Una mirada sobre la vida de pareja y el sexo
Entrevista al filósofo Guido Mizrahi, su visión de la vida en pareja y el sexo.
Durante los últimos tres meses casi 200 personas lo siguieron todos los martes en el Centro Cultural Recoleta. Allí, en un ciclo de conferencias preguntaba con actitud filosófica ¿Qué significa vivir? Y frente a un auditorio repleto, Guido Mizrahi (39), con una maestría en filosofía de la universidad de Paris IV-Sorbonne, indagó en temas como los sentimientos, el dolor, el inconsciente y el amor para hallar alguna respuesta a ese eterno interrogante. Es que Mizrahi pertenece a una nueva generación de pensadores que liberan a la filosofía de los claustros académicos y la acercan a la gente común al bucear en cuestiones clave de toda existencia humana. «¿De qué sirve este saber si está divorciado de la trama de la vida? —apunta en una entrevista a Clarín Mujer—. Ahora hay un auge de filósofos que le imprimen un sentido nuevo, entonces la gente se acerca», dice. En su departamento de la avenida Santa Fe (y con un té verde de por medio), opina, además, sobre el avance de la mujer, su protagonismo en este siglo recién iniciado, la sexualidad y los nuevos desafíos de la pareja.
En sus conferencias usted se animó a vaticinar que el siglo XXI será femenino, ¿a qué se refiere exactamente?
Va a ser femenino porque vamos a terminar con esta división de dos atribuciones muy separadas: hombre/ mujer. El hombre va a integrar lo que rechazaba dentro de sí: su aspecto femenino. Eso le va a dar una vida más conectada con sus sentimientos. Y la mujer ya está integrando y activando sus atributos masculinos que son muy saludables para su vida. Históricamente, a esos atributos se los colocó en el género hombre pero no son propiedad del varón. Se van a ir borrando estas grandes separaciones que más que unir, dividen.
¿Por qué piensa que el ser humano camina hacia la integración, hacia un equilibrio interior?
En el siglo XX emerge la conciencia de lo femenino, esto marca una madurez de la humanidad. El varón está agotando sus energías para habitar la tierra y necesita que las energías femeninas se vayan expandiendo. La expansión de la mujer es la expansión de la conciencia y de la energía amorosa en la tierra. Todavía es un despertar incipiente y coincide con la agonía del hombre masculino que ignora qué otras guerras organizar, aún quedan ciertos trasnochados del viejo poder patriarcal… Pero los grandes ilusos del siglo XX que llevaron a masas enteras a situaciones desastrosas dejaron un gran aprendizaje. Por eso, el estado próximo de la humanidad es la integración, la conexión de lo femenino y masculino.
Es esperanzador, ¿pero no es una utopía creer que vamos hacia una cultura más amorosa?
Sí, es esperanzador, pero tiene un sustento real. Esto no es una profecía. Esto se ve en muchas vidas individuales. Por ejemplo, cuando vemos que una mujer a los 60 años puede hacer un cambio total de vida. Cuando toma la decisión de conocerse, de entender su existencia, de saber quién fue su madre, cómo se relacionó con su padre, qué heridas conserva de su niñez. Esto es el conocimiento de sí mismo, algo que la filosofía propone desde hace dos mil años al ser humano y nunca como hoy tuvimos tantas herramientas para lograrlo.
¿Y cuáles son esas herramientas?
El ser humano tiene que transformarse por los procesos que vive, por las cosas que le pasan, y no por medio de mensajes, profecías o escuelas. El sufrimiento, por ejemplo, puede llevar a un estado de mayor conciencia y plenitud. Hoy tenemos herramientas (terapias, por ejemplo) para curarnos, para cambiar, para alcanzar un vínculo más sano con los demás. Esto empieza a darse en algunas personas que irán contagiando a otras. Este es un momento de quiebre, de caída, de ruptura.
¿Con qué estamos rompiendo?
Estamos saliendo de un período llamado patriarcal en donde el hombre utilizó el poder sobre la mujer para compensar la no integración de sus aspectos femeninos. Y estamos entrando en un momento donde nos empezamos a dar cuenta de esta situación. ¿Quién hubiera imaginado hace más de un siglo las conquistas que lograron las mujeres? Nadie lo predijo. Y en los próximos 100 años vamos a desarrollar algo más, algo que va a sumar a estas conquistas: las mujeres estando más activas, más atentas, más despiertas, van a querer hombres más amorosos, más despiertos, más atentos. Y lo van a lograr, antes que nada, educando de una manera distinta a sus hijos, que ya lo están haciendo, y esto se va a ir transmitiendo. Lleva tiempo.
Sin embargo, el vínculo varón-mujer está complicado: divorcios, fobia a la intimidad, miedo al compromiso, mucha soledad.
Sí, es cierto, hoy tenemos más divorcios que casamientos. Pero yo soy muy optimista en relación a esto. Estamos en un momento donde las relaciones son más auténticas. Antes había un hombre que vivía con su mujer pero tenía cinco amantes. Y esa mujer vivía con gran sufrimiento, relegada a muy pocas cosas en su vida. Hoy los hombres se tienen que empezar a dar cuenta de que necesitan relaciones más sanas para no buscar amantes. Porque la relación consciente con otro es una relación de profundidad y compromiso. El que está sano se puede comprometer consigo mismo, con su mujer, con su trabajo, con sus hijos, con la vida. Estamos apuntando a que haya mayor conciencia y eso le da a uno mayor compromiso. Ya no puede esconder la suciedad por debajo de la alfombra. La mujer estando más despierta no va a vivir toda una vida, como nuestras abuelas, engañada durante años por su hombre y sufriendo. Ahora las mujeres están atentas, no porque no quieren que las engañen, sino porque ellas no quieren tener una vida engañosa.
