La presión muy alta, las defensas bajas
La línea roja dibuja una montaña rusa. Es el electrocardiograma de la sociedad argentina, habitante del vértigo, nostálgica del pasado y esperanzada -pese a su peligrosa falta de reposo- en un futuro mejor. Es un paciente que tarda en digerir la explosión del año 2001, prólogo del quiebre institucional, el estallido social y el avance de la pobreza a niveles nunca
vistos desde el retorno democrático.
Es un hipertenso al que le dieron de comer un paquete de sal: desempleo, impuestazo, saqueos, represión, corralito, default, devaluación, caída salarial, aumento de tarifas, hambre, un poquito de inflación. En estos tres años hubo 6.000 piquetes, 2.000 cacerolazos y 800 conflictos laborales
manifiestos, 17 millones de argentinos quedaron en la pobreza y 7 en la indigencia.
En vez de oxígeno, la sociedad respiró rumores. Que el riesgo país estallaba, que el dólar se iba a 9 pesos, que se llevaban la plata por Ezeiza.
Abundaron las situaciones de tensión. El divorcio de la gente con la clase política, el «que se vayan todos»; la mudanza de cinco presidentes en 10 días; la angustia por los chicos que morían desnutridos en Tucumán, mientras sus diputados pretendían medallas de oro. El millón y medio de desocupados mayores de 50 años que quedaron muy lejos de la jubilación.
La incertidumbre se generalizó, igual que el miedo a perder el trabajo, hoy sagrado.
¿Cómo desalojar el estrés de los hogares que no reúnen los 327 pesos para subsistir? ¿Cómo evadirse, si la tele transmite en directo las tomas de rehenes? ¿Cómo reparar los sueños? ¿Cómo calmar tantas palpitaciones? ¿Cómo no estar estresado?
Hacen encuestas sobre el clima laboral
Las empresas ya acusan el impacto
Aumentó la cantidad de compañías que organizan programas de manejo del estrés.
El estrés baja la productividad, altera el clima de trabajo y provoca daños económicos. Las empresas lo saben y por eso han comenzado a desarrollar programas de manejo del estrés, a un ritmo cada vez mayor desde la crisis de 2001.
«Las compañías están muy preocupadas, porque aumentó el ausentismo por infartos, anginas de pecho, gastritis, duodenitis, úlceras, colitis, gripes, neumonías y contracturas, todas enfermedades asociadas al nivel de tensión», explica Daniel López Rosetti, presidente de la Asociación Argentina de Medicina del Estrés.
Un informe presentado en diciembre por la Sociedad Argentina de Medicina del Estrés estimó que el 62 por ciento de los managers o gerentes de las empresas locales sufre estrés crónico, lo que afecta la capacidad de liderazgo y la toma de decisiones.
Y un estudio de la Unión de Aseguradoras de Riesgos del Trabajo, que nuclea a casi cinco millones de trabajadores, reveló que el número de accidentes creció un 18,7 por ciento en los primeros nueve meses del año pasado, comparado con el índice del año 2002.
Al bucear en las causas, el consultor independiente Hugo Mayer advierte que el miedo a perder el empleo, generalizado en tiempos de alta desocupación, es un factor letal para el desarrollo profesional. «Se piensa que el colega es un competidor, un enemigo, y eso complica el trabajo en equipo, porque se tiende a la autoprotección. Y crece también el temor a no poder manejar la avalancha de información que pasa por esos puestos de mayor responsabilidad».
Otro de sus colegas, Aldo Schlemenson, estudió un fenómeno que supera en voltaje al estrés. Se denomina «burn out» y habla de los empleados que atienden al público y sufren en la piel los nervios de los clientes, usuarios y consumidores. Son, según la traducción, los «quemados» de la
crisis.
«Todos aquellos que atienden clientes, pacientes o público en general constituyen una población en riesgo: maestros, directivos de escuelas privadas, médicos, psicólogos, psicopedagogos, trabajadores sociales. Cuando la paranoia colectiva no encuentra responsables dispuestos a rendir cuentas, busca figuras de autoridad alternativas para volcar masivamente la expresión
de los impulsos destructivos recreados por la crisis», dice Schlemenson en el libro «Para remontar la crisis», de próxima publicación. Nueva traducción: la liga el empleado que atiende en la ventanilla, tanto o más frustrado que el que le reclama.
Bien lo saben los empleados bancarios, que se comieron, gratis, toda la violencia que disparó el corralito. Según una encuesta que el SAMES realizó en el sector en aquel momento, había crecido el consumo de cigarrillos y alcohol y un 70% admitió que dormía menos horas y un 20%, que había empezado a consumir ansiolíticos.
«La teoría económica, junto con el aporte de la psicología del comportamiento, han demostrado la existencia de una relación causal positiva entre el clima laboral de la organización y la productividad y eficacia del trabajo», agregó Héctor Helman, consultor senior de Aon Consulting.
Muertes «colaterales»
Según una ONG santafesina, además de las 24 víctimas que ocasionó la inundación, otras 38 personas fallecieron en la zona a causa del estrés y la depresión.
Escrito por Pablo Calvo.
Publicado en C L A R I N
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