¿Son grupos machistas los Grupos de Reflexión entre Varones?
A esta altura, alguien podría replicar: ¿cuál es la peculiaridad de estos encuentros? En esta sociedad patriarcal los varones se encuentran en los lugares de trabajo, en la práctica de deportes, en el café y en un sinnúmero de espacios más. ¿Son entonces reuniones para remozar el machismo?
La cuestión es que, salvo excepciones que confirman la regla, los varones cuando nos reunimos en grupo no sabemos hablar de nuestros sentimientos, de nuestras emociones. Capturados por el mito del héroe, del duro, el triunfador, podemos discutir de política, de fútbol, filosofía, negocios, economía, literatura, cine, mujeres, pero difícilmente se abra un espacio de encuentro entre el pensar, el sentir y el actuar.
La observación de este fenómeno en los grupos espontáneos y en las primeras experiencias en que participamos nos llevó a visualizar la necesidad de un «acontecimiento»: generar un dispositivo que posibilite, en el inicio de cada reunión de trabajo, entrar en un nivel de comunicación cualitativamente diferente.
Se trata de facilitar el encuentro de cada uno consigo mismo y a parir de allí con los demás. Un espacio donde compartir angustias, miedos, placeres y proyectos.
En los talleres se improvisan escenas de la vida cotidiana. Los varones tienen la oportunidad de desempeñar roles reconocidos convencionalmente como masculinos y femeninos, investigando las asignaciones que habitan a cada uno.
Al dramatizar se trata de sondear el abismo entre lo que cada uno pretende representar y lo que espontáneamente surge en la improvisación. Evidenciar este divorcio permite que cada uno pueda conectarse con sus propias contradicciones. El diálogo se torna más sincero, con más posibilidades auto reflexivas, sinceramiento no sólo con el otro sino fundamentalmente de cada uno consigo mismo.
Cuerpo, sentimiento y reflexión
En el inicio, planteábamos hacer grupos de reflexión verbales, sentarnos a pensar con otros sobre estas cuestiones. Cada uno desarrollaba una teoría de la vida, exponía sus idea, sus ideales. Con el tiempo, concluimos que pensar basta para existir solamente en el campo de las ideas, pero fuera de él lo indispensable es encarnarse en el cuerpo, en el movimiento, en el sentimiento. Ello no implica distanciarse de la reflexión, sino del racionalismo; no se trata de renunciar a la capacidad de pensar en favor de la emoción pura. Se trata, en cambio, de entender la reflexión precisamente como expresión del sujeto emocionalmente reencontrado, posibilitando un vínculo dialógico en que la interdependencia predomine sobre la dependencia.
A partir de un trabajo de esta naturaleza, cada uno puede comenzar a tomar contacto con las diferentes maneras de ser varón, que corresponden también a cada uno.
Se trata de una tarea de prevención insoslayable, en el momento actual. Conlleva el desafío de realizarla, como diría Enrique Pichon Rivière, sin que podamos establecer una distancia óptima, inmersos en esta problemática, es imprescindible contribuir a generar el ámbito apropiado para trabajarla de la manera más eficaz.
La fecundidad del trabajo con grupos de varones es que permite despegarse de la presunción de ser «uno» y nos contrasta con las alternativas, favoreciendo el encuentro de líneas de fuga. La improvisación posibilita el encuentro con los otros que podemos ser y de hecho somos, atenuando la dimensión de lo siniestro en la vida cotidiana.
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