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Panóptico digital, un enorme enjambre de individuos hipercomunicados pero aislados

LAS MULTITUDES DIGITALES
Para Han, las clases y la lucha de clases son categorías históricamente superadas. En su lugar asciende lentamente la figura del panóptico digital, un enorme enjambre de individuos hipercomunicados pero aislados, “una multitud sin interioridad”. Frente a proposiciones más combativas, sostiene: “Cuando la víctima y el verdugo coinciden ya no es posible resistencia alguna”. “Quien fracasa en la sociedad neoliberal del rendimiento se hace a sí mismo responsable y se avergüenza, en lugar de poner en duda a la sociedad o al sistema. En el régimen neoliberal de la autoexplotación uno dirige la agresión hacia sí mismo. Esta autoagresividad no convierte al explotado en revolucionario, sino en depresivo”.
Como salida a la encrucijada narcisista de la psicopolitica neoliberal y la sociedad de rendimiento, Han propone rehabilitar la vida contemplativa como remedio frente a la compulsión al trabajo y la optimización. La contemplación, la demora y el Eros, con su efecto vinculante con un otro, se ofrecen como mecanismos de desinteriorización del Yo, que aislado en sí mismo, saturado, se ahoga. En el prólogo a La sociedad de cansancio, distingue la fatiga infinita del sujeto de rendimiento de aquel cansancio curativo que cierra las heridas: “Tal cansancio no resulta de un rearme desenfrenado, sino de un amable desarme del Yo”.
En Shanzhai, El arte de la falsificación y la deconstrucción en China, enseña como en el arte chino no existe la idea de original del mismo modo que en occidente: “El pensamiento chino no se caracteriza por concebir la creación a partir de un principio absoluto, sino por el proceso continuo sin comienzo ni final, sin nacimiento ni muerte”. No hay realidades inmutables, sino constelaciones en plena transformación. Frente a la verdad, el Ser inmutable, Han contrapone la “des-creación” del pensamiento chino: un proceso “poliforme y heterogéneo”, cambiante, des-subjetivado y ajeno a la “acción héroica del yo” que domina el pensamiento occidental.
En Filosofía del budismo Zen, confronta sus puntos de vista filosóficos esenciales con los fundamentos de autores como Heidegger, Nietzsche y Platón. Ajeno a cualquier estructura narcisista, subjetividad interior o voluntad individual, en el budismo, todas esas condiciones más que carencias representan una fortaleza: el vacío es un medio de amistad entre todas las cosas, la posibilidad de restituir una “afabilidad arcaica”. Para el budismo Zen, cualquier ser constituye un centro, “nada se retira a un aislado ser para sí”. “Libre de la coacción de la identidad”, para Han, el vacío o la nada budista es una “afirmación suprema del Ser”. Un “recogimiento sin interioridad” que, en virtud de su vacío, puede albergarlo todo.
Breves, claros, contundentes, los ensayos de Byung-Chul Han parecen mensajes lanzados por un náufrago que ha visto algo terrible más allá del horizonte. Reclama con vehemencia la que para él es la principal misión de la contemporaneidad: rehabilitar la capacidad de incorporar la negatividad como instancia constructora de un otro a través de la restitución de la “vida contemplativa”. En Humano, demasiado humano, Nietzsche ya había advertido: “Por falta de sosiego, nuestra civilización desemboca en una nueva barbarie”.
Escrito por Ignacio Navarro, publicado en R A D A R

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