¿Qué piensan cuando nos piensan?
RELACIONES
Las quejas, los miedos y el desconcierto de los hombres con respecto a sus parejas. Qué tienen en la cabeza, sus dilemas y contradicciones afectivas.
Recostados sobre el diván del analista, cuando bucean en la oscuridad del inconsciente, ¿cuáles son las obsesiones amorosas del porteño medio? De qué se quejan, qué les da miedo, por dónde transitan sus contradicciones afectivas. «Los varones nos quejamos, especialmente los de la clase media, de los esfuerzos que hacemos para seguir sosteniendo el rol de proveedores y de una especie de ingratitud de las mujeres que no reconocerían esos esfuerzos —señala el psicólogo Guillermo Vilaseca, coordinador de grupos de reflexión para varones—. Hay dos cosas que nos definen tradicionalmente como hombres: nuestra eficacia sexual y nuestra eficacia económica. Fallar en esto supone una herida al narcisismo, a la autoestima y a la seguridad de un varón».
Bajo cierta mirada, la famosa insatisfacción femenina (tan transitada en el psicoanálisis y la literatura) parecería estar más en la cabeza de ellos que en la voracidad de ellas. Según Vilaseca, que dirige el sitio www.varones.com.ar, cuánto más un hombre tenga internalizada la fantasía de que su misión con respecto a su pareja es darle todo lo que a ella le falta, mayor va a ser su frustración y más frecuente la queja «a mi mujer nada le alcanza».
Aunque parezca increíble, a pesar de los cambios sociales con respecto al rol de la mujer, el psicólogo advierte que la pretensión de los varones de seguir el modelo de proveedor continúa vigente. «De hecho, muchos quedan desconcertados cuando ellas les plantean el divorcio —agrega—. Dicen: ‘yo trabajé, me maté, no sé qué le pasa, me pidió que me fuera’. No logran entender. El único motivo al que llegan es que las mujeres no saben lo que quieren, nunca se las va a poder conformar y esto les genera enojo».
En los últimos años se multiplicaron en Buenos Aires los talleres de encuentro para varones heterosexuales, dirigidos por psicólogos, donde intentan reflexionar sobre los desafíos y las nuevas formas de la masculinidad. ¿Cómo expresan entre ellos el desconcierto y la ira frente a los pedidos de divorcio de sus mujeres, por ejemplo? Para Vilaseca «no está en el ideario masculino ponerse en posición de víctima, sino todo lo contrario, se ubica en la posición de mirá cómo me arreglo bien solo. La posibilidad de reconocer que algo les dolió, se hace difícil entre los varones. Generalmente, en los grupos, cuando uno se anima a contar lo que siente, los demás toman distancia o empiezan a aconsejarlo. Una actitud paternalista, clásica de los hombres es explicar al otro cómo puede resolver su problema».
Cabeza de embarazado
Los expertos en masculinidad coinciden en que las crisis vitales de los hombres se relacionan con el duelo del divorcio, la pérdida de trabajo, la jubilación, el cambio de década (sobre todo, el pasaje a los 40 y 50 años) y cuando están por estrenarse en el rol de padres. Es un momento de cambio y de cuestionamiento. Según Rodolfo Sbrissa, autor del libro El hombre embarazado (Sudamericana), donde entrevistó a famosos y anónimos en la dulce espera, lo primero que sienten los varones ante el embarazo es extrañeza. «Desde respeto por su mujer ahora madre, hasta pánico por la responsabilidad, pasando por el temor de que algo dañe el embarazo. La mayoría de las parejas primerizas clausuran su vida sexual, por lo menos, hasta la primera consulta con el obstetra. Algunos confiesan que más que vida sexual, tuvieron muerte sexual durante nueve meses».
La pregunta es qué confesaron sus entrevistados acerca de ese tiempo. ¿Qué sintieron frente a la hipersensibilidad de sus mujeres, los antojos y demás? «Salvo excepciones, durante el embarazo las mujeres se transforman en seres impunes que someten a los varones a consignas delirantes —apunta el autor—. Y como el embarazo es para nosotros un misterio, nos resulta incomprensible esta nueva mujer, sentimos culpa (por no entenderla, por no cuidarla lo suficiente) y terminamos accediendo a casi todo lo que nos solicita». En cuanto a los miedos frente a su mujer en proceso de cambio, gana el pánico a la inestabilidad. «Ellos se inquietan cuando notan que sólo con el embarazo la cosa está patas para arriba. Las peleas clásicas de la pareja se potencian. Entonces, se preguntan qué pasará cuando se agregue un nuevo integrante».
Neurona sexual
En el plano sexual no hay grandes novedades para este varón sacudido por el cambio. Según los especialistas, el típico modelo del hombre «siempre listo» no perdió vigencia. «En los talleres se ve que el mito del boy scout, disponible para los requerimientos de su compañera, sigue vivo en la cultura masculina —agrega Vilaseca—. Y por otro lado, que su mujer no quiera tener sexo es intolerable para un hombre. Cuando ella no se interesa sexualmente por él, lo lastima muchísimo».
Según el sexólogo Juan Carlos Kusnetzoff, los varones suelen quejarse de que sus mujeres nunca toman la iniciativa. «Eso sucede luego de décadas juntos. Ellos acostumbraron a sus compañeras en sus años juveniles a que un macho siempre toma la iniciativa. Entonces, cuando pasan los años, encuentran que la modalidad está arraigada en ellas y protestan», dice. Parece que, a pesar de crisis y evoluciones, el mandato de ser un varón proveedor en lo sexual y en lo económico cruzó la barrera del siglo XX. Y está vivo y coleando.
Reportaje al Lic. Guillermo Vilaseca. Martes 18 de Octubre de 2005, diario Clarín realizado por Dolores Vidal