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Idas y vueltas de los encuentros de fin de año

brindis-de-navidadDiálogo con el licenciado en Psicología Aldo Fernández – licfernandezaldo@yahoo.es-.
Entre brindis y balances personales, en diciembre, los ánimos se tornan más sensibles y los compromisos y los vínculos nos ponen a prueba. Un especialista reflexiona sobre la cuestión.
Es un clásico: llega la época de las fiestas y los ánimos tienden a sensibilizarse. Le pasa a cada uno, individualmente, pero el proceso adquiere categoría «masiva» y se dilata invadiendo climáticamente los ámbitos familiares los encuentros, las reuniones típicas de estas fechas.
Mejor dicho: se llega a estos eventos, despedidas del calendario que ya fue y, especialmente, Navidad y Año Nuevo con «cargas previas». Hay en el aire una tensión hecha de percepciones y de intuiciones; se juegan los balances personales y los episodios que a lo largo del año incidieron en los vínculos y las relaciones de los que coincidirán en dichos encuentros. Para algunos, motivo de la más genuina alegría; para otros, tal vez, imposición de una costumbre ineludible.
No es algo nuevo. Pero este 2015, a la cosecha debes y los haberes de los 12 meses pasados se le suma un adicional innegable, connotado por los avatares de la intensa agenda electoral y el consecuente cambio de autoridades.
Cada evento, un punto de llegada
En este contexto, Mujer dialogó con el licenciado en Psicología Aldo Fernández sobre las posibles maneras de descomprimir -aliviar, aflojar – las tensiones y, de ser posible, ajustar las expectativas y disponer el ánimo de cara a estas clásicas fiestas para pasarla de la mejor manera. Es sabido que no se trata solo de comer, brindar y bailar. Familiares, conocidos y amigos – los unos y los otros – se juntan llevando cada uno su historia y su circunstancia. Y todo esto no configura un detalle menor Por eso le preguntamos:
-¿Cómo afrontar este tramo final del año, en días en los que coinciden eventos, balances personales y todos parecemos estar un poco más sensibilizados?
-No creo que se puedan dar recetas magistrales, pero seguramente ayudará darse cuenta de que cada evento es el punto de llegada de un cierto recorrido, de una historia individual y vincular. En ese sentido, si algo se pudo aprender de lo vivido, se estará en mejor situación para modificar o reparar lo que haga falta. No se debe perder de vista que nada está fijo ni es inamovible, siempre se pueden producir cambios a nivel personal y vincular. Este es un momento para revisar qué hizo o dejó de hacer cada uno para lograr lo que necesita. Es decir, afrontar los temas pero incluyéndonos en la cuestión. Es frecuente que predomine una cierta cultura de fin de año en la que se pierde de vista que un año termina, pero que uno nuevo comienza y que en ese que comienza se pueden operar modificaciones más favorables, más acordes a nuestros deseos. O por lo menos, intentarlo.
-En el caso de las Fiestas, a veces, un cierto clima de euforia termina siendo caldo de cultivo de conflictos, discusiones. ¿Hay que ir preparado, digamos, como para «no prenderse»?
-«No prenderse» puede suponer la negación de una determinada cuestión Esa actitud, por lo general, es una defensa improductiva, porque la realidad vincular suele imponerse y casi siempre con prepotencia. Esos estados de euforia suelen tener componentes maníacos. Por otra parte, tomar, consciente o inconscientemente, un evento festivo de carácter cultural, social y familiar como escenario para dirimir conflictos no es bueno. Pero de ser así, lo más recomendable, sin ninguna duda, sería evitarlo. Conviene tener presente que en algún momento de los 365 días venideros eso requerirá de un cauce: lo que no se resuelve, queda pendiente, se repite, se reitera, al punto que algunos terminan creyendo que eso es el «destino».
Una negociación constante
-Cuando hay diferencias, cuentas pendientes de distinta índole, todo parece mezclarse. ¿Se pueden desactivar esos mecanismos?
-Además de refrendar la idea conocida pero no menos ciertas, de que las diferencias siempre no son oportunidades, hay que convenir que ciertas diferencias constituyen mecanismos, dispositivos diríamos, que funcionan complementariamente y que n esos procesos puede haber satisfacción, aprendizaje, creación.
Pero si hablamos de situaciones insalvablemente antagónicas creo que conviene preguntarse con absoluta sinceridad «¿Qué hago acá?». Mejor dicho: hacerse esa pregunta antes de ir, para darse la posibilidad de elegir otro lugar.
-Al fin y al cabo, se supone que nadie sale feliz cuando se producen esos desencuentros.
-No estaría tan seguro…Más allá del lógico disgusto, están aquellos para los que hay cierto goce cuando se generan esas tensiones. Y es más, aún en la «derrota» se suele escuchar «¡Já, cómo lo hice engranar!. Porque si lo que se disfruta es el conflicto, el resultado es lo de menos. Claro que en ese caso estaríamos hablando de vínculos disfuncionales como mínimo. O patológicos.
-¿Cómo afrontar estos compromisos? ¿Yendo dispuestos a comprender, esperando ser comprendidos o esto es una impostura que no se justifica?
-A ver: ¿Por qué comparto un evento con alguien? Intentemos repasar las posibles razones. ¿Por compromiso, por acompañar a un familiar, a la pareja, etcétera? Uno debe saber por qué se va a involucrar con determinado ámbito. ¿Por costumbre? Hay compromisos deseados y no deseados. Es cuestión de evaluar si tolero el costo de una situación que anticipadamente sé cómo puede llegar a ser y actuar en consecuencia. ¿Vale la pena si se trata de un esfuerzo? Eso no sería una impostura: En todo caso es una renuncia circunstancial basada en argumentos válidos. En mayor o menor medida, en una relación, en un vínculo, siempre hay negociaciones en función de preservar algo que se valora y ama más que a los propios deseos puntuales o circunstanciales. Eso regula expectativas y modera sacrificios e modo tal que «lo que suceda» no nos afecte sustancialmente. No nos damos cuenta, pero constantemente negociados, de otro modo la vida en sociedad sería insalubre, inviable. Todos tenemos derecho a pasarla bien y a disfrutar de las Fiestas en los mejores. Y si todos tuviéramos la capacidad de respetarnos en nuestras posibilidades y en nuestras carencias, seguro que estos encuentros tan clásicos, tan especiales, transcurrirían en los mejores términos.
Escrito por Marta Lacour para C L A R I N Mujer
16-12-2015
 

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