La importancia del contacto físico
El poder del afecto
Cada vez más estudios confirman la importancia del contacto físico y de otras manifestaciones de ternura en el desarrollo armónico de las personas.
La medicina incorpora masajes y caricias en su arsenal terapéutico cuando se trata de combatir enfermedades que dañan el sistema inmune o provocan dolor.
MIAMI.- Lynda respira en cuotas. En ese cuerpo de apenas centímetros una bocanada de aire debe de sentirse como un huracán devastando la Florida. Hay nerviosismo en la sala de cuidados intensivos y, sin embargo, algo placentero está por ocurrir: introduciéndose por los agujeros de la incubadora, dos manos adultas despiertan la traslúcida piel de la beba, masajeando su cuerpo inmóvil. Diez minutos después, la mujercita más pequeña del mundo estira lentamente sus piernas. Algo se calma en su corta respiración. Y una enfermera anuncia que ha ganado la apuesta: «Se lo dije: la mirada de Lynda es azul».
Abre tus ojos: la ciencia está echando mano cada vez más firme de la forma más simple y poderosa de comunicación que haya conocido la especie: la del contacto. Conoce, además, buena parte de los mecanismos que desencadenan en el cerebro las señales positivas que en la piel se sienten como enviadas desde el interior del corazón. Los estudios se cuentan de a cientos, y sus protagonistas son unas diminutas sustancias con poder de gigante: la serotonina, la dopamina (dos neurotransmisores relacionados con el bienestar), el cortisol (hormona vinculada con el estrés), y ciertas células blancas que defienden el organismo de agentes deletéreos.
Después de la sesión de masajes, Lynda duerme plácidamente. Estamos cerca del Touch Research Institute (TRI), un sitio donde lo que menos abunda son los tubos de ensayo. El instituto forma parte del Departamento de Pediatría de la Universidad de Miami, y cuenta con un puñado de expertos que, en los últimos años, ha realizado valiosos aportes acerca del modo en que el contacto físico a través de las caricias y los masajes reduce las hormonas del estrés, combate el dolor y mejora los mecanismos inmunológicos. Muchos de sus trabajos ocupan hoy un espacio en los archivos de los Institutos Nacionales de Salud (NIH), donde el Centro Nacional de Medicina Alternativa y Complementaria (Nccam), con sede en Washington, se encarga de registrar y controlar todo lo relacionado con el empleo de medicina «no tradicional».
El TRI tiene más de 50 investigaciones en curso sobre el empleo del masaje.
-Estamos trabajando con bebes hospitalizados por nacimiento prematuro. Los masajes con presión moderada ayudan a que aumenten de peso y reciban el alta más rápido -dice a la Revista la doctora María Hernández-Reif, profesora asociada del área de Investigaciones, que ha pasado años en contacto con bebes más pequeños que la palma de su mano-. Los masajes terapéuticos reducen los niveles de cortisol, una hormona relacionada con el estrés que, si se mantiene elevada, puede causar daños inmunológicos. También descubrimos el modo en que activan centros cerebrales relacionados con la relajación.
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En diferentes centros del mundo, los masajes han logrado mejorar las condiciones físicas y emocionales de niños con asma, diabetes y artritis. En los adultos, algo similar ocurre en pacientes con Parkinson, Alzheimer, depresión y sida.
-No estamos diciendo que los masajes curan -aclara Hernández-Reif-. Los pacientes deben informar a su médico si emplean esta medicina no tradicional. Lo que hacemos es verificar hasta qué punto la medicina no tradicional puede ayudar.
Los cuerpos hablan. Y confirman que, efectivamente, ayuda. A fines de los años 90, los científicos del TRI observaron que los niños autistas que recibían masajes terapéuticos presentaban comportamientos menos estereotipados, se concentraban más en la escuela y sufrían menos alteraciones del sueño. En chicos con depresión, déficit de atención y problemas de conducta, los masajes habían reducido la ansiedad y la agresividad. En los bebes prematuros, como Lynda, la terapia del contacto realizada por profesionales y padres en las unidades de cuidados especiales demostró ser capaz no sólo de acelerar el aumento de peso, sino también de reducir el riesgo de muerte súbita y mejorar los niveles de alerta del neonato.
