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Grupos de reflexión de varones: Un espacio privilegiado para profundizar en aspectos de la crítica de la vida cotidiana.

¿A partir de qué surgió la idea?
Macho-Masculino-Hombre-Varón. Cuando el príncipe azul no viene. Grupo de reflexión de hombre. Café de varones. Campamento para varones…
Estos y otros son títulos de convocatorias que surgieron en nuestro medio en los últimos años. Tanto jornadas como congresos abundan en trabajos sobre la temática de género. Muestra de ello es el nivel de desarrollo que cobró el área de ¨»identidad masculina y femenina» en las Segundas Jornadas de Homenaje al Dr. Enrique Pichon Rivière. La cantidad de trabajos presentados la ubicó como una de las más convocantes. Así mismo circula hoy una creciente bibliografía sobre el tema en general y respecto de la temática de los varones en particular.
Podríamos preguntarnos:¿cómo se ha ido gestando este movimiento?
Voy a intentar una aproximación rastreando algunos actos de interrogación sobre el tema a partir de mi experiencia laboral.
A principios de la década del 80 nos comenzamos a plantear con David Szyniak la posibilidad de conformar un grupo de hombres. En el inicio fue un grupo de autogestión: amigos interesados en preguntarnos por nuestro lugar como varones en nuestra vida cotidiana. Nos interesó la relación con el trabajo y los vínculos que implica, la pareja, nuestras familias, la sexualidad, el deporte, nuestro cuerpo, la violencia, la sensibilidad, el amor, la competencia, las rivalidades y todo aquello que nos animamos a examinar en un camino que nítidamente se inició sin norte preciso y con mucho entusiasmo.
A veces conversábamos partiendo de hechos de nuestra propia experiencia. En otras oportunidades elegíamos tomar como disparador alguna película u obra de teatro.
También nos dimos cita en ámbitos típicamente masculinos que no pertenecían a nuestra cotidianeidad.
Cómo son los grupos
Esta experiencia duró aproximadamente un año y medio. A partir de ella, nos propusimos encarar la tarea desde nuestro rol profesional.
Así fue que diseñamos un modelo de trabajo que integra: el grupo operativo, el psicodrama psicoanalítico, el trabajo corporal (en particular la bioenergética) y la multiplicación dramática. Estos instrumentos nos permitieron potenciar una mirada crítica y abierta respecto de la problemática del varón sin quedar capturados por los prejuicios, los mitos, teorías y conceptos naturalizados que cada uno de nosotros lleva así, la mayoría de las veces sin siquiera saberlo.
A fines de los 80, medios de difusión diversos, especializados y masivos, se interesan por esta temática. La misma trasciende el campo restringido del grupo pequeño e informal.
Nos conectamos con otros que se vienen preguntando también sobre esta temática.
Cotejamos diferentes miradas abriendo la posibilidad a un mayor enriquecimiento y conceptualización.
¿Por qué son sólo de hombres?
Interrogarnos en la adolescencia sobre el lugar del hombre y la mujer nos llevaba a trenzarnos en apasionadas discusiones. Con amigos/as y compañeros/as de estudio escudriñábamos la vida tratando de determinar las conductas  correspondientes a varones y mujeres. Podía ser un pic-nic, un médano al atardecer, la playa, un café, un baile, los jardines de Agronomía, o cualquier otro lugar. Pero cuando nos sintonizábamos con este tema se encendía una pasión que nos atrapaba.
Interrogantes que nos conmovían hasta lo más íntimo circulaban sin detenerse. El clima era de estar perdidos juntos, buscando una salida.
Aquel clima está muchas veces ausente hoy cuando intentamos dialogar varones y mujeres sobre las cuestiones de género. La mayoría de las veces nos involucramos en un enfrentamiento donde predomina la exasperación por la dominación y el poder. El monólogo prevalece sobre el diálogo.
Esta es una de las razones por las que convalido, en este momento histórico, el grupo homogéneo de varones. Espacio para tener una mirada crítica sobre el lugar de cada uno como varón en la vida cotidiana. La ausencia de la mirada presente de una mujer facilita el proceso de autoconocimiento y desde allí el encuentro con los otros.
Significados de la mirada femenina
En la pubertad recuerdo que les propusimos a mis padres una reunión familiar, juntos con mis hermanos comenzamos la charla interrogándolos acerca de la distribución de sus roles en la vida familiar. Ellos, oponiéndose consciente y explícitamente a algunos aspectos de sus modelos familiares, aportaron, como representantes del marco social, a despertar y dar cabida a nuestras contradicciones. Si bien papá se hacía cargo de ser el proveedor y dejaba en manos de mamá nuestra crianza y la responsabilidad de los quehaceres domésticos, la distribución no era tajante.
