La masculinidad en crisis: ¿Qué significa ser hombre hoy?
«Ser hombre en una época cuando no hay recetas que marquen cómo se debe actuar es una ventaja porque uno tiene la posibilidad de hacer su propia apuesta, de crearse y recrearse”, indicó el psicólogo clínico Guillermo Vilaseca.
Los modelos tradicionales de masculinidad están en crisis. La idea del superhombre que todo lo puede profesionalmente, económica, familiar y sexualmente se derrumba cada vez más y uno de los motivos es el avance de las mujeres en los distintos terrenos que antes estaban reservados sólo para los hombres. Mientras tanto, el desconcierto y la inseguridad acosa al género masculino, que busca reubicarse en un nuevo mapa social. Frente a este panorama surge la gran pregunta: ¿qué significa ser varón hoy?
“El mundo en el que vivimos está cambiando mucho y en la ciudad se percibe que los roles tradicionales que estaban muy definidos (la mujer, ligada al ámbito familiar; y el hombre, al trabajo) están en transformación, dado los cambios tecnológicos que repercuten en la vida cotidiana y los cambios sociales de la mujer en relación a su condición de persona y de tener igualdad de oportunidades con el hombre en lo laboral”, señaló el psicólogo clínico Guillermo Augusto Vilaseca, director de la página de Internet www.varones.com.ar
Dadas estas modificaciones nos enfrentamos al hecho que “tanto la masculinidad como la femineidad están en crisis; estamos asistiendo a una transformación vertiginosa de las maneras de ser varón y ser mujer y al mismo tiempo hay grandes dificultades, porque hay quienes se adaptan más a estos cambios y se suman a nuevas maneras (de pensar y actuar) y hay quienes les cuesta más trabajo” y se encuentran desorientados, explicó el profesional, coordinador de talleres para hombres.
La presión
En declaraciones a este diario, el psicólogo destacó que el modelo de superhombre, “de proveedor que todo lo podía, desde intelectual, económico y hasta sexual -reflejado en el mito de boy scout: el hombre siempre tenía que estar listo- estaba asociado a la idea de la potencia, a alguien que podía desempeñarse potentemente en cualquier área”.
Al respecto remarcó que se trataba de un ideal “bastante exigente para los varones y que les daba pocas posibilidades de demostrar su fragilidad, los condenaba a un lugar de mucha exigencia y de rivalidad con los otros hombres”. Y actualmente, a esta competencia se sumaron las mujeres.
Acerca de la sensación de incertidumbre o el desconcierto que muchos hombres sufren por la falta de un rol establecido, Vilaseca sostuvo que “en una sociedad en permanente transformación como la de hoy, tenemos la maravillosa oportunidad de construir la manera de vivir que cada uno elija”.
Sin receta
“Si uno es amante de la libertad y de la creatividad, lo va a considerar como una gran oportunidad; en cambio, si a uno le gusta estar cobijado bajo parámetros que le indiquen la receta de cómo tienen que ser las cosas, se puede sentir desconcertado”, especificó.
Entonces, frente a la pregunta ¿qué significa ser hombre hoy?, el psicólogo respondió: “Básicamente, una persona con muchas facetas para desarrollar y con igualdad de oportunidades que la mujer”.
“Ser hombre en una época cuando no hay recetas que marquen cómo se debe actuar es una ventaja porque uno tiene la posibilidad de hacer su propia apuesta, de crearse y recrearse”, indicó.
Al mismo tiempo, esta situación implica “una responsabilidad -añadió- porque no se podrá echar la culpa de lo que se haga a ningún modelo” preexistente.
Y al respecto aseguró: “La concepción que más perspectiva abre a los varones hoy es considerar la potencia como capacidad de devenir. No la potencia en sí misma -ligada a la fortaleza, la rivalidad, a hacerse los superados-, sino pensar en la potencia que tiene una semilla, donde no está todo dado: está en transformación, en metamorfosis a lo largo de la vida”.
LOS BENEFICIOS DE COMPARTIR EL “PODER”
El diplomado en estudios de género Jorge Casin sostuvo que los modelos tradicionales de masculinidad, en la sociedad occidental, “están sufriendo modificaciones”, las que a veces son consideradas “violentas” cuando un hombre “acostumbrado a determinadas pautas se encuentra con una realidad que lo contradice”.
El profesional señaló en diálogo con este diario que “el tema central es cómo circula el poder en la sociedad, en la familia, en las instituciones, y hubo avances -como el de las mujeres en el ámbito laboral- que obligaron a un replanteo de los vínculos”.
Al respecto, Casin destacó que el modelo de varón como proveedor de las necesidades familiares es parcial “porque nos estamos olvidando -dado que la historia oficial no lo cuenta- de las mujeres y niños que siempre trabajaron y en peores condiciones que los hombres”.
Sin embargo aclaró que la condición del ser masculino “se apoyaba fuerte en su capacidad de proveedor, lo que le permite ejercer el poder en cuanto a lo económico, generándose relaciones asimétricas” en la pareja. Por eso, cuando el hombre pierde su trabajo “lo que primero que aparece es la desestabilización emocional, seguida de una depresión”.
“Ante esa situación, muchas mujeres que hasta ese momento no trabajaban salen a suplir esos ingresos con peores empleos, incluso no registradas. Y algunos varones podrán sentirse aliviados, otros se van a ver contradecidos con sus propios anhelos, otros se adaptarán, y se alterará el balance del manejo del poder”, explicó.
“Condiciones de equidad”
Frente a los cambios en los modelos hegemónicos de varón, Casin manifestó la necesidad de dirigirse “hacia un proceso de mejores condiciones de equidad en el manejo del poder”.
“La idea es crear realidades diferentes -sostuvo-, más equitativas entre hombres y mujeres, porque no solo las mujeres piensan esto, muchos varones también lo hacen”. Y destacó que se debe “tomar conciencia de los beneficios que le daría al hombre compartir eso que se llama poder”, por ejemplo económico.
Al respecto indicó que “si el hombre pudiera pensarse como beneficiario de su cambio y dijera: `Que bien me viene que todos seamos más equitativos. Por ejemplo, si mi mujer ganara bien -y no un 30 por ciento menos por el mismo trabajo que un hombre- la economía familiar se vería beneficiada, ambos estaríamos más tranquilos y yo no tendría el peso de ser el único proveedor económico, cuya preocupación me hace contraer enfermedades masculinizadas, como las cardíacas o las gástricas”.
Otra de las ventajas es que el hombre se daría la posibilidad de “compartir o disfrutar de algunas tareas cotidianas, por ejemplo cocinar -lo que muchos hijos valoran-, y pequeñas cosas de la vida, como expresar los sentimientos, dado que es un gran sufrimiento psicológico y físico no poder hacerlo”.
Por Natalia Muñis