Ahuyentando la soledad
La oleada de entusiasmo por estas ancestrales muestras de afecto como forma terapéutica arrastra antiquísimos precedentes. En la tumba del sacerdote egipcio Ankmahor, que vivió 2200 años antes de Cristo, la imagen de un hombre sentado recibiendo masajes en los pies indica que estas prácticas tenían relevancia en el campo de la salud. Para Hipócrates, el padre de la medicina, el «arte médico del frotamiento» debía constituir una herramienta terapéutica efectiva. Aunque, a decir verdad, fue sólo a fines del siglo XX cuando los científicos recopilaron una base empírica sólida respecto del arte de tocar y ser tocado.
Lejos de los laboratorios, a mediados de los 80, un libro de divulgación, Abrázame (Javier Vergara Editor), se convertiría en best seller. Su autora, Kathleen Keating, que había dirigido el departamento de Educación y Relaciones Comunitarias de un hospital de California, enunciaba que «el contacto físico no es sólo algo agradable; es algo necesario». Para ella, la «base lógica» del abrazo tenía profundos fundamentos: «El abrazo ahuyenta la soledad, aquieta los miedos, ayuda a dominar el apetito, alivia tensiones, ofrece una saludable alternativa a la promiscuidad, hace más felices los días felices, hace soportables los días insoportables, imparte sentimientos de arraigo y continúa ejerciendo efectos benéficos aun después de la separación».
Por esos años, en la Universidad de Wisconsin un equipo de biólogos separó, como parte de un experimento, a una serie de bebes monos de sus madres. Los dividió en dos grupos: una parte de ellos podía ver y oír a sus progenitoras, aunque una pared de vidrio les impedía tocarlas. El resto del grupo podía mantener contacto físico con sus madres a través de un tabique.
Al finalizar el experimento, las diferencias fueron abrumadoras: los monos del primer grupo se volvieron agresivos, difíciles en la convivencia, solitarios. Los segundos crecieron más íntegros, mássociables, menos deprimidos.
La escritora e investigadora Diane Ackerman afirma en su libro Historia natural de los sentidos (Emecé) que «se necesita todo un ejército de receptores para crear esa delicadeza sinfónica que llamamos caricia». Y que, en definitiva, «todos los animales responden al tacto (ver recuadro), a las caricias (…). En ausencia de contacto, las personas de cualquier edad pueden enfermarse y sentirse mutiladas». Al nacer, «las células táctiles de los labios nos hacen posible mamar. Entre otras cosas, el tacto nos enseña la diferencia entre yo y otro (.)».
Para poder vivir
No es que el poder del afecto se reduzca al aprovechamiento de la piel, el órgano más extenso del cuerpo. En Buenos Aires, la doctora Fany Breitman, miembro de la Comisión de Pediatría General Ambulatoria de la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP), aclara las cosas.
-Sin afecto, un afecto positivo, en el sentido de interesarse por el otro como persona, como individuo, es sustancia. Un chico necesita del afecto para poder vivir, y si bien el tacto es parte de su expresión más básica el vínculo afectivo abarca otros factores, como la mirada, los gestos, las palabras.
Breitman ha tenido experiencias en hospitales locales, con niños que vivían aislados.
-Hemos atendido chicos que habían sido abandonados y criados por diferentes personas, sin establecer un vínculo fuerte con ellas. Esos chicos no crecían, no se desarrollaban mentalmente, quedaban como congelados. En esos casos se habla de síndrome de deprivación emocional.
Aunque el masaje no es lo suyo, Breitman reconoce que «es un tema que está apareciendo mucho en escena. El Shantala, ese antiguo libro hindú, explica los masajes que las madres hacen a sus hijos. Las mamás que no son hindúes tienen otras maneras de tocar a sus hijos, que son válidas, como hacerles cosquillas o acariciarles la cabeza».
Si bien no existe una técnica universal, la doctora Hernández-Reif sugiere considerar que la aventura de tocar conlleva diferentes mensajes.
-Si un padre toca a un hijo, debe ser cuidadoso en el mensaje que le está dando (que sea de cariño, respeto, contención). Una manera de ejercer un buen contacto es a través del masaje. Puede practicarse un ritual: diez minutos de masajes antes de dormir. De ese modo los chicos se relajan. Saben que después de los mimos hay que descansar.
