Vicente Fatone. La realización de una vocación humana
Por Bernardo Nante, creador y director de la Fundación Vocación Humana
“La verdad absoluta está más allá de toda palabra; es silenciosa como el vuelo de quienes a lo absoluto llegan, dice Candrakîrti : pavos reales que se remontan volando en el viento que sus dos alas producen, el ala de los méritos acumulados, el ala del conocimiento acumulado. Vuelo, sin apoyo, en el viento del espacio vacío.”
Estas palabras escritas por Vicente Fatone podrían aplicarse al propio autor; es imposible dar cuenta de sus dos alas, la de los méritos acumulados y la del saber acumulado, porque su vuelo es tan alto que convoca a un silencio que lleva a avizorar ese vacío último tan libre como pleno. Sin duda, esas no son las razones por las cuales ya no se recuerda a Vicente Fatone; ése es el silencio de la indiferencia propia de un medio que no se detiene en aquellos filósofos que aún buscan la sabiduría. Tal “inocencia” es imperdonable para quienes prefieren aproximarse a la realidad con ojos de carne, pues los ojos de fuego son sólo el devaneo inútil de un místico trasnochado que aún no comprendió que han muerto Dios y el hombre, aunque a esta última muerte Fatone no pudo asistir. Tampoco asistió a la otra, a la de Dios, ya porque siguió fielmente el camino solitario – no aislado – de quienes cultivan la pureza de corazón para abrirse al misterio insondable de múltiples nombres, ya porque sólo lo hizo de la mano de esa teología apofática de un Meister Eckhart, quien proponía “liberarse de Dios en cuanto Dios” . Por cierto, como quiere Panikkar, “inocente” es aquel que no daña (in + nocens), término latino isomorfo al sánscrito “ahimsa” (no violencia) y ese “no dañar”, como bien lo sabía Gandhi, no se refiere solamente a aquello que afecta directamente a la vida, sino a todo lo que de un modo u otro deteriora el mundo del alma, sean hombres, animales, plantas, dioses.
Escapa a mis posibilidades actuales dar cuenta de las alas de Fatone con una dignidad que no traicione a su esencia. Su obra demuestra variados centros de interés que operan como una red irradiante en la cual filosofía, mística, lógica, poesía se articulan bajo una luz tan novedosa como primordial. Por ello, su saber no sólo fue vasto, sino también profundo y en estas páginas apenas nos atrevemos a proponer un modesto recorrido, incompleto pero entusiasta, para colaborar en la recuperación del olvido de un argentino extraordinario. Merece citarse in extenso el comentario de Laudato a Fatone : “Puede sorprender que el conocido principio taoísta del wu-wei, no hay nada que el no hacer no haga, fuera el oriente de su conducta, y puede asombrar también que, sabiendo conformar su actividad de acuerdo con esa intuición metafísica, nunca haya desdeñado la fuerza sentiente de un misticismo como el católico: un bustito de san Buenaventura presidía, solitario en toda su biblioteca, la labor diaria de estudioso. Quizá por esa amplitud, que no era más que ingenuidad, integridad, Fatone haya podido escribir tratados sobre filosofía oriental o el universo de la mística junto a catorce cuentos para niños. Tal vez por eso también pudo escribir tanto una lógica que aún hoy es texto de escuelas secundarias en México como el primer aviso radiofónico de laxantes en la Argentina. Tradujo, asimismo, cuatro volúmenes de la versión española del Estudio de la historia de Arnold Toynbee y El diablo de Giovanni Papini. Escribió sobre el existencialismo, la relación entre filosofía y poesía, sobre la esencia del teatro y la definición de la danza (tópico casi inexistente en filosofía, a no ser por ciertas páginas de Platón y Nietszche, de Coomaraswamy o Zolla, y, alargando los términos, por el Eupalinos de Valéry). Dio más de ochenta conferencias sobre los más variados temas (incluidas las pronunciadas en la India) y colaboró en periódicos y revistas de gran tirada en Buenos Aires con más de cuatrocientos artículos y cincuenta textos de ficción. Dirigió la versión castellana del Diccionario Enciclopédico Quillet y el semanario Qué. Contra el consejo de los sabihondos, publicó un libro de entretenimientos para niños. Según él mismo afirmó, Cómo divertir a chicos y grandes era, de entre sus escritos, al que más cariño le tenía.”
Mencionaremos cuatro centros de interés de la obra de Fatone, con la consciencia de que apenas podemos mostrar el aroma de un saber que circula en muchas páginas : filosofía y poesía, filosofía contemporánea particularmente existencialismo, gnoseología y lógica, filosofía e historia de las religiones.
