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Rutas para llegar a las Altas Cumbres: Testimonio de las Jornadas

Mar de emociones
No acostumbro a demorar tanto para hacer un escrito.
El tema es que hace más de una semana tuve la posibilidad de participar del taller «Herramientas para el cambio». El tema es que hace más de siete días, tengo la sensación de que el taller no terminó, y no porque no haya tenido un cierre, que lo tuvo, sino porque quedé inmersa en un mar de emociones, imágenes, sensaciones, afectos, voces, evocaciones…
Intentaré en éstas líneas, hacer como hicimos esa tarde… comenzar haciendo garabatos, dejarme llevar, darle forma escrita a algo de todo lo que sentí, y me tocó aquel sábado… (¡y los días posteriores!!!) de juegos, creatividad, reflexión, hallazgos, fortalecimientos, sacudones, movilización, aprendizaje, de diversión y no de distracción, producción, transformaciones, oportunidades, búsquedas, desbloqueo, humor…
Estoy atravesando una serie de crisis y cambios… afectivos, laborales… La propuesta del taller apareció como hecha a mi medida. Juro que así fue. Llegué con muchas ganas y entusiasmo.
¡¡Piedra libre!!
Me pregunto cuándo empezó el taller? Faltaba llegar gente, pese a que ya era la hora del encuentro. Guillermo nos plantea una duda vinculada a si inicia o no la actividad. Lo hace con una frase de Kesselman que creo recordar así «por cuidar a los descuidados, se descuida a los cuidadosos». ¿Pero qué les pasa? ¿Por qué me miran a mi? si yo hoy, justo hoy llegué temprano. ¡¡Piedra libre!! Me descubrieron!! Parece que para mi ya empezó el juego. Suelo llegar tarde a las citas y es un problema. ¿Cuántas veces soy cuidadosa y cuántas descuidada? Me quedo pensando en cómo en eso postergo ganas… deseos… propios y ajenos. Hice, hago intentos para cambiar y llegar puntualmente pero no lo he logrado. Hoy sí.
Entre la pavada y el gallinero
Elisabeth, cuentista, nos introduce en la temática del cambio narrando tres cuentos. La escucho distendida, es un placer. Durante su último relato, registro una sensación corporal que me sorprende, me invade.
Un catamarqueño que andaba por las montañas, encontró un huevo muy grande. No sabía de qué animal era, pero decidió llevarlo a su casa. Allí lo puso debajo de la pava, que estaba empollando. Nació y hacía lo mismo que toda la pavada. Transcurría así la vida de ese bicho, hasta que un día se quedó sólo. De golpe levantó la vista, vio unas aves majestuosas que volaban sin mover las alas. (Se me eriza la piel) El animal sintió que era un llamado. Cuando la pava regresó, él le contó lo ocurrido y esta le dijo que no fuera bobo… (sigo con la piel de gallina)… Siguió viviendo en la pavada… (las pausas en el relato me conmueven) y murió como un pavo… sin saber que era cóndor… y sin saber que él había nacido para las altas cumbres. (Ahora siento un frío que me corre por la espalda, sube por la columna rápidamente. Quedo como sacudida, y asombrada a la vez. Los aplausos que se le brindan a Elisabeth me sirven para dejar que el frío desaparezca, para aflojarme).
La propuesta que sigue me tranquiliza. Me resulta placentera la idea de hacer garabatos desde el contacto con lo emocional que nos dejaron los cuentos. Me dejo llevar y mis trazos se dirigen hasta un lugar, me llevan hasta una vivencia que no recordaba. ¡Me parece increíble, yo viví el cuento, lo ví!
Hace unos años, atravesando otra crisis, necesitaba hacer cambios y para tomar distancia de la situación. Una amiga me invitó a compartir un viaje a su casa en su pueblo natal. No me fue fácil «despegar», pero lo hice. Allí fuimos.
Los Hornillos, un apacible pueblo en Traslasierra, Córdoba. El camino a las Altas Cumbres está muy cerca. Las Altas Cumbres, están ahí. Las puedo ver desde cualquier lugar. En el fondo de la casa hay un gallinero, y en el, una paloma. Nació y se crió allí dentro. Vuela poco, aletea, corretea. Es una gallina más. Hasta allí llegué con mis trazos.
Nos presentamos compartiendo los garabatos/dibujos. Proponemos títulos. Me dicen: «El vuelo», «Alas de libertad», «Allá arriba», «Libertad». Cualquiera podría ser.