En los dadores, el masaje también desencadena cambios fisiológicos mensurables: dar masajes a un ser querido activa los centros de relajación.
Cruzando el océano, en el University College London (UCL), un equipo científico confirma la teoría: el amor maternal activa zonas del cerebro que posibilitan la supresión de la actividad neuronal relacionada con el juicio crítico y las emociones negativas. El doctor Andreas Bartels, del Departamento de Neurociencias, halló que estos mecanismos son prácticamente un calco de aquellos que se ponen en juego en el amor romántico. Las conclusiones despiertan curiosidad y alivio: de algún modo, dice un informe de UCL, ayudan a explicar por qué el amor es ciego. Lo es, dicen los científicos, tanto en los animales como en los humanos. Los mecanismos descriptos dan protagonismo a la oxitocina.
-Es una neurohormona que en los animales ha demostrado ser suficiente y necesaria para inducir dos vínculos: madre-hijo y hombre-mujer -afirma Bartels-. Nuestra investigación nos lleva a concluir que el cariño humano emplea un mecanismo que supera las distancias, desactivando el uso de emociones negativas, al tiempo que impulsa a los individuos a involucrar las regiones cerebrales que inducen a los sentimientos de euforia. Un modo de explicar por qué el amor vigoriza.
Del otro lado de la balanza hay, sin embargo, un mundo resistente al lirismo de Keating: «El abrazo -sostiene la autora- evita la guerra». Los médicos que trabajaron para la Organización Mundial de la Salud en diversos conflictos bélicos indicaron que el estrés que sufrían las madres les impedía estar en contacto con sus hijos a la hora de amamantarlos. La paradoja duele: la leche materna contiene hormonas capaces de relajar tanto a la madre como al bebe.
-Una forma de contacto que ayuda en situaciones límite es la llamada «piel-a-piel» (skin-to-skin, o kangaroo care). La madre o el padre pueden colocar al bebe directamente sobre su pecho y taparlo con una sabana liviana -propone Hernández-Reif-. Es una alternativa especialmente útil cuando faltan cunas adecuadas o incubadoras.
En la suya, Lynda duerme a pierna -piernita- bien suelta. No es noche de huracanes en la Florida: la tormenta está en la TV, donde un ministro lee, relajado, una listado de soldados muertos en Irak. Pero en la sala de cuidados intensivos aseguran que habrá siempre un par de manos introduciéndose en una incubadora. Que sueñan, al menos de a ratos, con un ejército de abrazantes capaces de derribar murallas.
Por Valeria Shapira, con la colaboracion de M.Cecilia Escribano
Hormonas
Altos niveles de cortisol (una hormona que se libera en situaciones de estrés) pueden ser indicadores -no son únicos- de parto prematuro. Un reciente trabajo del Touch Reserch Institute, de la Universidad de Miami, demostró que el masaje podía reducir los niveles de esa hormona en las frutas madres.
La serotonina (actúa como neurotransmisor) y la dopamina son sustancias vinculadas con el humor y el buen ánimo. Como el masaje terapéutico hace crecer sus niveles en sangre, se toma en cuenta como ayuda complementaria en le tratamiento de la depresión.
Abrazo de oso
Por Leonardo Gonzáles Galli
La expresión del afecto mediante el contacto físico es una forma de comunicación extendida entre los animales que viven en grupos sociales
duraderos. Abrazos, cosquillas, caricias o empujones forman parte del repertorio de señales amistosas que utilizan para estrechar sus vínculos
sociales. En muchos casos, estas señales son utilizadas inicialmente por las crías para pedir protección o comida a su madre y luego son empleadas por los adultos como gestos de afecto para evitar las disputas con otros miembros del grupo. Los chimpancés nos ofrecen notables ejemplos: cuando uno de ellos se encuentra con un congénere conocido, lo abraza y lo besa en la boca. El abrazo tranquiliza a ambos, por lo que, además de servir como «saludo», es un medio para distender situaciones conflictivas. Diversas formas de contacto afectuoso son indispensables para el mantenimiento de la paz en el grupo y para el adecuado desarrollo de los jóvenes en todas las especies sociales. De particular importancia es el contacto madre-hijo. Los perros buscan insistentemente el contacto físico amistoso con sus dueños.