La obra principal relacionada con el primer tema se titula Filosofía y poesía y se inicia con la antigua querella que Sócrates anuncia en la República . Pero ya en su “Prólogo” Fatone reconoce que filosofía y poesía no son dos actividades claramente distinguibles entre las cuales se busquen relaciones. Por ejemplo, Esquilo es poeta y Heráclito filósofo, pero si del primero sólo tuviéramos algunos fragmentos lo consideraríamos filósofo y, si del segundo nos quedaran menos fragmentos, lo calificaríamos de poeta. Por cierto, también hay filósofos poetas o poetas filósofos. Por otra parte, todo sistema filosófico busca su corroboración en pocos versos de un poeta o a veces el mismo filósofo ensaya la expresión poética. Hay un ámbito mixto o compartido entre filosofía y poesía, que lleva a Fatone – inspirándose en Nietzsche – a afirmar : “Yo mismo, que he escrito estas páginas, me pregunto ahora, al releerlas, si he procedido imitando a los filósofos o imitando a los poetas. Acaso haya imitado – con mayor o menos felicidad, con mayor o menos torpeza – a los unos y a los otros, sin siquiera saber siempre a quiénes imitaba. Eso puede, por sí solo, significar una condena de estas páginas, pero acaso pueda servir, también, para justificarlas.” El primer capítulo comienza con la vieja querella representada por la condena platónica a los poetas que alejan a los hombres de la verdad y hablan sin comprender nada y por la acusación paradójicamente análoga de Aristófanes para quien los filósofos son creadores de fantasmas. Sin embargo, tal controversia se concilia o al menos se armoniza en parte en El Banquete, en donde : “La explicación última del trato excepcional que el filósofo Platón da al poeta Aristófanes no puede residir sino en la admirada envidia que todo poeta inspira a todo filósofo.” En efecto : “El filósofo quisiera ser poeta por el cansancio de la justificación, tarea, también ésta, mucho más ardua de lo que suele creerse. (…) Pero el poeta quisiera ser filósofo, porque presiente que esa justificación encierra el secreto de otras forma de creación, más firme, más fiel, a la que él ha permanecido ajeno y que le está como vedada.” Y, a través de nueve luminosos capítulos, Fatone recorre encuentros y desencuentros entre filosofía y poesía, intentando con maestría dar cuenta de esos ámbitos mixtos, para concluir con una convergencia definitiva : “filosofía y poesía cumplen una función igualmente liberadora : la de enseñarnos a sospechar que esto, este mundo, no se limita a ser lo que es. Es otra cosa.” Estas últimas palabras nos instalan en su ethos y pathos místicos, en ése su intento constante por “ir más allá”, que lo lleva a realizar more mystico aquella máxima spinoziana omnis determinatio est negatio. Como señala Ciocchini, con ese criterio indagó en las metáforas de la mística, en esas múltiples maneras con las cuales el hombre manifestó su apetencia de Dios pues la liberación de sí mismo, del mundo y aún de Dios : “… son esos pasos que Fatone estudió con interés no sólo de filósofo y de pensador espiritual sino como algo que le concernía de manera personal ya que su vida estaba, aún en sus más mínimos detalles, empapada de espiritualidad.”
Pero su interés por la poesía, la mística, las religiones, es decir, un esprit de finesse, se conjugaba con un esprit de géometrie a través de un no menor interés por la lógica, la teoría del conocimiento y aún la matemática. Su espíritu universal le permitió incluir en un manual para la enseñanza secundaria sobre lógica y teoría del conocimiento, publicado en 1951 y reeditado varias veces, un capítulo sobre lógica indostánica que analiza los Nyâya sûtras y textos de lógica budista . En un texto titulado “La lógica en la India” presenta una introducción a la lógica hindú y budista que es, a la vez, una aproximación filosófico – crítica. Pero es relevante destacar que, más allá de sus múltples variantes, más allá de sus sutilezas que no palidecen ante las de la lógica occidental, la verdad para la lógica india – insiste Fatone – no es mera concordancia del pensamiento con su objeto, sino que está supeditada a la acción. Más aún “… la lógica atiende a la salvación del hombre” ; ya lo afirman los lógicos brahmánicos posteriores, para quienes el Nyâya es “la lámpara de todas las ciencias, el medio que ayuda a todas las acciones” .
Pero Fatone se abocó asimismo a la filosofía contemporánea, particularmente al existencialismo en aquel entonces en boga. En El existencialismo y la libertad creadora, Introducción al existencialismo y La existencia humana y sus filósofos , Fatone expone y critica a Kierkegaard, Heidegger, Sartre, Marcel, Lavelle, Berdiaeff, Chestov, Zubiri, Abbagnano, Barth, Jaspers y, para ello, no deja de acudir a sus conocimientos del pensamiento oriental o de la mística universal ya sea para rescatar aquello que es fundamental, a saber, la libertad creadora humana, ya sea para refutar el nihilismo por defecto del existencialismo ateo de un Sartre. Así, por ejemplo, en su intercambio epistolar con Marcel se refleja una coincidencia espiritual con un pensador y una divergencia, en sus intereses por el budismo. En el sistema de Sartre para que el hombre sea libre es forzoso que Dios no exista. Y, sin embargo, la radical libertad humana, parece tender a un imposible que es fundarse a sí misma para lo cual, paradójicamente, debe ser Dios: “Puede decirse – afirma el mismo Sartre – que lo que mejor permite concebir el proyecto fundamental de la realidad humana es que el hombre es el ser que proyecta ser Dios …” Pero Fatone, en tensas y lúcidas páginas inspiradas por la mística, que no podemos siquiera abreviar, no deja de hallar en el mismo dinamismo del pensar sartriano una tendencia impensada e impensable por el mismo autor hacia un lugar de encuentro entre el hombre y Dios; un lugar de encuentro en donde convergen en un hacerse propio del juego divino tanto el ser humano como el ser divino. El dístico de Angelus Silesius lo prepara : “Dios para ti se hizo hombre; si tu no te haces Dios, desprecias su nacimiento y ultrajas su muerte.” Y, en esa orientación, su démarche le lleva a concluir : “Y así la pasión del hombre, en este juego existencial, deja de ser inversa a la pasión de Dios, para ser, en su juego a lo divino y más allá de la desesperación, esa pasión.”