¿Y cómo serán los acuerdos amorosos de estas relaciones más conscientes y lúcidas?
Los seres humanos hasta aquí estaban condenados por el matrimonio a una única relación. ¿Por qué no abrirnos a la idea de que el ser humano en su curso vital tenga varias relaciones, cada una de las cuales lo ayude a crecer? Así no se va a vivir con tanto trauma el hecho de terminar una relación e iniciar una nueva. Nosotros somos una generación en tránsito, todavía se vive con mucha culpa dejar una relación con hijos y empezar otra.
Es decir, encuentros amorosos sin la ilusión ni la promesa de amor eterno.
Es que la vida es un aquí y ahora. El concepto del tiempo es un concepto del patriarcado. ¿Quién dijo que el tiempo existe? Es una forma de dominio, de control.
Pero sí existe nuestro tiempo vital, el tiempo biológico.
Sí. Pero el hecho de tener que organizar y controlar la vida hasta el último día de la existencia es un concepto que pesa mucho sobre el individuo. Y lo importante es que la elección amorosa esté más en el tiempo presente que en el futuro. Cuando el hombre empieza a vivenciar el presente, la relación con el otro cambia. Es más importante la presencia a jurarse amor de por vida. Eso es lo que cuenta: lo pequeño de cada día. Es un certificado de mayor garantía que la promesa de un amor hasta la muerte.
¿Y por qué hay tanto desencuentro entre hombres y mujeres?
Es que la mujer busca una nueva relación con el hombre. La mujer busca una relación espiritual donde el amor y el goce físico no estén desvinculados. Los hombres todavía están lejos de comprender esta propuesta.
¿Por qué?
Porque la mayoría se encuentra desubicado en cuanto al rol que debería cumplir. Hay una brecha muy grande en la generación anterior y ésta. El hombre antes estaba asociado a la autoridad, la rigidez, a ser proveedor pero había carencias muy importantes alrededor de eso. Nuestra generación está pagando los platos de la generación precedente. Pero va a haber un reencuentro entre el varón y la mujer para experimentar un amor más consciente, más real, menos apasionado.
¿Menos sexual?
No, tal vez más apasionado en lo sexual porque cada día hay mayor conocimiento del cuerpo. La cama va a ser el altar del siglo XXI. El hombre y la mujer gozando de sus cuerpos. Pero hoy el sexo tampoco es pleno, basta ver la abundancia de pornografía.
¿Y por qué no lo es?
No hay una sexualidad madura ni plena porque no tenemos seres humanos sanos y plenos. El cuerpo puede sentir mucho más de lo que nos permitimos. La lógica sería esta: el sexo es el sentimiento expresado en su máximo poder y belleza. Es lo más espiritual que tiene el hombre, es el encuentro más íntimo. Pero los varones entendieron siempre a la espiritualidad como algo alejado del sexo. Y hoy lo seguimos viendo como algo coyuntural, no le dedicamos tiempo. El crecimiento interno de los seres humanos va a dejar paso a una sexualidad más expansiva, donde haya un encuentro íntimo que exprese la máxima espiritualidad. Todavía vemos al sexo como algo muy corpóreo, fálico, genital.
¿Y también lo vivimos bajo las leyes del éxito y el consumo?
Absolutamente. El sexo no es sólo excitación genital, sino un encuentro afectivo, amoroso. Estamos aprendiendo de otras culturas que han concebido el sexo como un encuentro espiritual.
¿Como lo que enseña el tantra, por ejemplo?
Sí, claro. Pero en la cultura occidental el cuerpo está desvalorizado. Nuestra cultura le ha dado mucho lugar a la mente, que es proclive a ilusionarse y reprimir afectos. El cuerpo, en cambio, con su sentir lleva a lugares más espirituales. Probablemente asistimos a la agonía de esta cultura que comenzó hace tres mil, cuatro mil años. Tal vez sea el nacimiento de una nueva civilización que integre Oriente y Occidente.
Y de cara al futuro, ¿cuál es el mayor desafío de la mujer hoy?
Conquistarse a sí misma. Y alguien puede conquistarse cuando cura sus heridas emocionales. De eso se trata. La mujer está en un proceso de curación. Hay madres más conscientes que educan a hijas aún más conscientes, que no van a depender tanto de un hombre, que saldrán a buscarse a sí mismas. El propio dominio les permite afirmar su deseo, tener una relación a la par con el hombre, y ubicar al mundo que las rodea según su propia medida. Eso me parece una experiencia maravillosa: la expansión de ella como mujer sana, espiritual, plena, consciente. Bella en todas las etapas de su existencia, sin que necesite un espejo o un hombre al lado que la refleje.
Escrito por Dolores Vidal. Publicado en C L A R I N 14/07/05
Enviado por Norberto Ferrando