Me encuentro pensando y reflexionando sobre lo que sentí en el taller con el cuento… cuando recordé el viaje. Me permito leerlo de una manera que no hice ni en aquella época, ni en el taller. Si bien el taller terminó, la producción para mi sigue, y eso me parece realmente maravilloso. Me pregunto qué pasó, qué me faltó para no haber logrado en aquel momento los cambios por los que hoy estoy trabajando. ¿Qué operó para no verme yo como aquella paloma entre las gallinas?
La versión II: El otro lugar
En el taller pude abrir una puerta más, armar otra versión. No logré verme como aquella paloma que era gallina, o aquella gallina que era paloma? Una acepción de gallina es una persona cobarde, popularmente se le dice a los miedosos. Hoy pienso que el miedo que sentía a volar me inmovilizaba. Hasta encuentro un significado a por qué durante el relato se me puso la piel de gallina. Me había quedado quieta, mirando desde abajo las Altas Cumbres. Descubro en este devenir que voy encontrando la ruta para subir, y mirarlas desde otro lugar, y ya no desde el gallinero.
El caleidoscopio
Otro recuerdo.
Cuando era chica, mi abuelo me regaló un caleidoscopio, que había hecho con sus manos, y con el una frase:
_Con cada movimiento que hagas, van a cambiar las formas y los colores.
El gallego sabía muy bien, que para afrontar crisis y cambios… hay que hacer movimientos.
Los trazos
Se nos pide que en subgrupos cada uno en su hoja haga un trazo y se lo pase a quien está a su lado, para que le agregue otro trazo y así sucesivamente hasta que el papel regrese a uno.
Me encanta cómo quedó esa producción. Me deja alegre. Le pongo un título: «Centro-idas-vueltas». Quedó dibujada una flecha, fuera del centro, fuera de las idas y vueltas. Al compartirlo una compañera me dice: _Está muuuuuuy bueno. Me gusta esta flecha que hicieron acá afuera, parece que señalara la salida, no?
Hasta ese diálogo, para mi, no era más que una de las idas o vueltas. Se me acaba de presentar una herramienta. Otra visión, que me ayuda a develar un camino posible, diferente al que estaba viendo. Un camino para lograr una apertura al circuito cerrado centro-idas-vueltas, que consistía en descentrar, en salir hacia fuera… (¿del gallinero? ¿de la pavada?)
Me resulta valioso, además, que en otras producciones, veo flechas que indican las distintas formas (rectas, onduladas, curvas, más largas, más cortas) y las diversas direcciones para ir en busca de los cambios.
Adiós a las 4×4
Presentamos en esta oportunidad: Taller10.5.03 el nuevo vehículo para transitar todos los caminos y todos los terrenos.
Con el las 4×4 pasarán a la historia.
Es el nuevo 18×3.
Conducido por 18 motores de triple tracción.
Un nuevo diseño de alta generación.
Ideal para recorrer el Camino a las Altas Cumbres.
Motores generación 2003.
Gran espacio interior. Dentro del habitáculo hay lugar para grandes movimientos.
Flexibilidad y espacio de carga.
Brújula de deseos incorporada.
Nueva caja de velocidades. Permite elegir entre llegar rápido o despacio.
Máximas potencialidades.
Nueva caja de herramientas y nuevo embrague para realizar cambios.
Óptica de última generación. La visión adquiere un significado completamente nuevo.
Y si a todo esto le agregás más confort, más diseño y toda la técnica ya podés decir que lo tenés todo.
Nuestros deseos avanzan inexorablemente hacia adelante…
Ahora podemos alcanzarlos…
En tu vida habrá un antes y un después de Taller
Pensamos en tres momentos de la vida de cada uno que fueron cruciales, de esos que uno dice a partir de ahí fue todo distinto, (como el nuevo vehículo Taller), y en las herramientas que usó o aprendió. Las escribimos, las compartimos, las ofrecemos, las prestamos, las tomamos prestadas. Nos vamos conociendo más. Nos encontramos, me voy reconociendo en algunos de los títulos que le pusieron a los momentos, me distancio en otros. Algunos me generan curiosidad. Me resulta extraño el uso de algunas herramientas, me resulta raro pensarlas como tales, pero no las rechazo, dejo que me sorprendan, como me dejé llevar por la mano en el garabato. Pienso que podrá ser interesante revisar mis situaciones utilizándolas o construir algo con ellas. Por las dudas… las guardo en la caja y me las llevo.
