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El éxito sube por la escalera de la música

musicaCondoleezza Rice, canciller de Bush, se formó como concertista de piano. Alan Greenspan, el ex presidente de la Reserva Federal, era clarinetista y saxofonista profesional. Bruce Kover, el multimillonario es un gran pianista. Muchas investigaciones vinculan los estudios musicales con el éxito académico ¿Pero qué tiene la formación musical seria que pueda relacionarla con un gran éxito en otros terrenos?
Planteé la pregunta a profesionales de sectores desde tecnología hasta finanzas y medios, todos los cuales tenían un pasado de músicos. Casi todos relacionaron su formación musical con sus logros profesionales. El fenómeno va más allá de  la asociación matemáticas-música. Muchas personas exitosas me dijeron que la música les había abierto el camino al pensamiento creativo. Su experiencia sugiere que la formación musical fortalece otras cosas, como la colaboración y la capacidad de escuchar, y supone también la capacidad de concentrarse en el presente y el futuro de forma simultánea. ¿Las clases de música en el colegio convertirán a nuestro hijo en un Paul Allen, el multimillonario que contribuyó a crear Microsoft y toca la guitarra? ¿En un Woody Allen con su clarinete? Es probable que no. Se trata de personas singulares. Pero la forma en que esos y otros visionarios con los que hablé procesan la música es llamativa al igual que la forma en que muchos de ellos aplican el aprendizaje musical de concentración y disciplina a nuevas formas de pensamiento y comunicación, hasta la resolución de problemas.
Si observamos con atención, vemos que hay músicos en la cima de casi cualquier sector. «No es casual» dice Greenspan que renunció al clarinete pero sigue tocando el piano en el living de su casa. «Como estadístico, les aseguro que sea una mera coincidencia con la realidad es mínima».
Paul Allen dice que la música «refuerza la confianza en la capacidad de crear». En los comienzo de Microsoft, al final de jornadas maratónicas de programación, tocaba la guitarra. La música era el equivalente emocional de su día laboral: cada partitura canalizaba un impulso creativo.
Para muchos de los que entrevisté, la música funciona «como un lenguaje oculto», como lo llama Wolfensohn, un lenguaje que aumenta la capacidad de relacionar ideas dispares y hasta contradictorias.
Basta con considerar las cualidades con que estas personas brillantes dicen que la música les ha agudizado: colaboración, creatividad, disciplina y la capacidad de relacionar ideas opuestas. Tal vez la música no nos convierta en genios ni nos haga ricos, y quizás ni siquiera nos haga mejores personas.
Pero nos ayuda a pensar de otra manera, a procesar diferentes puntos de vida, y lo que es más importante a escuchar de buen grado.
 
Escrito por Joanne Lipman – Columnista de T H E N E W Y O R K T I M E S
Publicado en C L A R I N – Traducido por Joaquín Irarburu.
 
 

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