Son descendientes de los lobos, carnívoros altamente sociables, con un rico sistema de comunicación. Los «besos» que nos dan derivan de la señal con la cual las crías de los lobos estimulan a los adultos, lamiéndoles los labios para que éstos regurgiten parte de la comida que contienen en su estómago.
En los adultos, estos «besos» se convierten en un gesto que permite a los individuos subordinados apaciguar los impulsos agresivos de los dominantes.
La comparación de las formas de contacto físico animal con las nuestras puede dar lugar a interpretaciones erróneas. El famoso «abrazo de oso», por ejemplo, no es una forma de afecto. Es cierto que los osos se «abrazan» con frecuencia, pero se trata del modo en que los machos se disputan el derecho de aparearse con una hembra o de ocupar un erritorio. Los individuos jóvenes también se «abrazan» durante sus juegos infantiles, que no son otra cosa que el entrenamiento que los preparará para las graves peleas que deberán enfrentar en la adultez.
El autor es licenciado en Ciencias Biológicas (UBA) y profesor de Enseñanza Media y Superior en Biología (UBA).
Al final de la vida
Así como en el nacimiento y a lo largo de la vida el contacto es fundamental para el crecimiento, también lo es cuando la muerte se aproxima. Roger Cole, oncólogo y director de Cuidados Paliativos del Hospital de Illawara, en Australia, es un reconocido especialista en este tema. En 1984, durante su entrenamiento en oncología, sus destinos profesional y espiritual se conectaron, y Cole se encontró tratando de entender el sufrimiento de sus pacientes y el de sus familiares. «Estaba empezando a entender que la empatía de scuchar y entender emociones es de gran ayuda. Empecé a comunicarme y educarme en mi rol como médico, asegurándome de que mis pacientes tuviesen la información que requirieran de la manera más clara y completa posible acerca de su situación. Esto les dio una comprensión de lo que tenían que hacer, en lugar de perderse en el temor», comenta Cole.
Según explica en su libro Misión de amor, «los profesionales que trabajan en cuidados paliativos marcan la diferencia al saber cómo aliviar el sufrimiento, satisfaciendo la necesidad de recibir información y comunicación y brindando apoyo emocional, social y espiritual».
Este tipo de cuidados es parte de la medicina tradicional, aunque con un enfoque holístico: involucra todos los aspectos del sufrimiento humano e integra a la familia con el paciente terminal. «El gran impacto se produce en el proceso del amor, que no sólo tiene que ver con la medicina tradicional: se tienen en cuenta las creencias de la gente, y no sólo las religiosas.»
Cole asegura que él acompaña a sus pacientes no solamente como médico, sino también como amigo, como alguien que los apoya y que les da herramientas para que encuentren paz en su mente. «Cuando sienten que pueden comunicarme sus sentimientos, me dicen que lo que están viviendo es terrible, que no tienen fuerzas -relata-. Entonces les digo que ya falta poco, que se acerca el final y, de esa manera, se sienten más cómodos, porque alguien les habla en su idioma. Cuando tengo aceptación, dejo de lado la importancia inherente a los roles que desempeño», comenta.
El Programa de Valores en el Campo de la Salud, creado en Oxford, Inglaterra, por la Janki Foundation cuenta con un grupo de médicos que trabaja para el acercamiento entre ciencia y espiritualidad. Está dirigido a todos los profesionales que trabajan en la salud y, en Buenos Aires, el Instituto Neurológico Fleni comenzará a implementarlo este año.
El doctor Christian Plebst, de esta institución, asegura que «el ser conscientes y estar guiados por valores como la paz, el amor, la compasión y la cooperación hacen que la práctica cotidiana se vuelva una fuente innegable de energía para servir, porque así los profesionales pueden conectarse con los aspectos más humanos de la atención de la salud».
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María Cecilia Escribano
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¡Lo felicito por su artículo! Está bien documentado e interesante. Yo soy Mtra en Psicoterapia humanista por lo que este tema ha sido importante en mi formación. Voy a mencionar algunos datos en un programa de radio en el cual soy colaboradora.
Vale la pena extender esta información.