El lujo no les sienta a los funcionarios
En la política, los consumos de alta gama suelen resultar irritantes y sospechosos.
Cuando Radosaw Sikorski, ministro de Relaciones Exteriores de Polonia, fue a Ucrania el mes pasado, sus homólogos ucranianos presuntamente se rieron de él porque llevaba un reloj de cuarzo de industria japonesa cuyo costo es de sólo 165 dólares.
Un diario de Ucrania informó sobre las preferencias de los ministros locales, varios de los cuales tienen relojes que cuestan más de 30.000 dólares.
Los ministros ucranianos podían haber comprado un reloj de cuarzo preciso, liviano, que puede funcionar durante cinco años registrando la hora de manera perfecta. En lugar de eso, pagaron mucho más por relojes lujosos. Thorstein Veblen, en su obra clásica La teoría de la clase ociosa, publicada en 1899, argumentó que una vez que la base de la condición social se convierte en la riqueza en sí –en lugar de, por ejemplo, la sabiduría, el conocimiento, la integridad moral, o la habilidad en la batalla– l os ricos necesitan encontrar formas de gastar dinero que no tienen otro objetivo que mostrar la riqueza misma. Él llamó a esto “consumo conspicuo”. Veblen escribió como científico social, absteniéndose de emitir juicios morales, aunque dejó a los lectores pocas dudas acerca de su actitud hacia tales gastos en una época en la que muchos vivían en la pobreza.
El uso de un reloj ridículamente caro para proclamar que uno ha logrado una posición social elevada parece especialmente inmoral en el caso de un funcionario público de un país donde una parte importante de la población aún vive en la pobreza real. Estos funcionarios están usando en sus muñecas el equivalente a cuatro o cinco años de salario de un ciudadano ucraniano promedio. Esto les dice a los ciudadanos ucranianos que pagan impuestos que o bien ellos están pagando demasiado a sus empleados públicos, o bien sus servidores públicos tienen otras maneras de conseguir dinero para comprar relojes que de otra forma no hubiesen podido pagar.
El gobierno chino sabe cuáles pueden ser esas “otras maneras”. ComoThe International Herald Tribune informa, uno de los aspectos de la campaña del gobierno chino contra la corrupción es tomar medidas drásticas con relación a los regalos caros. Como resultado de ello, según lo expresado por Jon Cox, analista de Kepler Capital Markets, “ya no es aceptable tener un reloj grande y lujoso en la muñeca”. El mercado chino para los relojes caros está en franco declive. Ucranianos, tomen nota.
Por supuesto, todos nos permitimos nuestros pequeños lujos.
No estoy diciendo que todo lo lujoso sea malo.
Sin embargo, burlarse de una persona porque tiene un reloj razonable que fue comprado a un precio modesto presiona a otros para que se unan a la búsqueda infinita de mayores y mayores extravagancias.
Esa presión se debe dirigir en la dirección opuesta y tendríamos que felicitar a aquellos que, como Sikorski, tienen gustos modestos y prioridades más importantes que el consumo conspicuo.
POR PETER SINGER PROFESOR DE BIOETICA, UNIVERSIDAD DE PRINCETON
Publicado en C L A R I N 19/05/13