EMDR un nuevo hito en la búsqueda de abordajes terapéuticos eficaces a los padeceres contemporáneos.
Desde el origen de la humanidad, el hombre ha tratado de crear alternativas ante los conflictos derivados de experimentar situaciones traumáticas.
En mi formación como psicólogo me apasionaron las investigaciones de Jean Piaget, Pichon Riviere, Sigmund Freud y Jacob Levi Moreno, entre otros. Con ellos aprendí la aventura de sostener los interrogantes que genera la práctica clínica cotidiana y a reconocer los límites e imposibilidades de los tratamientos establecidos como válidos en una época.
Esta libertad de pensamiento y este interés por descubrir nuevas herramientas me llevó por diferentes caminos: tanto los que hacen foco en el aspecto verbal de la comunicación, como aquellos que se centran en lo corporal, lo emocional, lo cognitivo y lo relacional.
Así he incursionado entre otras en las Técnicas Corporales, el Psicoanálisis, la Gestalt, el Psicodrama, la Psicología Social, la Teoría Sistémica, el Cognitivismo y en Movimientos Oculares de Desensibilización y Reprocesamiento – EMDR – .
EMDR es un instrumento que, desde mi perspectiva, articula diferentes conceptos brindándo una herramienta focalizadora y de abordaje breve para afrontar situaciones que en muchos casos llevaban a la medicación y a largos procesos.
Su origen data de 1987 cuando la psicológa norteamericana Francine Shapiro noto que la estimulación simultánea de órganos bilaterales, como son los ojos, pies, manos, hombros, etc reducía la intensidad de la angustia producida por los pensamientos negativos e inició en 1989 una investigación con veteranos de guerra y con víctimas de abuso sexual. La práctica sistemática de protocolos basados en su descubrimiento le permitieron corroborar que EMDR es una herramienta válida para el tratamiento del Trastorno por Stress Postraumático.
A partir de estos desarrollos me atrevo a considerar que cuando una persona pasa por una experiencia traumática, de cualquier calibre, a partir de la cual comienza a padecer dolor psíquico, pudiendo ser éste reconocido o no, el impacto por ese hecho traumático aparece en todas las áreas de su existencia: lo corporal, emocional, cognitivo y relacional.
Para poder hacer un tránsito eficaz de procesamiento y desensibilización, posibilitar una reinserción en el aquí y ahora; mirar el mundo de posibilidades que es el futuro sin que el pasado actúe como cristal turbio velando el horizonte; considero que se hace necesario abordar el trabajo en forma simultánea en todas estas dimensiones.
Afrontar el impacto de un suceso traumático en un aspecto parcial fomenta la disociación, como tan claramente describía aquel chiste “me sigo orinando pero ahora no me importa”.
La idea es tener en cuenta el impacto que cada hecho tiene para cada persona en todas las áreas: corporal, emocional, cognitiva y relacional. Apoyarnos en la capacidad de procesamiento que tiene nuestro sistema cerebral cuando disponemos de su rendimiento pleno a partir de la activación de ambos . Los protocolos especiales de abordaje y tratamiento aportados por el EMDR son una guía para avanzar desde la escena del suceso vivido como origen del padecimiento sosteniendo la articulación en forma permanente de todas las áreas.
Esta metodología me ha permitido afrontar desde trastornos derivados de situaciones violentas: robos, asaltos, maltratos, abusos, despidos, hasta ataques de pánico, situaciones de impotencia, síntomas psicosomáticos, creencias invalidantes, miedos, fobias, así como la fatiga y el estrés generados en el desempeño de los roles profesionales y laborales.
Cotidianamente observamos cómo alguien queda paralizado ante la vista de un insecto, se angustia ante la posibilidad de hablar en público, no encuentra la forma de presentarse ante un pedido de trabajo, o corre el riesgo de ser atropellado por un auto por no cruzarse con un perro, quedando de esta forma inhabilitado para dar la respuesta adecuada a lo que realmente está sucediendo.
Independientemente de cómo se pueda catalogar cada experiencia, hay un monto de dolor que ésta en juego. Desde este abordaje subrayamos la importancia de ubicar la emoción en el cuerpo sosteniendo la conexión mente / cuerpo. La estimulación de los mecanismos naturales inherentes a cada sujeto, guiado por el profesional tomando decisiones clínicas de intervención, pone en marcha el sistema de procesamiento de información del cerebro. La reducción de la sintomatología y el cambio en las creencias invalidantes, derivan en una recuperación de la autoestima y facilitan encarar futuros caminos personales.
La duración de los tratamientos varía de acuerdo a cada situación, pero se ha visto que algunos procesos que han llevado años y se encontraban estancados, logran dinamizarse de manera sorprendente.
Partiendo de que para este enfoque en el fondo de toda patología hay una situación traumática que le dio origen, el terapeuta trabaja en un primer momento sobre la identificación del incidente traumático. Posteriormente utiliza un protocolo estructurado que ayuda al paciente a seleccionar los aspectos que le generan mayor monto de angustia. Durante la estimulación bilateral aparecen otras partes de la memoria traumática junto con otros recuerdos “olvidados”. El proceso es guiado por el profesional tomando decisiones clínicas de intervención que lleven al paciente a procesar la información que llega a su mente, logrando lo que la psicóloga norteamericana dio en llamar “resolución adaptativa” con la consiguiente reducción de la sintomatología, un cambio en sus creencias, derivando de este modo en un incremento en la autoestima que mejora sin duda su calidad de vida y facilita encarar proyectos de futuro recorriendo nuevos caminos personales, ya sin la pesada carga.
