, recuerdo haber intentado aprender creyendo que tal vez era cuestión de relajarme y disfrutar de la cancha.
Después de un tiempo pude darme cuenta de que era un deseo infantil que nacía de las ganas de ser socialmente aceptado entre varones. No puedo borrar el momento del tradicional ¨pan y queso¨ para seleccionar a los integrantes de cada equipo antes del juego, en esos minutos todo se transformaba en sudor en mis manos, ser el último, ese que no jugaba bien, ¨el maleta¨, ese que nadie quiere en su equipo de fútbol.
Comprendo que la necesidad de socializar con varones de mi edad se veía reducida a compartir momentos, reuniones sociales y deportivas, donde la competencia era lo primordial y la violencia, moneda corriente. Sentirse integrado era también naturalizar que la competencia sería un determinante en la construcción de mi identidad.
Los principales actores influyentes en esa construcción fueron sin ninguna duda mi viejo y abuelo. Para ellos debía hacer actividades de nene, donde se reivindique el género genital de mi cuerpo a través de la naturalización de construcciones sociales y concepciones de la realidad que sólo se reproducen para alimentar el patriarcado, reprimiendo deseos internos de niños y niñas, imponiendo lo que se puede o se debe hacer según la genitalidad de los cuerpos, esto significa simplificar la construcción de la identidad y de la masculinidad a estereotipos sexistas.
En los últimos años se estableció al género autopercibido como una política pública para que las nuevas generaciones puedan ser más libres. De cualquier modo, las leyes son leyes, palabras que brindan un marco legal, pero para producir el cambio cultural se deben combatir los estereotipos que generalizan que todas las personas somos iguales cuando en realidad lo mejor que tenemos como seres humanos es la diversidad, las diferencias.
Este año me tocó despedir a uno de los principales exponentes de la construcción de mi masculinidad, mi abuelo. Despedida física, no emocional porque a las personas que se quiere mucho no se las puede despedir del todo, y así me veo hoy tratando de recordar las últimas charlas, nuestros últimos momentos que se mezclan con tiempos pasados, con mi niñez y su forma machista que se fue modificando con los años, porque prefiero quedarme con en el último almuerzo que compartimos, donde pude sentir su maduración al hablarme del aborto, de la interrupción voluntaria del embarazo, jamás pensé que su postura fuera a favor, mucho menos pensé que me deseara que sea feliz regalándome un abrazo.
Tal vez sean mis ganas de recordarlo como un hombre que con los años se transformó en varón. Porque ser varón significa no establecer posiciones de subordinación sobre las mujeres, voy a guardar este mensaje, el de un hombre maduro que pudo transformarse.
La construcción de nuevas masculinidades libres de machismo es primordial para dar respuesta a los altos niveles de discriminación a la diversidad y la violencia hacia las mujeres.
Escrito por Matías Alejandro Romero
Enviado por Gabriela Marchi
Publicado en Vamos a la par