La Vida Militante
Corría el año 1994. Era una mañana semejante a muchas otras de la vida paulistana, cuando una inesperada comunicación telefónica me empujó hacia una responsabilidad desconocida. Quien llamaba era el “maestro” José Carlos Landini, de Campinas, instigador de iniciativas e ideas renovadoras que me invitaba (mejor diría me exigía) a participar como expositora en el 1er Seminário Brasileño de Teoría del Psicodrama a realizarse en Serra Negra con el lema: “lo que pienso del psicodrama hoy”. A mi pregunta sobre el criterio para seleccionar los expositores, respondió que era tener publicaciones que ya estuvieran circulando en el ambiente psicodramático local. Estar entre los seleccionados sin duda significaba un gran honor, pero era también un honor que podía convertirse en camino sin salida para posteriores avances, dependiendo de cómo manejaba mi participación. Aceptar el desafío era asumir la responsabilidad de exponer enunciados todavía en construcción. Pero no aceptarlo posiblemente sería interpretado como desinterés y falta de compromiso al evitar el debate, acarreando consecuencias imprevisibles.
Desde esa perspectiva dubitativa y prudente decidí aceptar, refugiándome en un discurso aplicable tanto a la temática del seminario como a cualquier otra semejante. Fue así, que acabé denominando mi breve exposición: “Psicodrama: tiempo histórico y otras reflexiones”, desarrollada a su vez a partir de estas interrogaciones: “¿En qué contexto socio-histórico se inscribe nuestro discurso científico”,”¿Cuál es su vigencia y validez?”
No es mi intención retomar aquí estas consideraciones, sino referirme justamente a la situación que dio origen a mi entrañable amistad con Paulo Bareicha, aquel joven que apropiándose del término “realidad” que utilizara por varias veces en mi exposición, me interpelara solicitándome sorpresivamente aclarar de qué concepto me servía para definirla. Mi improvisada respuesta pareció satisfacerlo, pero en el fondo comprendí que él era posiblemente el único interlocutor presente en descubrir que la ambigüedad de mis palabras obedecía a mi deseo de proteger las ideas de los educadores de los probables embates de los colegas terapeutas. Estrategia esta que parecía aprobar. Los años siguientes nos reunieron en acciones espontáneas, cursos, congresos, teatralizaciones, reflexiones y convivencia con nuestras familias. Y hoy, siento orgullo en decir que los mismos kilómetros que nos separan, nos han aproximado lo suficiente como para poder construir juntos, acompañados por la generosidad de Luciana, la ternura inteligente y tenacidad de Guillermo, las observaciones sabias de Isabel, la fuerza positiva de Alcione, la capacidad de Valdir de llevar a la concretud lo apenas visualizado, la integridad y optimismo de Elena, la extraordinaria capacidad resolutiva revestida de neutralidad característica de María Julia, más todo lo aportado por personas presentes para que este encuentro inédito en la trama artesanal de su tejido sociométtrico se tornase “realidad”. Con imaginación primero, con espontaneidad después y con militancia por la vida y por nuestras convicciones siempre, acabamos produciendo la “realidad suplementaria” (en el decir de Moreno) que era necesaria.
Por eso Paulo, te digo que demoré un poco, pero quiero que sepas, que es a esta energía transformadora que me refería aquella mañana en Serra Negra.
Escrito por María Alicia Romaña