Así he incursionado entre otras en las Técnicas Corporales, el Psicoanálisis, la Gestalt, el Psicodrama, la Psicología Social, la Teoría Sistémica, el Cognitivismo y en Movimientos Oculares de Desensibilización y Reprocesamiento – EMDR – .
EMDR es un instrumento que, desde mi perspectiva, articula diferentes conceptos brindándo una herramienta focalizadora y de abordaje breve para afrontar situaciones que en muchos casos llevaban a la medicación y a largos procesos.
Su origen data de 1987 cuando la psicológa norteamericana Francine Shapiro noto que la estimulación simultánea de órganos bilaterales, como son los ojos, pies, manos, hombros, etc reducía la intensidad de la angustia producida por los pensamientos negativos e inició en 1989 una investigación con veteranos de guerra y con víctimas de abuso sexual. La práctica sistemática de protocolos basados en su descubrimiento le permitieron corroborar que EMDR es una herramienta válida para el tratamiento del Trastorno por Stress Postraumático.
A partir de estos desarrollos me atrevo a considerar que cuando una persona pasa por una experiencia traumática, de cualquier calibre, a partir de la cual comienza a padecer dolor psíquico, pudiendo ser éste reconocido o no, el impacto por ese hecho traumático aparece en todas las áreas de su existencia: lo corporal, emocional, cognitivo y relacional.
Para poder hacer un tránsito eficaz de procesamiento y desensibilización, posibilitar una reinserción en el aquí y ahora; mirar el mundo de posibilidades que es el futuro sin que el pasado actúe como cristal turbio velando el horizonte; considero que se hace necesario abordar el trabajo en forma simultánea en todas estas dimensiones.
Afrontar el impacto de un suceso traumático en un aspecto parcial fomenta la disociación, como tan claramente describía aquel chiste “me sigo orinando pero ahora no me importa”.
La idea es tener en cuenta el impacto que cada hecho tiene para cada persona en todas las áreas: corporal, emocional, cognitiva y relacional. Apoyarnos en la capacidad de procesamiento que tiene nuestro sistema cerebral cuando disponemos de su rendimiento pleno a partir de la activación de ambos . Los protocolos especiales de abordaje y tratamiento aportados por el EMDR son una guía para avanzar desde la escena del suceso vivido como origen del padecimiento sosteniendo la articulación en forma permanente de todas las áreas.
Esta metodología me ha permitido afrontar desde trastornos derivados de situaciones violentas: robos, asaltos, maltratos, abusos, despidos, hasta ataques de pánico, situaciones de impotencia, síntomas psicosomáticos, creencias invalidantes, miedos, fobias, así como la fatiga y el estrés generados en el desempeño de los roles profesionales y laborales.
Cotidianamente observamos cómo alguien queda paralizado ante la vista de un insecto, se angustia ante la posibilidad de hablar en público, no encuentra la forma de presentarse ante un pedido de trabajo, o corre el riesgo de ser atropellado por un auto por no cruzarse con un perro, quedando de esta forma inhabilitado para dar la respuesta adecuada a lo que realmente está sucediendo.
Independientemente de cómo se pueda catalogar cada experiencia, hay un monto de dolor que ésta en juego. Desde este abordaje subrayamos la importancia de ubicar la emoción en el cuerpo sosteniendo la conexión mente / cuerpo. La estimulación de los mecanismos naturales inherentes a cada sujeto, guiado por el profesional tomando decisiones clínicas de intervención, pone en marcha el sistema de procesamiento de información del cerebro. La reducción de la sintomatología y el cambio en las creencias invalidantes, derivan en una recuperación de la autoestima y facilitan encarar futuros caminos personales.
La duración de los tratamientos varía de acuerdo a cada situación, pero se ha visto que algunos procesos que han llevado años y se encontraban estancados, logran dinamizarse de manera sorprendente.
Partiendo de que para este enfoque en el fondo de toda patología hay una situación traumática que le dio origen, el terapeuta trabaja en un primer momento sobre la identificación del incidente traumático. Posteriormente utiliza un protocolo estructurado que ayuda al paciente a seleccionar los aspectos que le generan mayor monto de angustia. Durante la estimulación bilateral aparecen otras partes de la memoria traumática junto con otros recuerdos “olvidados”. El proceso es guiado por el profesional tomando decisiones clínicas de intervención que lleven al paciente a procesar la información que llega a su mente, logrando lo que la psicóloga norteamericana dio en llamar “resolución adaptativa” con la consiguiente reducción de la sintomatología, un cambio en sus creencias, derivando de este modo en un incremento en la autoestima que mejora sin duda su calidad de vida y facilita encarar proyectos de futuro recorriendo nuevos caminos personales, ya sin la pesada carga.