Grupos

Grupos Terapéuticos

¿Cuál es la vigencia y especificidad de los grupos terapéuticos en este milenio?
Vivimos esta  era de  globalización, de borramiento de las diferencias, «internet para todos en el año 2000», con interconexión satelital, sobrevaloración de la imagen,  realidad virtual,  cultura de lo instantáneo – zapping, fast food – .
¿Cuál es hoy el lugar y la función de las instituciones y los grupos en la construcción de la subjetividad?  ¿Acogen la vivencia de desamparo y la angustia frente a la pregunta sobre lo incierto? ¿Qué cualidades, matices cobra el malestar en esta cultura?
Asistimos a inéditas formas de comunicarse, de agruparse, atravesando el espacio a la velocidad de la luz. Siguen vigentes las necesidades humanas de contención, apoyo, sostén, reconocimiento de las diferencias, intercambio de experiencias, consolidación identitaria.
Desde estos interrogantes y reflexiones que surgen a partir de nuestra experiencia en coordinación de grupos en coterapia, es que proponemos compartir algunos aspectos de esta concepción de una clínica grupal.
Los grupos terapéuticos como las partidas de ajedrez pueden tener diversas aperturas, tanto en su inicio como en cada encuentro semanal, que por lo general  dura  dos horas.
A modo de ejemplo trazaremos algunas pinceladas en relación a la fundación de un grupo terapéutico.
Es un  conjunto de personas que se encuentra por primera vez. Nos conocen a ambos terapeutas ya que hemos tenido entrevistas de admisión con cada uno.  Intercambian miradas y algún saludo, que denotan diversos estados de ánimo.
Después que  planteamos  las pautas de funcionamiento grupal – encuadre –  le proponemos a cada uno que describa brevemente por escrito una escena de su vida cotidiana.
Se genera un momento de intimidad, refugio ante el impacto del encuentro con otros.
Al finalizar solicitamos que se  paren e  intercambien los escritos.
Planteamos jugar a ser un  «periodista». Cada uno  presentará a otro ante los demás, el escrito recibido será su guía.  Se trata de posibilitar el  ubicarse en el lugar de otro, mostrar-se y abrirse al juego.
La escena de la presentación: periodista/entrevistado  se constituye en la» primera vez» en el escenario grupal. En los soliloquios, después de cada escena, surgen  la sorpresa, el histrionismo, la vergüenza, el miedo, el placer, la timidez,……
En los comentarios del cierre,  al compartir cómo resultó la experiencia para cada uno, volvemos a escuchar como en otros inicios: «…me sorprendió que descubrieran cosas que ni mencioné…”;»…me haces acordar a…»; «… ese es otro yo…”;  «…nada que ver…., «…qué distintos y qué parecidos que somos…», «…me parezco a vos en…».
A partir de estas imágenes vamos a reflexionar respecto de esta concepción terapéutica. Tengamos en cuenta que el grupo, ante todo, es un encuentro en un  espacio/tiempo que anuda el conjunto de las historias de sus integrantes, tanto terapeutas como pacientes. Desde cierta perspectiva muestra en qué medida el papel  jugado en cada situación grupal es sólo una versión parcial. Como la parte visible de un iceberg,  es mínima respecto de la totalidad. Por ello resulta fructífero  trabajar a partir de los relatos que cada uno va construyendo de sus momentos vitales presentes, pasados y futuros. Detenerse y pensar cómo cada uno se posiciona en relación con los otros a partir de la particular manera de vincularse contando «algo» de su vida.
Así, al revisar las posiciones relativas en que cada uno tiende a quedar ubicado, es posible generar caminos que permitan transformar las conductas repetidas que  producen dolor, padecimiento, degradación y empobrecimiento en las relaciones con los otros.
Se trata de un espacio/tiempo donde escenificar estados afectivos, lugar de encuentros y desencuentros, donde promover la experiencia de alteridad, acceder a otros discursos, otros marcos de referencia  que pongan en cuestión los enunciados identificatorios y posibiliten los procesos de discriminación y singularización.
El devenir de la tensión grupal se transforma en fructífero para  sus integrantes  si se accede a una experiencia donde poder experimentar como Los Mosqueteros: «todos para uno y uno para todos». Para ello los terapeutas deben garantizar un encuadre que contemple las condiciones de «seguridad psicológica» de manera que en el diálogo pueda surgir la resonancia; o sea, que  cada situación individual  planteada pueda ser una oportunidad para explorar la vida de todos y cada uno,  prestando especial atención a  las tendencias de cada uno a dar cátedra, aconsejar, pontificar, denigrar, burlar-se, someter-se, revelar-se, victimizar-se.
Compartir es la instancia donde  yo dialogo con vos y te cuento lo que genera en mí lo que vos me contás. A partir de allí es que se podrá acceder al «encuentro» con los otros como momento de contacto con lo extraño en mí, que nos arranque de la soledad, nos permita la producción colectiva y desde allí experimentar  la solidaridad, el amor y la creación.
El grupo terapéutico es un laboratorio de relaciones  humanas que permite  investigar el posicionamiento subjetivo de cada integrante en pos de encontrar alternativas a  los ciclos de repetición del  padecimiento personal. Es terapéutico  en tanto cataliza cambios en las conductas estereotipadas desactivando los enigmas que constituyen «los síntomas». Estos denotan desde una codificación encriptada   ciertas verdades” individuales que se expresan en la insistencia y la intensidad  de la repetición.
Dada la heterogeneidad en su composición y la periodicidad acordada de las sesiones, el grupo terapéutico es un espacio/tiempo privilegiado y cada vez más extra-ordinario en el mundo de hoy. Allí es posible compartir experiencias fundamentales, acceder a climas de gran intimidad, desarrollar la capacidad de espera y aprender a tolerar la frustración, contar con el semejante como auxiliar frente a la vivencia de desamparo y poder elaborar duelos que posibiliten  crear y ensayar nuevas formas de ser/estar en este inicio de milenio.
Lic. Guillermo A. Vilaseca Y Lic. Ana Maria Rothman

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