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Prólogo de David Szyniak al libro “Por qué los hombres no entendemos a las mujeres” de Guillermo A. Vilaseca


En acto, este libro nos muestra una forma de trabajo que intenta no caer en reduccionismos simplificadores, a través de relatos de historias de vida, del desarrollo de tensiones conflictivas actuales, de diálogos no concluyentes pero esclarecedores, de abrir escenas de la vida conyugal; es en éstas y otras dimensiones donde se lee la mirada, pero fundamentalmente el aquilatado trabajo de Vilaseca. Salirse de respuestas universales, por el sendero de poner a producir su experiencia, dan como resultado este texto; la escritura de una práctica.
“…Mira que cosa más linda, más llena de gracia, es esa chiquilla que viene y que pasa con un dulce balancear camino del mar…
Ah! Por qué estoy tan solo 
Ah! Por qué todo es tan triste…”
Tom Jobim y Vinicus de Moraes
Con su estilo cadencioso, el poeta brasileño, Vinicius de Moraes, le canta a la garota de  Ipanema. Su voz exuda el intento inacabable por salir de la soledad masculina. Quiere dar respuesta a eso inexplicable: el misterio femenino. Este intento por comprehender, siempre fallido, puede transformarse en música, en violencia, o por qué no, en investigación.
Esta pregunta atraviesa nuestra tradición occidental. En su dispositivo de trabajo, Freud encuadra el interrogante: ¿qué quiere la mujer? Esto lo llevó a bucear en las complejidades de la sexualidad femenina. Arma hipótesis, revisa la relación madre/hija, propone casos clínicos, vuelve sobre sus pasos una y otra vez. El mismo J. Lacan, re-trabajando la experiencia clínica psicoanalítica, aporta desde una concepción más estructural dos apotegmas que atraviesan su obra. El primero, “no hay relación sexual”, es la fórmula de una equivalencia siempre buscada e imposible de escribir. La otra, que espantó a las feministas de los años ‘70, “la mujer no existe”, es una forma equívoca del lenguaje que soporta que las mujeres siguen manteniéndose, en su goce, como un territorio desconocido, singular.
¿Existe como contrapartida un recién nacido enigma masculino? ¿O sólo resta ese murmullo de fondo que repite “los hombres son todos iguales”?
A partir de los caminos abiertos con la pregunta por el enigma femenino, y esta inquietante sorda insatisfacción en lo masculino, convocamos, con algunos colegas de otras disciplinas, a un primer encuentro de hombres. La postal es soleada, estamos en Río de Janeiro, donde vivía yo en esa época; finales de los setenta. Este pionerismo nos enfrentó con algunas cuestiones que nos sorprendieron. ¿Qué teníamos que hacer? ¿Imitar a las reuniones de mujeres? ¿Hablar de lo que nos apasionaba: fútbol y política? Empezamos a balbucear. Pero el poeta nos recuerda, “navegar es preciso”, y eso intentamos. Organizamos las reuniones para conversar, aunque no supiéramos bien de qué. No era poco.
A principios de los 80 yo había vuelto a Buenos Aires y el dispositivo estaba más aceitado. Nos juntamos con Guillermo para elaborar reuniones de hombres, pensar en conjunto distintos temas y las maneras de enfocarlos. De esta forma leíamos algunas cuestiones que insistían en los talleres: la relación del hijo varón con su padre, los vaivenes de la amistad, el erotismo en la vida en pareja, la estereotipación de roles sin matices en la vida familiar y los riesgos de hacer consistir roles heroicos.
Luego llegó el momento de seguir cada uno su camino. Yo abrevé en los puertos psicoanalíticos, dónde seguí preguntándome por las mismas y otras cuestiones bajo la óptica de una clínica lacaniana. Nunca dejé de asombrarme, más allá de las distancias, del trabajo experimental que Guillermo continuaba realizando con varones y con diversos encuadres.
Este libro justamente, es sin duda producto de sus experiencias y se inscribe en las búsquedas actuales en las cuales se articulan lo autobiográfico en la trama del texto, dándole una espesura muy particular. De esta forma los relatos de la conflictiva actual  de la condición masculina, mostrada a través de numerosos ejemplos tomados de  los diferentes ámbitos de lo trabajado, se encuentra mechada con relatos de otros escritores. Es de esta forma, por ejemplo cómo Guillermo toma un fragmento de J. Cheever. Historia entre un padre y un hijo que viven separados. En el relato se mezcla la ternura del breve encuentro soñado y anticipado por ambos, con el desgarrador sentimiento de soledad que va tomando la escena; la sordera de un padre que quiere regalar un trazo de él para que su hijo se lo lleve en su viaje, y casi simultáneamente, en el mismo movimiento y sin proponérselo, transmite su odio, su frustración, su rabia. Aquí lo vemos a Vilaseca situarse en el New York de los ‘50, y al hacer su elección del fragmento, apostar a una sensibilidad  masculina compleja, donde en un guiño cómplice nos dice: “…no hay soluciones únicas ni mágicas, ni cuentos con final feliz…”
Y ahí vamos; si la identificación con el maravillosos Willy Loman, personaje de “La muerte de un viajante” de A. Millar, es a pérdida total, ¿habrá algún lugar donde buscar respuestas actuales conclusivas a la condición masculina?
 
En acto, este libro nos muestra una forma de trabajo que intenta no caer en reduccionismos simplificadoras, a través de relatos de historias de vida, del desarrollo de tensiones conflictivas actuales, de diálogos no concluyentes pero esclarecedores, de abrir escenas de la vida conyugal; es en éstas y otras dimensiones donde se lee la mirada, pero fundamentalmente el aquilatado trabajo de Vilaseca. Salirse de respuestas universales, por el sendero de poner a producir su experiencia, dan como resultado este texto; la escritura de una práctica.
 
Si la condición masculina actual está en crisis articulada, a la nombrada declinación de la función paterna o al cuestionamiento creciente de cualquier forma de autoridad, éste libro es respuesta y apuesta de este momento. Bienvenidos entonces los interrogantes si producen un efecto de trabajo creativo, aunque sólo lo sabremos a posteriori por sus frutos. Pero con el libro en la mano podemos decir que el camino ha comenzado muy bien, y parafraseando a Jorge L. Borges recordemos que leer y escribir son dos formas posibles de la felicidad.

Escrito por David Szyniak
Ediciones B. Argentina. 2013. 208 páginas.

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