El cuarto centro temático, como señalamos, se refiere a la filosofía e historia de las religiones, con un especial énfasis en el pensamiento oriental (particularmente hindú y budista) y en la mística comparada. Ese interés, como ya pudo verse, atraviesa toda su obra, pero se torna explícito en Misticismo épico, Sacrificio y gracia, El budismo “nihilista”, Introducción al conocimiento de la filosofía en la India, El hombre y Dios, Temas de mística y religión, Temas de la mística y otros trabajos de menor extensión. Fatone fue un pionero en estos estudios en la Argentina; en 1937 partió con una beca hacia Calcuta para estudiar hinduismo, pero ya nueve años antes había publicado sobre el tema. Hemos visto que la experiencia mística para Fatone da cuenta de esa libertad radical del hombre y, aunque incomunicable, es participable y transmite al místico un sentimiento de plena independencia. Dios se presenta al pensamiento humano como el ser supremo o como la nada (en el filósofo), al sentimiento humano tanto como amor como con espanto (en el asceta) y a su voluntad que se desconcierta (en el apóstol). Pero : “la relación con Dios aparece siendo un desafío a todos los esquemas de la vida común, y exige que nos perdamos y lo perdamos todo si queremos encontrarnos en la ignorancia; perder toda posesión, para encontrarla en la renuncia.” Por cierto, tal renuncia presenta una de las formulaciones más extremas en el budismo -denominado “nihilista”- de Nagarjuna, pensador del siglo II. Precisamente, Fatone intentó demostrar que la denominación de “nihilista” ya propuesta por Burnouf no es adecuada. La negación de las cuatro posibilidades : ser, no ser, ser y no ser, ni ser ni no ser, se deben a que Nagarjuna niega la posibilidad del juicio. De algún modo, se trata de otra renuncia, esta vez del lenguaje, pues nada puede afirmarse. Por ello, la verdad absoluta está más allá de las palabras, como está escrito en la cita que abre este artículo. Y Fatone agrega : “La palabra nos condena, porque la palabra sólo puede expresar el ser y el no ser. Y Nâgârjuna calla. Éste es el método y ésta la conclusión del método : silencio, quietud, apaciguamiento que ni siquiera el fundador de la doctrina se había atrevido a expresar con palabras.”
Vicente Fatone nació en 1903 y falleció a los 59 años en 1962. Fue profesor de Historia de las Religiones en la Universidad de la Plata y de la misma disciplina en la Universidad de Buenos Aires. Estudió en la India en 1937 y fue el segundo embajador argentino en la India en 1958. Antes, durante el gobierno peronista, fue perseguido políticamente y sufrió la prisión. A estos escasos datos podrían agregarse muchos otros que, más que expresar su vida, la ocultan pues – siguiendo la descripción que Fatone hace de la relación entre hombre y Dios– su vida parece ser una “libre vocación orante”, un “episodio entre dos nadas”, un intento por dar cuenta de esa plenitud : Dios o lo divino, que “no es algo” .
En un medio habituado al reconocimiento externo, a la inmediatez, a la velocidad alienante, a esa mediocridad que es la vida curricular, Fatone nos lega el testimonio de una vida y una obra que fueron tan coherentes como pueden serlo las de una persona comprometida con su vocación humana. Fatone era un hombre y un pensador abierto a todo el árbol del conocimiento, pero a la vez claramente comprometido con una cosmovisión que quiso ahondar y transmitir con rigor e inspiración. Puede sentirse o no sentirse afinidad con esa cosmovisión. Pero no puede negarse tal compromiso, tal anhelo de profundidad rigurosamente transitado por las más diversas áreas del saber. Su erudición luminosa transmite con delectación una sabiduría insondable que jamás hace ruido; es una música que asciende hasta instalarnos en el silencio de ese misterio en el que ya estamos y que somos aunque pretendemos ignorarlo. Al menos dos de sus poetas preferidos lo cantaron esplédidamente; Keats : “Heard melodies are sweet, but those unheard are sweeter” y Dante : “Silenzio pose a quella dolce lira/ e fece quietar le sante corde…”
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