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Hombres tímidos: ni perdedores ni héroes

No eligieron lavar platos. No se sienten a gusto cargando mamaderas y chupetes. Se ruborizan cuando, al pasar, una mujer les dedica un piropo como un dardo. El mito del héroe pesa sobre ellos. Las mujeres avanzan, y ellos se defienden como pueden. Soportan los reclamos con la entereza de quien busca la próxima salida de emergencia.
Así, la timidez se agazapa en la mirada esquiva de millones de varones de todo el planeta.
Así, la timidez se agazapa en la mirada esquiva de millones de varones de todo el planeta. El temor al ridículo les impide tener un digno encuentro amoroso, hablar frente a un grupo y hasta hacer alguna pregunta en una inocente visita guiada.
El deseo de conquistar a una mujer, abordar a una persona desconocida, defender una causa, intentar una llamada telefónica, declarar el amor, reclamar un vuelto: los pequeños y grandes desafíos se vuelven infranqueables. Imaginen a un tímido ante la mirada inquisitiva del jefe a la hora de pedir aumento.
Imaginen situaciones que cualquier mortal atravesaría sin demasiado sobresalto: discutir con su papá, subir a un colectivo repleto. El tímido enrojece y, automáticamente, desea estar en otro sitio, lejos de allí.
No es difícil reconocerlos: se ocultan en los bares detrás de un diario, soportan los excesos de algún jefe despótico, eligen una mujer sargento que los tenga cortitos.
Pero la ciudad está repleta de seres que, a veces, quisieran cavar una cueva calentita en la tierra. Hacer lo que hacían cuando eran chicos y se escondían debajo de la cama. No es dificil reconocerlos: se ocultan en los bares detrás de un diario, soportan los excesos de algún jefe despótico, eligen una mujer sargento que los tenga cortitos.
Son los John Wayne que no saben amar, que enrojecen ante la ternura de un hijo, los que siempre piden permiso, los que no piden permiso porque les da vergüenza, los que no saben qué hacer con las manos, los que se rascan las orejas todo el tiempo y bajan la mirada y dicen «ehhhhh» a cada rato y no tienen la menor idea de cómo es que se busca un poco de cariño en esta tierra acelerada.
Millones de tímidos que andan sin saber qué hacer con un mundo que no está hecho a su medida. Cada uno creyéndose el único. Creyéndose él, el peor de todos.
Los tímidos avanzan. Son una multitud: las encuestas indican que el 60 por ciento de las personas del Japón, el 50 por ciento de los Estados Unidos, el 55 por ciento de Latinoamérica y el 30 por ciento de Israel experimentan, a cualquier edad, ansiedad, angustia y miedo como síntomas emergentes de su timidez. Por eso podría suponerse que ahora, mientras usted lee atentamente su revista, la mitad del mundo está dudando, enrojeciendo, sudando frío ante cualquier circunstancia más o menos difícil como decirle «te quiero» a una mujer.
Como ser un superhéroe sin morir en el intento
Los tímidos, buenos muchachos al fin, la ven ir, la ven pasar, la ven venir. La miran pero no la tocan. Huelen de lejos la rueda mágica del poder sin animarse a salir del cascarón.
Para la Grecia del siglo V antes de Cristo la templanza, la moderación, la sobriedad eran las mayores virtudes a las que podía aspirar un ciudadano griego. La llegada de los romanos convirtió a la hombría, al valor, en la máxima virtud. Cada época atravesó la historia con sus reglas éticas y las consecuentes transgresiones. Para el siglo XX, cargado de vacío e incertidumbres, la moderación no sirve. Ser exitoso y joven, adinerado y bonito, ganador con las mujeres, sabio portador de una seguridad inquebrantable, se vuelve meca de las nuevas generaciones. Los tímidos, buenos muchachos al fin, la ven ir, la ven pasar, la ven venir. La miran pero no la tocan. Huelen de lejos la rueda mágica del poder sin animarse a salir del cascarón.
Por eso proliferan los libros de autoayuda que prometen la receta instantánea, los curanderos que se venden por un trozo de torta, las astrólogas regordetas que adivinan los destinos por TV, los pastores que al son de un rock and roll…
Segun Philip Zimbardo y Shirley Radl, autores de El niño tímido de editorial Paidós, aproximadamente dos de cada cinco personas se consideran tímidas, es decir, padecen de fobia social, el correlato patológico de la timidez natural. Despues de 9 años de estudios, los investigadores distinguen entre los tímidos crónicos y los circunstanciales, los introvertidos y los extravertidos, estos últimos muy difundidos en la sociedad americana de las últimas décadas. Y dan ejemplos: John Travolta y Michael Jackson, Charlton Heston y Johnny Carson, personajes que saben cómo enfrentar la camara de TV, el escenario, la mirada hosca del director de cine, pero incapaces de balbucear tres palabras seguidas en la intimidad de un cuarto de hotel o en una reunión de amigos. Zimbardo y Radl desdeñan la posibilidad de un factor genético determinante en la constitución de una persona tímida. Ellos aseguran que las vivencias de la temprana infancia, la relación con los padres, las frecuentes mudanzas de la familia, o los cambios bruscos en las relaciones sociales por divorcios o, provocan la mayor cantidad de casos de timidez del planeta.
Este artículo para el cual fui consultado, fue publicado en Mujeresycia.com.ar

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