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Los desafíos del crecimiento

images (2)Cuál es el desafío, pregunta el título. Se sabe que frenar, regular o conducir el crecimiento
de un organismo vivo, como lo es la ciudad y su gente, es una tarea imposible sin afrontar
las consecuencias no deseadas de cualquier acción que soslaye las leyes no escritas del por
venir comunitario.
Nos preguntamos ingenuamente ¿qué ciudad queremos? y nos distraemos de pensar que Ciudad ya construimos. Que lazos comunitarios, que estilos, que tradiciones ya están establecidas y que normas y acuerdos implícitos y explícitos circulan entre nosotros, que hacen a la identidad de nuestra Comunidad y por ende de nuestra Ciudad, así sea poco más de cien años que comenzó a edificarse. Las preguntas que deberíamos hacer son: hicimos ésta Comunidad tal como la vivimos hoy: ¿que cambiaríamos para que mejore lo hecho? ¿Que dejaríamos tal como está porque ha dado un buen resultado a la vida de todos? ¿que modificaríamos inevitablemente, dadas las innovaciones que nos tocan en suerte, las tecnológicas y las que construyen al sujeto y a su Comunidad?
Ya no es más la ciudad que yo quiero. Será la que diseñe el conjunto con las tensiones propias de su naturaleza.
Algunas ciudades comprendieron, en sus contextos históricos, las tensiones que existen cuando el crecimiento y el desarrollo se manifiestan en la puja de intereses por los recursos que le son comunes. Las leyes del “sacrosanto” mercado, en demasiadas ocasiones, someten a su lógica de acumulación, las decisiones políticas en desmedro del interés general, del bien común y de la comunidad, alejándose de cualquier principio de solidaridad con los que menos tienen, que son los que más aportan con su esfuerzo cotidiano al bienestar general. Es el consumidor final quien paga todos los impuestos, cargas sociales y empresariales sin la posibilidad de descargar o eludir esas obligaciones.
Entonces se nos hace muy difícil pensar en la construcción colectiva porque tracciona más el deseo individual o en el mejor de los casos el corporativo. Esos deseos e iniciativas, colectivas e individuales han producido la ciudad que hoy tenemos. También ha contribuido y mucho la visión de quienes construimos una ciudad que valora y respeta su entorno, un rasgo de entidad e identidad que trasciende los gobiernos y los tiempos.
Afrontar lo inevitable, el crecimiento y el desarrollo, requiere una cuota importante de desapego a las lógicas de la acumulación de todos los sectores de una comunidad que pretende una ciudad sostenible para todos. Resignar cuotas de poder en lo político o de rentabilidad en lo económico es creer en utopías. No obstante las ciudades que han logrado afrontar lo inevitable del crecimiento y del desarrollo son aquellas que lograron pactar y no litigar. Lograron consensuar y no reñir.
En la Carta Orgánica Municipal de San Martín de los Andes, los convencionales que la dictaron, expresaron ese espíritu, al menos en la interpretación que nos guía. La creación del Consejo de Planificación Estratégica -CoPE-, integrado por todas las Organizaciones de la Comunidad que decidan participar en él, junto al Concejo Deliberante y el Departamento Ejecutivo Municipal entregó a la Comunidad una herramienta invalorable para diseñar su futuro.
Las Organizaciones que hoy integran el CoPE, y que se constituyó en 2012 elaboró un reglamento interno en el cual las decisiones que tome deben ser consensuadas; elaboró el Proyecto de Ordenanza de Principios Rectores para el Plan Estratégico que el Ejecutivo elevó al Concejo Deliberante y éste convirtió por unanimidad en normativa. El principio rector para la elaboración del Plan Estratégico expresa que: “debe prevalecer el interés general por sobre el interés particular” ¿Es esto suficiente? Pareciera que no.
La letra y la fuerza de la palabra hecha normativa no alcanzan sin la validación social efectiva. El actual contexto histórico y político, en el que se viene rescatando la participación popular devastada por la dictadura cívico militar y encajonada prolijamente por grupos de interés opuestos a toda forma de equidad, nos ofrece además la oportunidad de que la voz construida y consensuada de la comunidad aproveche ese marco legal para hacerse oír y con ello plasmar el crecimiento deseado. Esta visión de un desarrollo armónico y sustentable es consecuente con las expectativas sobre el territorio sobre el que se asienta esa comunidad. ¿Es esto suficiente? Tampoco.
Porque es un trabajo doloroso desprenderse de las creencias propias y dar lugar a otras que son tan válidas como las nuestras. Es doloroso, pero no es imposible. Los pueblos originarios tienen derechos reconocidos en nuestra Constitución y derechos ancestrales que debemos reconocer como comunidad. La tensión-presión de las diversas corporaciones del sector privado por hacer valer los derechos adquiridos, en tanto motor económico de la comunidad, no muestra indicios de saber, poder o querer autolimitarse en beneficio del interés común. Y esto tampoco es suficiente, pero tenemos para comenzar y algunos de los interrogantes formulados son el inicio de una larga lista de metas a construir para llegar a las mejores respuestas.

¿seremos capaces de resignar algo de lo propio en pos de esa construcción?

Sin consenso hay litigio y suelen perder las mayorías y el sentido común. Sin consenso todos resignamos y sólo unos pocos se beneficiaran. Afrontar el crecimiento y diseñar el desarrollo es un trabajo en comunidad. Es un aprehendizaje que habremos de transitarlo no sin pocas dificultades. Las herramientas están disponibles y en marcha.
El verdadero milagro que Jesús realizó a orillas del mar de Galilea no fue multiplicar los panes y los peces sino que los que había alcanzaran para todos.

Mario Mazzeo
Secretario Coordinador del CoPE y Gestión de Proyectos

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