Divididos en subgrupos tenemos que ofrecerle una de nuestras herramientas al resto. Plantear una escena en la que cada uno tendrá que jugar a demostrar eso. Ofrezco volar. Pensamos, discutimos la escena. Vamos y venimos… que un viaje… que un picnic… que un festejo… finalmente seremos un grupo de compañeras de trabajo que nos reunimos a festejar… en un bar… se cortará la luz… el varón del grupo ofrecerá llevar a las chicas…
Nos disponemos a comenzar, nos damos cuenta que falta el mozo. Digo:_Bueno, yo lo hago. Una de mis compañeras me pregunta cómo voy a hacer para volar haciendo de mozo, le respondo casi como en chiste que empezando de abajo. Desarrollamos la escena. Siento que me estoy divirtiendo pero no encuentro cómo volar, siento que tengo ganas, pero también que no es esa la imagen que estoy dando. Lo mismo veo en uno de mis compañeros, que había ofrecido ser agradecido y me muestra la imagen de una persona que molesta con sus interrupciones. No me deja ver qué otras cosas pasan en la escena, me distraigo y casi me olvido que quiero volar.
Luego disfruté mucho el momento de compartir, participando y escuchando lo que teníamos para decirnos sobre lo que cada uno había podido mostrar. Sentí que generamos un espacio de reflexión, discusión, pensamiento, producción, aperturas, oportunidades, emoción…
Me apropié de algunas de las frases que me dijeron: _No se qué interpretás o entendés vos por volar… porque para mi de mozo… es difícil… qué se yo… que un mozo vuele…!
_No, pará, para mi fue la única de nosotros que tuvo la capacidad de volar… porque pudo elegir y decidir.
_Sí, ella fue la que eligió y decidió salirse de lo que estaba previsto. Me pareció creativa.
_Pudo resolver la situación, fue operativa.
_A mi me parece que tenés una creatividad que te puede llevar a lograr lo que te propongas, podés llegar lejos.
Me emocionaron, ya que como la primera de mis compañeras, yo tampoco veía la posibilidad de volar desde ese lugar, sin embargo, pude otra vez ver las cosas desde otro lado.
Se dice que uno presta lo que el otro necesita. Espero que le hayamos podido prestar a Roberto la importancia y «el valor de poder o saber escuchar para poder recibir». Él nos ofreció el «ser agradecido». Me pregunto qué tengo para agradecer? Me respondo. El haberme «encontrado con otros». Que me hayan ofrecido… veamos… éramos 18 participantes x un mínimo de 3 herramientas cada uno… ¡¡guauu!! 54 herramientas por lo menos. Son muchas más, además desde la coordinación se ofrecieron otras tantas… Agradezco que me ayudaran a «abrir las puertas», para «salir» a «jugar y vivir» (Griselda), «eligiendo», «caminar» para «desplegar potencialidades», eligiendo «ser mujer» (Ida), una mujer «dueña de mi misma» (Cristina), en «búsqueda de un objetivo» (Mona), el de «volar», como no lo hizo aquella paloma por ser gallina o aquel cóndor que no subió a las altas cumbres por estar en la pavada.
Agradezco a Elisabeth por «la posibilidad de emocionarme con sus relatos».
A Silvia por la «calidez de sus charlas, la perseverancia, la escucha y el tiempo brindado».
A Guillermo «la generosidad, sus enseñanzas y la oportunidad de darme el espacio para sacar la brújula de mis deseos».
Para terminar quiero regalar para el taller un texto de Eduardo Galeano, de Memoria del fuego.
Se llama Los colores
Eran blancas las plumas de los pájaros y blanca la piel de los animales.
Azules son, ahora, los que se bañaron en un lago donde no desembocaba ningún río, ni ningún río nacía. Rojos, los que se sumergieron en el lago de la sangre derramada por un niño de la tribu kadiueu. Tienen el color de la tierra los que se revolcaron en el barro, y el de la ceniza los que buscaron calor en los fogones apagados. Verdes son los que frotaron sus cuerpos en el follaje y blancos los que se quedaron quietos.
escrito por Gabriela Galán
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5 comentarios en «Rutas para llegar a las Altas Cumbres: Testimonio de las Jornadas»

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