El podía participar activamente en tareas domésticas, lavando los platos después de cenar, comprando los huevos camino al hospital, cocinando algunos fines de semana, dándose maña para hacer las reparaciones hogareñas, además de llevarnos todas las mañanas a la escuela… Ella trabajó con él en el Laboratorio, se dedicó a hacer inversiones en la Bolsa, tomó la iniciativa de comprar un terreno en la costa, tramitó créditos, y concretó diversas operaciones inmobiliarias.
También estudio en la Universidad y se graduó.
De chico, recuerdo la imagen de mi abuelo en la cabecera de una gran mesa. Eran los almuerzos del domingo. La avanzada feminista familiar, aguerrida y temerosa, fumaba a escondidas y pugnaba por enfrentarlo.
Hoy, entre varones, con la ausencia de la mirada femenina, se perciben algunos de sus significados. Surge la peculiaridad del encuentro entre varones. Las intensidades de la energía masculina. El lugar que ocupa la amistad y la intimidad. Los temores a los homosexualidad como obturadores del encuentro. El reconocimiento de la propia sensibilidad. Las confusiones entre sensibilidad y blandura, firmeza y dureza. Las posibilidades y los límite de la confianza. El dolor de aguantar solo. El imperativo de aguantar y sostenerse sin ni una lágrima. Las exigencias. Los ideales heroicos que rigen cada una de las acciones de la vida cotidiana. La dificultad para reconocer las propias necesidades. Los imperativos de proveer a las necesidades de otros, tanto material, afectiva o sexualmente. Los resentimientos. Las restricciones de la capacidad de vivir, amar y alegrarse. La peculiaridad con los padres, hijos, abuelos, tíos… Las posibilidades de nutrirse y sostenerse entre varones.
¿Son grupos machistas?
A esta altura, alguien podría replicar: ¿cuál es la peculiaridad de estos encuentros? En esta sociedad patriarcal los varones se encuentran en los lugares de trabajo, en la práctica de deportes, en el café y en un sinnúmero de espacios más. ¿Son entonces reuniones para remozar el machismo?
La cuestión es que, salvo excepciones que confirman la regla, los varones cuando nos reunimos en grupo no sabemos hablar de nuestros sentimientos, de nuestras emociones. Capturados por el mito del héroe, del duro, el triunfador, podemos discutir de política, de fútbol, filosofía, negocios, economía, literatura, cine, mujeres, pero difícilmente se abra un espacio de encuentro entre el pensar, el sentir y el actuar.
La observación de este fenómeno en los grupos espontáneos y en las primeras experiencias en que participamos nos llevó a visualizar la necesidad de un «acontecimiento»: generar un dispositivo que posibilite, en el inicio de cada reunión de trabajo, entrar en un nivel de comunicación cualitativamente diferente.
Se trata de facilitar el encuentro de cada uno consigo mismo y a parir de allí con los demás. Un espacio donde compartir angustias, miedos, placeres y proyectos.
En los talleres se improvisan escenas de la vida cotidiana. Los varones tienen la oportunidad de desempeñar roles reconocidos convencionalmente como masculinos y femeninos, investigando las asignaciones que habitan a cada uno.
Al dramatizar se trata de sondear el abismo entre lo que cada uno pretende representar y lo que espontáneamente surge en la improvisación. Evidenciar este divorcio permite que cada uno pueda conectarse con sus propias contradicciones. El diálogo se torna más sincero, con más posibilidades auto reflexivas, sinceramiento no sólo con el otro sino fundamentalmente de cada uno consigo mismo.
Cuerpo, sentimiento y reflexión
En el inicio, planteábamos hacer grupos de reflexión verbales, sentarnos a pensar con otros sobre estas cuestiones. Cada uno desarrollaba una teoría de la vida, exponía sus idea, sus ideales. Con el tiempo, concluimos que pensar basta para existir solamente en el campo de las ideas, pero fuera de él lo indispensable es encarnarse en el cuerpo, en el movimiento, en el sentimiento. Ello no implica distanciarse de la reflexión, sino del racionalismo; no se trata de renunciar a la capacidad de pensar en favor de la emoción pura. Se trata, en cambio, de entender la reflexión precisamente como expresión del sujeto emocionalmente reencontrado, posibilitando un vínculo dialógico en que la interdependencia predomine sobre la dependencia.
A partir de un trabajo de esta naturaleza, cada uno puede comenzar a tomar contacto con las diferentes maneras de ser varón, que corresponden también a cada uno.
Se trata de una tarea de prevención insoslayable, en el momento actual. Conlleva el desafío de realizarla, como diría Enrique Pichon Rivière, sin que podamos establecer una distancia óptima, inmersos en esta problemática, es imprescindible contribuir a generar el ámbito apropiado para trabajarla de la manera más eficaz.
La fecundidad del trabajo con grupos de varones es que permite despegarse de la presunción de ser «uno» y nos contrasta con las alternativas, favoreciendo el encuentro de líneas de fuga. La improvisación posibilita el encuentro con los otros que podemos ser y de hecho somos, atenuando la dimensión de lo siniestro en la vida cotidiana.
Lic. Guillermo A. Vilaseca

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